7- Una noche magica

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Una sensación indescriptible recorre todo mi cuerpo, siento hormigas recorrer mis piernas, mariposas revoloteando en mi estómago, y una extraña sensación de felicidad que es realmente atemorizante.

Podría vivir toda mi vida siendo así, "feliz",  sin que nada más importe, nada más que no seas tu y esa persona que te lleva de la mano guiando tus pasos.

Me siento revolotear como ave, que floto en una nube donde nunca antes había estado, ella hace que mi mundo gire a su entorno.

-Any, ¿nerviosa?- susurró en mi oído haciéndome estremecer.

-¿Qué te hace pensar que estoy nerviosa?- refunfuñe.

-Te tiemblan las manos- se burló descaradamente de mi- Eres adorable.

-¡Ay, callate!- solté su mano y comencé a caminar sin visión alguna por la venda en mis ojos.

-Vas a caer- la escucho reír de esa manera tan contagiosa que siempre provoca mi risa inmediata- Eres muy chistosa, ¿sabías?.

-Y tú eres una, ¡tarada!- levanté mi mano en el aire y saqué mi dedo del medio.

Di tres pasos más, me había decidido a quitarme el vendaje, pero se me fue imposible dado a que sus tibias manos alcanzaron las mías impidiendo que hiciera dicha acción. 

-No, señorita Anahí- su voz nuevamente estaba más cerca de lo que debía, esas ocasiones me hacían temblar, no puedo evitar estar nerviosa con Dulce a centímetros de mi rostro.

-¿Dul, falta mucho?.

-De hecho ya llegamos, ¿preparada?.

-¡Más que nunca!- exclame emocionada.

Sentí su mano abandonar la mía, en ese mismo instante se colocó a mis espaldas para quitarme la venda de los ojos.

En el momento que quitó dicha venda, ante mis ojos apareció un lugar hermoso, palmeras que se movían por el viento, la luna resplandecer sobre ese mar azul, la brisa soplaba en mi rostro haciéndome sentir libre de cualquier cosa, la arena color café, con caracoles, y conchas diminutas.

El lugar es hermoso, perfecto. En el medio de cuatro palmeras se encuentra una mesa con dos sillas. En el centro de la mesa se encontraba un vino, dos copas, dos platillos con comida que se ve deliciosa, en la arena se encuentra una cubeta plateada con hielo más unas candelas medianas que rodean el lugar haciéndolo lucir hermoso, sin olvidar mencionar el camino de pétalos de rosas que hay hasta el mar.

Nunca pensé que alguien hiciera algo así por mi, es demasiado hermoso para ser cierto, esto es una cita romántica al aire libre con el mar y la luna de testigos. ¿Le gusto?, ¿Amanda tenía razón?.

-¿Te gusta, Any?- volteé boca abierta para mirarla a los ojos, mi corazón estalló emocionado al encontrarme a una Dulce totalmente indefensa, sus ojitos parecen los de un perrito triste, es tan hermosa, se muerde el labio nerviosa por mi respuesta haciéndome sentir nuevamente en las nubes- Mira yo se que tú y yo pues...

-Dul, es perfecto, ¿ok?- me acerqué a ella con rapidez, la tomé de las dos manos y besé su frente- Ésto es hermoso, nunca nadie había hecho algo así por mi, y realmente estoy feliz de estar aquí contigo.

-Me alegró que no te hayas asustado- rascó su cabeza- ¿Vamos a cenar?.

-Sí, se ve exquisito- caminé hacía la mesa y jale una silla para que ella se sentara- Toma asiento.

Se acercó a mi lentamente, mirándome de esa manera intensa que me hiela todo mi cuerpo haciéndome lucir estúpida.

-Gracias- sonrió pasando por mi lado y tomando asiento- Es usted muy amable señorita.

¿Y si nunca te hubiera conocido?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora