Precioso

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Me quedé en trance al mirarle. Tenía una ligera barbita de dos días, patillas del mismo negro intenso que su pelo, a juego con sus ojos. Se le marcaban ciertas venitas del cuello, que le daban la sensación de fuerte y robusto, al igual que sus brazos. Sin exagerar pero con músculo. Y no voy a seguir bajando porque no.

Suspiré y volví la vista a la televisión. Había puesto Los Simpson. Alcé una ceja y regresé mi mirada a él. ¿Enserio? ¿Luego soy yo la infantil? Vió mi cara de sorpresa y volvió a reir, y no pude resistirme al contagio de ru risa. 

Subí una pierna al sofá y apoyé mi mentón en la rodilla. Me quedé viendo el capítulo que había visto como cuatro veces antes, pero no me importaba, porque David se reía con las cosas más absurdas y eso me gustaba. Al levantar la barbilla la tenía roja de la presión, me la froté un poco y al instante se volvieron a escuchar gritos en la cocina. Rodé los ojos y me levanté.

–Pero es que si eres tonto no puedo hacer nada.– Le gritaba Ana a Blas mientras sujetaba un cuchillo de mantequilla

–Habló aquí la cortita que no hace divisiones fuera del instituto.– Se defendió Blas.

–Bueno, eso es que no lo hace nadie.– Salí en defensa de Ana, arrebatándola el cuchillo.– ¿Se puede saber que ha pasado?

–Fácil– Blas se cruzó de brazos– . Tenía que poner "cierta" medida de mantequilla en la batidora, pero noooo.– levantó los brazos excusándose– la señorita me exige una calculadora para ver en cuanto se reparte un maldito bote de margarina.

–¡Oh vamos! Para algo han creado las calculadoras, si no estarían inutilizadas.– Bufó Ana

–Ay pues triplica las cantidades de chocolate y leche y hechas toda la mantequilla. A ojo, no me pongas esa cara.– Puntualicé

–Vale, pero quiero que se vaya.– Espetó Ana, y Blas giró sobre sus talones y se fue.

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Acabamos con tres litros y medio de batido. Está bueno, pero demasiado dulzón. Ana, que era muy cuadrada ella, se tomó cuatro vasos con sirope extra. Ahora está en el baño, pobre chica. 

 Pero la gente no hace más que pelear. A destacar la más reciente; la pelea por el mando de la tele. Todos lo querían, todos lo añoraban, pero era mío. Y que alguien tuviera cojones para levantarme, que le castro. Y digo castrar porque María estaba debatiendo si tomar otro vaso de batido o no, pasaba de tele.

Empecé a cambiar de canal sin que nadie se diera cuenta. Al llegar a TNT (tenían el canal plus los muy malditos), escuché un gritito, obviamente de María. Saltó del sofá y señaló a la tele.

–¡Por dios que pequeños!.– Gritaba mientras se llevaba las manos a la boca.

–¿A tí que te pasa loca?– Preguntó David girando a mirarla. Esta se volvió a tirar al sofá. Todos los demás giraron.

–¡Oh dios mio! ¡Harry Potter! ¡La primera!– gritó Carlos y se sentó al lado de María.

–¿Te gusta Harry Potter?– Le preguntó María mirándole. Él asintió lentamente, y se dieron una mirada... extraña.

–Dos frikis y un destino.– Soltó Ana, que me acababa de quitar el mando.– ¿No pensareis ver esto no?

–Pues sí.– respondieron a la vez. Rodé los ojos divertida y me levanté.

–Me niego, además, en esta ni siquiera hay dramas ni nada, y aún son enanos, mola más la última que ya estan buenos y...–Siguió argumentando Ana, pero la cogí del brazo y me la llevé, y me siguieron todos.

Síndrome de Estocolmo {David (Auryn)}-EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora