Julia era ya adolescente, por fin tenía sus ansiados quince años de edad y ya era hora de que fuera a la secundaria pues Michelle se lo había prohibido estudiando desde la casa siendo presa de sus propios miedos al ser nuevamente maltratada por ella volviendo a lo mismo que hace años atrás regresando a ser la misma infeliz, insegura y miedosa niña pequeña.
Aunque su niñez la pasó mal por las complicaciones de salud y su madre demente tuvo que pasar por algo aún peor, pues durante su estadía en la primaria sufrió de bullying constante por parte de sus compañeros de clase siendo aún más tímida, retraída y silenciosa pero sobre cautelosa con los amigos que escogía al sentirse poca cosa a la par de los demás siendo reflejado en su propia autoestima la cual bajó drásticamente desde que su madre Billy se había ido para siempre dejándola con solo diez años encerrada con el moustro que resultó ser su madre.
--Hey, maldita, ¿Qué pasó contigo? --preguntó una chica cruelmente riéndose de Julia.
--¿A qué te refieres? --preguntó la pobre Julia algo cansada de sus bromas abrumada por lo que ahora seguía en su tortuosa vida.
--¡A que sigues siendo la misma SUCIA e infantil enferma convaleciente! --aseguró la chica empujando a Julia al suelo lastimándola un poco.
--¡Hey!, ¡Me duele mucho el brazo!, sabes que puedo morir si me lastiman, ¡Qué cruel eres de verdad que si ehh Hillary! --dijo Julia en verdad afectada por lo dicho tratándose de levantar del suelo con el corazón más roto de lo normal.
--¡Qué exagerada eres de verdad!, Julia, por eso no tienes amigos y tu propia madre NO te quiere, ¡Ya olvídate de tus enfermedades y se normal!, es hora de que cansas a cualquiera!, ya estamos en la secundaria y debes ser diferente. --aseguró la chica de nombre Hillary algo indignada y asqueada viendo como Julia trataba de mantener una sonrisa aunque se estuviera destrozando por dentro.
Julia era en verdad hermosa a pesar que sus compañeras la hicieran la vida miserable por su físico al ser una niña, pero ahora, a los quince años había veces en que ella misma podía estar consciente de su belleza al poder tener la dicha de observar que sus cabellos seguían siendo dorados como el oro desde que nació y sus ojos deslumbrantemente azules, tan azules que se podía perder en ellos, era más como una especie de sendero turquesa del cual era difícil salir o olvidar pero lamentablemente en ellos también se mostraba dolor por dentro sin si quiera a veces saber el porqué, uno el cual Ángela igualmente tenía y a quien pronto sus pesadillas volverían de un solo golpe.
Pero a pesar de su infelicidad marcada desde lo más profundo de su alma Julia seguía sonriendo y jamás se rendía por nada del mundo prometiéndose a sí misma ser feliz bajo sus propios medios cuidando su salud a como podía y siendo como era desde siempre, una chica humilde, sincera y amorosa aunque su madre no lo fuera con ella como tanto deseaba por largos años al igual que yo, su madre biológica, quien estaba cada vez más cerca de ella.
Habían dos clases de emociones: felicidad pero tristeza al mismo tiempo, pues la felicidad vendría cuando supiera sobre mi hija mayor quien estaba viva frente a mi pero infelicidad y preocupaciones por el simple hecho de volver a ver a los fantasmas de mi pasado el cual había tratado de dejar atrás muchos años después de lo sucedido jurándome cuidar y dedicarme a mis tres hijas por el resto de la vida sin imaginar que algo así podría volver a pasarme.
Eso significaba un posible reencuentro conmigo, su madre biológica y con su nana Ángela quien la cuidó los primeros seis meses de vida como si fuera su sobrina jamás olvidándola aunque sus más bonitos recuerdos le fueran arrebatados por Michelle, la mujer más cruel en el mundo.
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Estrellas Fugaces©
Roman pour AdolescentsNada en la vida es fácil o difícil, todo depende de qué tanto se desea brillar en media oscuridad. Cada uno de nosotros somos una estrella fugaz que atraviesa los cielos nocturnos cada noche, y que, por desgracia en algún momento llegamos a hacernos...