6. P.I.C

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–¿Suele hacer eso normalmente?– preguntó Carlos frunciendo el ceño en dirección a María.

–¿El qué?– cuestioné–. ¿Trepar por las encimeras buscando cámaras? Tranquilo, ha hecho cosas peores.

El rubio me miró de reojo con cara de pocos amigos, luego centró su vista de nuevo en SpiderGirl agitando una manzana verde de arriba a abajo. María suspiró y bajó de un salto de la encimera de la cocina. Depositó la manzana en el frutero y puso los brazos en jarras, buscando más alimentos con posibles objetos de grabación incorporados.

Crestitas se rió a mi lado. Ladeé la cabeza para mirarle, y le encontré negando con la cabeza con una sonrisa en los labios.

–¿Qué pasa?

–¿En serio crees que estas nos van a servir de algo?– preguntó mirando a su compañero. Carlos se encogió de hombros, ignorando que yo estaba entre medias de los dos.

–Ha tenido la idea de buscar cámaras. La chica es lista. Yo creo que da el perfil.

–¿El perfil para qué?– pregunté.

Me ignoraron.

–¿Has hablado con los demás?– preguntó David al rubio.

–Tendrían que bajar pronto, no creo que se entretengan mucho más con todo lo que hay por delante para hacer.– Carlos soltó un suspiro y se encogió de hombros. Luego volvió la vista a María.– ¡Ya te he dicho que esto no es una jodida cámara oculta!

La chica se giró despacio para mirarle primero a él, y luego a David y a mí. Frunció el ceño y dejó una bolsa de magdalenas encima del frutero con cuidado, por si acaso estallaba alguna bomba nuclear o algo por el estilo.

–Pues entonces no entiendo nada.– dijo ella, soltando un suspiro, demostrando toda su indignación.– ¿Esto es un secuestro? Pues todas las películas y libros de los que tengo conciencia deben de mentir, ¿no?

Carlos se apartó de la repisa en la que estaba apoyado, se dio la vuelta sin decir nada y abrió uno de los cajones, de él, sacó un cuchillo jamonero. Lo miró y pasó el dedo delicadamente por el filo de la hoja, luego lo elevó dándole una vuelta completa en el aire, y volvió a cogerlo por el mango. Antes de poder reaccionar, lo lanzó en dirección a María. La chica se quedó con los ojos completamente abiertos debido a la impresión. Miró de reojo a su derecha, donde el cuchillo estaba clavado a pocos centímetros de su sien.

Sería el momento perfecto para huir.

–Cuatro me hubiera hecho una herida en la oreja.– se defendió María sin apartar la vista del cuchillo, intentando parecer mucho más tranquila de lo que estaba.

–¿Quieres sangre?

Ella tragó saliva.

–Creo que paso.

David soltó una nueva carcajada medio ahogada a mi lado. ¡Lluvia de cuchillos, qué diver!

–Creo que necesita centrarse ya en lo que la toca de verdad– comentó mientras se acercaba a retirar el cuchillo clavado en la pared, lo extrajo sin el menor esfuerzo e hizo un gesto para que se moviese.–. Tu trabajo va a ser de vital importancia.

Podría haber roto el hielo de la situación diciendo alguna incoherencia, pero definitivamente, no era el momento ni el lugar preciso.

–¿Dónde están las demás?– pregunté de sopetón.– Ya sabes, Ana, Claudia, Andrea..

–Arriba.– sentenció David.

Miré a María en busca de algún tipo de consuelo, pero ella estaba demasiado distraída analizando si la iban a arrojar más armas mortales a centímetros de la cara. Y fue entonces, cuando vi la mueca de miedo que tenía formada en la cara, cuando me entró un pánico extremo. Estaba prácticamente segura de que si quisiera haberla abierto la cabeza, lo habría hecho. Eso me posicionaba a mí en el lugar de no-tengo-ni-idea-de-que-hacer, por lo que solo me podía asustar y querer ir a la habitación, hacerme bolita y llorar.

Síndrome de Estocolmo {David (Auryn)}-EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora