Cicatrices

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Muy buenas criaturitas del señooorrr. Juas, en fin. Que me pasaba por aqui para dejaros un nuevo capítulo. Es, por así decirlo, el capítulo -o uno de los- más importante. Porque, aunque parezca por una mínima tontería, dará desenlace a la historia. Que por cierto, la queda nada y menos. Así que, cojan sus palomitas, pónganse sus gafas para parecer intelectuales leyendo, y disfruten. Que yo me voy a estudiar mates <3

2.

Volvió esa sensación de felicidad. Le había besado yo esta vez. Esto era un record. Me siento como si pudiera levitar, como si pudiera ir a la luna y volver antes de que termine. Cierro los ojos y disfruto el momento, porque siempre me dijeron que aprovechase el momento y a la mierda lo demás. Ni pasado, ni futuro: el presente. Y mi presente es que estaba besando al Puto más precioso del maldito mundo. Podría asegurar que todo es perfecto. 

Pero ladeé un poco la cabeza, para disfrutar plenamente. Y vi las estrellas cuando nuestras narices chocaron.

–¡Mierda!– dije cogiendome la cara entre las manos. Volvía a sangrar. 

Fui corriendo al baño a intentar parar la hemorragia, pero parecía imposible. Mierda, mierda, mierda. La superficie del lavabo era una capa roja mezclada con agua, me miré al espejo y, efectivamente, tenía la nariz torcida. Gran mierda hermosa todo. Echándome agua como una loca, ni me di cuenta de que tenía a David detrás sujetándome el pelo. Qué menos. Me ha roto la nariz el muy... bueno, aunque me la he rematado yo por la felicidad momentánea.

Coloqué unos tubitos de papel higiénico cuando la sangre se detuvo en su mayor parte. Me quedé unos segundos apoyada en el mismo lavabo. Sentía la cabeza dando mil vueltas sin sentido. Ni cerrando los ojos se me pasó. Seguía girando sobre sí misma, apenas podía abrir los ojos, y cuando lo hice solo sirvió para ponerme peor. Sentí algo muy desagradable subiendome por la garganta. Tuve una arcada y me falló el brazo izquierdo. Me desequilibré y empecé a verlo todo muy borroso. 

Sentía los brazos de David sosteniéndome, y creo que me estaba moviendo, pero es completamente imposible de descifrar en qué estado estaba. Sabía que tenía que mantener los ojos abiertos, pero las vueltas de mi cabeza me obligaban a cerrarlos. Pestañeé repetidas veces, aunque lo que me espabiló fueron los golpecitos que me daba David en la mejilla. 

–¿Qué te pasa? Por Dios, háblame. Bien, venga, mírame. Ya está todo bien, vamos a bajar a ponerte hielo y hacerte una tila.– dijo él levantándome despacio de la cama.

Pasé mi brazo por encima de su hombro y me condujo hasta la planta baja. Me dejó en el sofá y automáticamente me llevé la mano a la cara. Ya no sangraba. Pero me dolía como mil demonios. A los pocos minutos llegó David con una bolsita de hielo, cubierta por un trapo. Me la puso despacio en la zona herida y sentí un alivio casi inmediato.

No paraba de disculparse, y llegó hasta resultar cómico. Verle así de exasperado, intentando organizarlo todo en un segundo. 

–¿Se me va a quedar cara de zombie mañana?– pregunté con una ligera sonrisa. Mejor tomárselo con humor, porque si no estoy jodida.

–Es posible. Seguramente salga corriendo por el susto. Imaginate, la cara toda morada y los pelos de loca matutinos. Dormiré con las deportivas puestas.– bromeó. Le pegué en el hombro y puso cara de ofendido. Le cogí el relevo de la bolsa de hielo.– Tampoco hace falta que agredas, mujer.

–No es gracioso. ¿No has visto nunca a alguien con la nariz rota?– pregunté, y él negó con la cabeza.– Pues te digo que no es agradable.

–¿A quién conoces tú con tendencia a romperse la nariz?– dijo él, con cierto tono de burla.

Síndrome de Estocolmo {David (Auryn)}-EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora