"No lo siento"

2.7K 191 13
                                    

–Uy, que hambre me ha entrado de repente, voy a la cocina.– dijo David detrás de mí, llevándose la mano al estómago y empezando a caminar

–Tu de aquí no te mueves mal parido.– me giré pero ya se estaba yendo.– mierda.

Ana seguía con la misma cara, aunque ahora parecía un poco más de enfado. Sí, ahora era de mucho cabreo. Empezó a susurrar ligeros "¿Qué?" para intentar darse respuestas. Tendría que subir y explicárselo, pero me daba miedo el estado en el que estaba. Bueno a mí y a cualquier ser viviente con dos dedos de frente. La miré y sonreí para intentar suavizar la situación; la saludé con una mano y creo que la cagué mucho. Me miró mal, muy mal. 

–Ven. Aquí. Ahora.– dijo con voz firme señalando el suelo a su lado.– Ya.

Y subí temiéndome lo peor. No podía pegarme porque yo la pegaría más. Y acabaríamos pegándonos mucho y solo nos separarían dos tarrinas de helado. Que tampoco es mala idea. Parece que los escalones crujían más de lo habitual. Intenté actuar de la forma más natural posible, como si no pasara nada, como si acabase de besar a alguien del insti. Aunque me echaría la bronca igual. Llegué a su lado y la miré con cierta ternura poniendo cara de duda. Aunque era posiblemente una de las situaciones en las que más nerviosa tendría que estar, intenté comportarme. Más me valía.

Miró por la barandilla y observó que David se estaba haciendo un sándwich. Ay, que mono estaba cocinando. Ya lo he dicho mil veces pero es precioso. Ana me pisó y me sacó del trance, me agarró del codo y me condujo a mitad del pasillo, miró que no viniese nadie y se plantó en frente de mí. Puso sus brazos en jarras y me miró esperando una explicación. Pero ella me había llamado así que no hablaría hasta que no lo hiciese ella. Y así nos quedamos como un minuto, hasta que suspiró frustrada y se llevó una mano al pelo, tirando de él.

–Mira, tengo mal la vista de lejos, pero lo he visto perfectamente.–dijo intentando no parecer sobresaltada

–Ajá.–dije impasible

–No te me hagas la tonta. ¿De qué va todo esto?

–Creo que es bastante obvio.– dije meneando la cabeza de arriba a abajo.

–¡¿Pero tú de qué vas?!– me dió un golpe en el hombro. Emití un pequeño gritito de dolor y me sobé el punto donde me había dado. Le puse cara de niña ñoña.

–¿De qué va quién?– dijo María abriendo la puerta de su cuarto, que estaba justo enfrente. Abrazó a Ana por detrás y esta la miró igual de mal. Se separó y se vino a mi lado, se inclinó un poco sobre mí y me susurró.–¿Está menopáusica o algo?

–Te he oído maldita.– bufó frustrada, se volvió a llevar las manos al pelo y me miró con rudeza.– Pues pasa que aquí mi amiga anda liándose con su compañero de cuarto.

–¡Oh Dios mío! ¡Lo sabía!– dijo la castaña feliz, dándome ligeros golpecitos en el brazo.– Te pusiste celosa, sí sí. Se nota. Ay tía que emoción sos.– dijo llevándose las manos a la boca y soltando un grito silencioso.

–¿Sos?– dije acariciándola la cabeza para que se calmase

–Socorro, o sea, sálvame. Pero ese no es el caso. Ay que me da. ¿Besa bien? ¿Cómo fue? ¿A qué fase llegasteis?– siguió diciendo ella emocionada.

–Santa Madonna, cállate María. ¿Es qué nadie ve lo grave que es? ¡Tendrías que enfurecerte con ella!– dijo Ana, poniéndose en plan madre coraje.

–Ah, bueno, sí. Perdón.– relajó los músculos de la cara y me miró firme.– ¿Qué son esas muestras de afecto en público, señorita? A partir de ahora solo saldrás con tus amigos de la iglesia, tirando para la cama.– dijo ella serena. Junté los labios para no reírme

Síndrome de Estocolmo {David (Auryn)}-EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora