16. Reconocer la verdad

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16. Reconocer la verdad

Permiso, ¿Micaela está?—  Solicitó Bianca una vez que Marcela, la mamá de Micaela, le abrió la puerta para que pudiera ingresar a su casa.

Habían pasado alrededor de tres días desde la última vez que Bianca había hablado con Micaela, y eso la tenía más que preocupada porque ellas solían hablarse todos los días. Así que por esa razón, decidió no darle más vueltas al asunto e ir hasta su casa para ver qué era lo que tan mal la tenía, aunque ya tenía una gran sospecha.

— Si. Pero estoy muy preocupada porque ella está encerrada en su cuarto desde hace tres días.—  Comentó Marcela sumamente triste y la preocupación de Bianca empezaba a aumentar. — Apenas sale para comer algo, pero nada más que eso. ¿Sabes qué le pasa? Nunca la vi tan mal como en estos últimos meses y está así desde que...

—Desde que no lo ve a Bruno.—Completó Bianca, en voz baja, esa oración mientras que Marcela asintió.

— Y ayer cuando le propuse llamarlo a él para que, no sé, la viniera a visitar o algo, ella solamente se puso a llorar.—  Murmuró Marcela apenada, al recordar lo mal que estaba su hija y cómo la había afectado emocionalmente esa simple mención de su mejor amigo, lo cual la sorprendió un poco. — ¿Qué pasó entre ellos, Bianca? Bruno no viene desde hace un tiempo, y cada vez que se lo pregunto a Micaela, ella no me quiere responder nada.—  Preguntó y comentó ella sumamente preocupada. Pero Bianca sentía que ella no era la persona ideal para responderle esa pregunta.

— Es una larga historia.— Respondió Bianca suspirando. — ¿Puedo subir a verla? Quizás me puede escuchar y la puedo ayudar un poco. — Sugerió ella y la madre de su amiga, que se encontraba todavía confundida por la situación, simplemente asintió.

Después de que intercambiaran algún que otro comentario más, Bianca finalmente subió las escaleras para poder verla a Micaela. Ella golpeó varias veces la puerta, pero ella no le abría la puerta. Bianca comenzaba a preocuparse demasiado.

—  Mica, sé que quizás no queres hablar ni ver a nadie. Pero quiero que sepas que si me necesitas, acá estoy.—  Murmuró ella con el tono de voz más suave que podía utilizar.

Al escuchar que era Bianca la persona que la había ido a ver, Micaela suspiró y decidió abrirle la puerta porque al fin y al cabo, ahora si necesitaba demasiado poder desahogar todo lo que venía acumulando desde hace meses, o quizás años, con alguien y sabía que a ella podía confiarle todo porque era una gran amiga.

Bianca se impactó al ver el estado depresivo en el cual se encontraba Micaela: ojos rojos y sumamente hinchados, producto de que había llorado demasiado; su pelo estaba totalmente despeinado y todavía estaba en pijama a esa hora de la tarde, lo cual era sumamente raro en ella.

— Me dijo tu mamá que ya pasaron tres días desde la última vez que saliste de tu casa. ¿Qué pasa, Mica?— Decidió preguntar Bianca una vez que ambas se sentaron en la cama para poder hablar más tranquilas.

— Porque hace tres días se cumplieron cinco meses de la última vez que lo vi a Bruno.— Respondió Micaela con la poca voz que le quedaba y mirando una foto, que tenía en su mesita de luz, en la cual estaban ellos dos juntos.

— ¿Queres que hablemos sobre eso?—  Decidió proponer Bianca, sintiendo que ya era momento de que Micaela pudiera expresar todo lo que la ausencia de Bruno, en su vida, significaba para ella.
Micaela simplemente asintió y suspiró porque no sabía muy bien cómo podría expresar en palabras todo lo que sentía.

— Lo necesito y lo extraño mucho.—  Comenzó a explicar Micaela y Bianca decidió escucharla.— Nunca en mi vida me imaginé que se pudiera extrañar a alguien tanto como yo lo extraño a él. Me siento vacía porque él le daba sentido a todo y ahora...— Agregó ella, sintiendo como un nudo en su garganta se formaba, y que en verdad ya no tenía más fuerzas para nada.

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