"Como matar a una mosca."

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Cual abuelita caminando con un andador, me encaminé a la puerta, cogí aire, giré el pomo, empujé y di un paso adelante. Entonces solté aire. Miré de un lado a otro y, recolocandome la camiseta fui dirección a las escaleras. Me senté en el sofá una vez abajo y me puse a mirar la mesa, había un pequeño mantelito, un bol y varios mandos para diversas utilizaciones.

Después de lo que parecieron años, apareció David bajando por las escaleras mientras se ponía una chaqueta, me sonrió y fue a la cocina. Muy raro que no baje nadie, son casi las 10, y eso que solemos ser madrugadores.

Entrando en calor con el cola cao que David me había ofrecido y bajo una manta, nos pusimos a ver la televisión. Canal tras canal sin saber que dejar, no estaba de ánimos, simplemente quería volver a la cama, abrazar un cogín y quedarme mirando al techo, como siempre, pensando en el día en que podamos salir de aquí.

No tenía claro si realmente quería que bajasen las chicas, porque me iba a poner sentimental y hacerlo pasar peor, pero necesitaba mucho desahogarme con ellas. 

Y no fueron ellas, pero alguien empezó a un descenso desde la planta superior, todos los músculos del cuerpo se me contrajeron al verle pasar tranquilamente hacia la cocina. Me quedé mirando hacia allá. ¿Hará como que no ha pasado nada? Posible es, al parecer en esta casa no tienen sentimientos por nada. 

Pero las miradas que intercambiamos en su camino hacia el salón me demostraron que él había visto que estaba allí, o me había odio, o yo que sé. Su mirada fría ajena de sentimiento alguno combinada con una mezcla de angustia y dolor por mi parte, hizo que girase la cabeza evitando el contacto visual.

-¿Por qué no huele a cola cao o algo?- La voz de Ana nos sobresaltó en su descenso por las escaleras, mientras se restregaba los ojos con cara soñolienta.

-No todo en la vida gira aldrededor de eso por mucho que tu creas.- Dijo Blas pasandola por su derecha, lo que hizo que la chica pusiera un puchero de enfado mañanero

-Puede que no, pero debería.- Carlos se incorporó a la conversación dando una palmadita en el hombro a Ana, esta hizo un extraño sonido, se iba a quedar dormida ahi mismo. Lo veo.

-El que te llames Carlos no implica que te vaya a tocar un cheque para ir a la fabrica de chocolate más grande del mundo, querido Charlie.- María agitó el pelo del rubio mientras bajaba con pequeños saltitos.

Y me da que les iba a joder la manaña.

-¿Y dónde está el hobbit?- Preguntó Ana mientras daba un bocado a una manzana y se tiraba al sofá. Y en ese momento la pequeña alegría que había acumulado por la absurda conversación que habían tenido se desvaneció como un tren al entrar en un túnel.

Simplemente con ver mi expresión, me empezaron a atorar a preguntas que no era capaz de responder ¿Qué que me pasa? No era capaz de decirselo. Parpadée varias veces seguidas para evitar que las lágrimas empezasen a caer por mis mejillas.

El asqueroso y falso suspiro de Dani llamó nuestra atención desde la otra punta de la habitación, negó con la cabeza mientras se reía.

Ni un maldito sentimiento. 

Como matar a una mosca.

Principalmente el rosto de María se llenó de preocupación, el de Ana... intentaba analizar la situación, a mi me pasa esto recién despierta y les tiro un zapato a todos.

-Intentó escaparse por el jardín trasero.- Dijo al fin Dani levantando la cabeza hacia todos los presentes.- Yo solo cumplo órdenes.

David restregó su frente con la mano derecha, arrugandose el rostro, el mismo fue bajando hasta quedarse en la barbilla, suspiró y se dejó caer en el sofá y dirigió su vista hacia mi. Le miré por un momento, largo pero por un momento, hasta que desvié la mirada hacia María, que, con lágrimas empapándola la cara, se la veía con ojos como platos, la boca entreabierta e intentando tartamudear algo. Mientras, Ana simplemente tenía el ceño fruncido todavía intentando analizar la situación.

Antes de siquiera ser consciente de mis actos, estaba llorando mientras subía por las escaleras intentando quitarme lágrimas con la mano, aunque no paraban de salir sin cesar, sin piedad, como había hecho Dani la noche anterior.

No se como vamos a salir de esta, no se si vamos siquiera a poder salir realmente, pero si van a matar alguien cada mes, prefiero ser la siguiente y evitarme el dolor, el pinchazo que me reconcome cada órgano del cuerpo desde que anoche ví semejante escena.

Tumbada en la cama me quedé mirando mi IPod pensando en si debería ponermelo o no, no me veo con fuerzas de escuchar nada de gente alegre, o que es feliz, pero si me pongo lentas me iba a deprimir más, por lo que opté por mirar el techo. 

David entró en la habitación y cerró la puerta tras él. Incapaz de siquiera mover las pupilas para verle, se recostó en la cama. Después de minutos que parecieron horas, solté un suspiro, dándome igual quien me oyese. David imitó mi acto solo que con un poco de resentimiento. Giré la cabeza y ví que me estaba mirando, torció una mueca e intentó sonreir. Vale, el sí tiene sentimientos. 

Y me dí cuenta de que yo también, cuando de un momento a otro, entrelazó su mano con la mía y apretó, dándome ánimos o algo, mientras enderezaba la cabeza y cerraba los ojos. Después de que un escalofrío, para nada desagradable, me invadiese el cuerpo, también me dispuse a dormirme, y a soñar con que todo esto había terminado.

Síndrome de Estocolmo {David (Auryn)}-EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora