Nada en la vida es fácil o difícil, todo depende de qué tanto se desea brillar en media oscuridad.
Cada uno de nosotros somos una estrella fugaz que atraviesa los cielos nocturnos cada noche, y que, por desgracia en algún momento llegamos a hacernos...
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Los años habían pasado muy rápido, habían sido exactamente CUATRO años los que tuve que aceptar el duelo de haber perdido a mi dulce pequeña, una bebé que permanecía en mi corazón aunque ya "no estuviera conmigo".
Mi dulce princesa ya tenía 4 añitos de edad, era muy hermosa pareciéndose mucho a mi y a su padre Paul pues sus cabellos eran dorados como las estrellas, sus ojos esmeraldados como zafiros y su piel blanca con algunos moretones ya que, lamentablemente había crecido con la loca de Michelle quien al robársela le había puesto otro nombre distinto "Julia", el cual era su nuevo tercer nombre, pues en realidad se llamaba MARIANGEL ISABEL pero siempre la llamé por su primer nombre, es decir, Mariangel al gustarme ese nombre toda una vida.
Por desgracia, mi pequeña era víctima de maltrato y casi siempre portaba en sus frágiles brazitos moretones muy marcados los cuales dejaban una huella imborrable dentro de su corazón al poder recordar como la maltrataba desde muy pequeña bloqueando sus más preciados recuerdos pues aún no podía acordarse de su trágica vida pasada.
Desde luego, la loca de Michelle debía de asegurarse que Julia NO recordara nada jamás, por eso se mantuvieron lejos por más de 10 años, ya que si reaparecieran podía significar el rechazo absoluto de la pobre Mary hacia la que creía era su madre toda su vida teniendo que sufrir el encarcelamiento de su madre "adoptiva" en una prisión de mujeres o verla en un manicomio para siempre quedando marcada de por vida al sentirse una farsa, una basura y un completo estorbo para ella, la mujer que tristemente amó más que a su vida al ser su "mamá".
Mariangel, o mejor dicho "Julia" crecía siendo maltratada por Michelle, sin embargo su alma era como la mía de pura por lo que era feliz a su modo los primeros años de su vida jugando como cualquier niña de su edad, divirtiéndose haciendo travesuras sin parar para que sus recuerdos de infancia no fueran tan deprimentes y esos mismos le ayudaran a sanar sus más profundas heridas del alma muchos años después.
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