Cap.2

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-Hola.-Se acercó una chica a la cual desconocía.

-Hola.-Le devolví el saludo.

-Hey, Samantha, ¿Cómo estás?-Preguntó Kendall a la pelirroja que al parecer conocía más que yo. Ella, sin decir nada, tomó asiento entre los dos. Un poco... ¿Maleducada? Kendall la saludó con el típico beso en la mejilla, se notaba confianza.

-Mal...  Kendall, las cosas no van bien en casa...-La chica bajó la mirada.

-¿Tu padre?-preguntó él cogiéndole la mano.

-¿Quién si no?-Dijo con tristeza pero a la vez ironía. El rubito me lo tendría que contar todo.- Hace tanto tiempo que no hablamos...-Kendall suspiró y se levantó del banco.

-Logan, ¿Me disculpas un momento?-Dijo mostrando una sonrisa- Samantha y yo tenemos que discutir unas cosas.-Yo sólo asentí y miré a Kendall con cara de "Luego me cuentas".

Pero bueno... ¿Qué fue eso? ¿Una novia, tal vez? Por favor... Nadie se traga el numerito de "Las cosas no van bien en casa..." A excepción del rubito. Él se lo traga todo. Pero a veces no tendría que ser tan confiado... la gente abusa. 

Narra (Tn)________:

El taxi que me llevaba a mí y a mi familia a nuestra nueva ciudad iba ya a arrancar. Me subí en él, no quería pelear más.  Había peleado mucho con mi familia sobre el tema de la mudanza. Había peleado, peleado, peleado y más peleado hasta más no poder, pero simplemente no lo había logrado. Nos mudábamos a Minnesota. Allí hacía un frío terrible, pero eso no era lo peor. Me había separado de mis mejores amigas... de mi casa que tantos recuerdos guardaba... de mi instituto que fue mi lugar de estudio durante cinco largos años... de mis familiares que aún vivían allí... de mis mascotas que las tuvimos que dejar con mi abuela... de la calor que allí había... Me separé de lo más importante de mi vida. Y por eso, estaba realmente enfadada, cuyo enfado se convertía en tristeza a la vez. 

Me encendí los auriculares y empecé a escuchar música, la cual no me calmaba mucho, pero bueno. Al medio rato ya estaba profundamente dormida.

-(Tn)____... (Tn)_____... ¡¡Despierta (Tn)____!!-Me dijo mi hermana pequeña. Ella estaba igual de enfadada que yo, la compredía.

-¿Qué? ¿Qué pasó?-Pregunté un poco desorientada- Que quieres enana...-Dije de mala gana.

-Que te bajes, acabamos de llegar. Y no me llames enana.-Dijo ella sacando sus maletas.

Me froté los ojos con cuidado, me levanté del taxi y fui a por mis maletas. Entré en la gran casa que íbamos a vivir a partir de ahora. Era enorme, pero no me animó en absoluto. Sólo quería tirarme en la cama, dormir, y dormir, hasta que la tristeza que llevaba en mi corazón por fin desapareciera, cosa que iba a faltar más que el sueño. Entré en mi habitación. También era enorme. Paredes lila claro con mariposas violetas, cortinas blancas con más mariposas violetas, un gran baúl de madera para guardar cosas, dos armarios blancos con cajones morados, una alfombra de algodón con tonos lila... pero lo que más me sobresaltó fue la cama. Era enorma, blanda. Tenía un cabecero blanco con rayas violetas por enmedio, y el adredón era del mismo color y con rayas blancas. Unos cojines, la complementaban. Era preciosa. 

-¿Qué?-Me giré para verla- Te gustó, ¿cierto?-Me preguntó mi madre sentándose en mi colchón.

-Mamá, no estoy de humor.-Era verdad. Odiaba esto.

-Cariño... sabes perfectamente que tu padre tenía trabajo aquí... y allí no teníamos nada que hacer.-Me explicó- Además... ¡¡Mira la parte positiva!! Es...

-¡¡Pero es que no hay parte positiva!!-La interrumpí enfadada- Me he separado de mis mejores amigos, he dejado un mundo donde he vivido toda mi vida... ¡¡Sólo por ese estúpido trabajo!! ¡Tu nunca podrás entenderlo! ¿Me oíste? ¡Nunca!-Remarqué con los ojos cristalizados.

-Ya discutimos esto hace mucho. Cuando te quieras tranquilizar, vienes y me hablas.-Me dijo frunciendo el ceño y saliendo de la habitación.

Cerré la puerta de golpe y me lancé tumbada en la cama. No quería apoyo. No quería nada. Quería que todo esto fuera un sueño... que nada fuera real. Que estuviera durmiendo en una de las hamacas de mi casa... pero sinceramente, yo sabía que no iba a volver. Lo sabía. Y... por más que quisiera animarme... no podía. No podía pensando que nunca más iba a ver a nadie de allí, incluso a mis abuelas. Estaban en la otra punta del mundo... y mi padre trabajaba 360 días de los 365. No podía soportarlo.

Juntos hasta el fin (Kendall Schmidt, Logan Henderson & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora