30. Te odio, idiota.

1.4K 92 36
                                    


El ambiente era tan sereno y pacifico.

Abbado, Aigner, Abellan y mi primo se encontraban apretujados en el sillón observando un viejo partido de fútbol en la televisión, junto a ellos, sentados en el piso estaban Scott, Jeremy, Alex y Emma.

Se veían como una manada de feos zombies zánganos.

Yo, por otra parte, como la más responsable de toda esta manada de trogloditas, preparaba lo mas rápido que podía el desayuno antes de que se les diera por volverse caníbales.

Serví 9 vasos de zumo de naranja, y los pancakes que prepare, también en 9 platos. 

Wow, que difícil era alimentar tantas bocas, ya me estaba empezando a hacer la idea de no tener hijos nunca.

Mire mi obra maestra y sonreí. Solo faltaba la miel.

Me estire lo mas que pude sobre el mostrador tratando de alcanzar el tarro de miel que se encontraba en el gabinete de arriba, pero fracase en el intento gracias a mi aun lastimado tobillo. 

Fruncí el ceño, necesitaba conseguir esa miel como fuese.

Me quite el zapato y lo tome entre mis manos apuntando hacia el estante.

   —¡Ey! no todo se resuelve arrojando un zapato — Sam me arrebato el zapato de la mano y bajo el tarro de miel por mi, la intente tomar pero este la aparto lejos de mi alcance— Quiero escuchar las palabras mágicas antes.

  — ¿Abracadabra?  Oye, ¡No es momento para bromas! tengo 9 bocas hambrientas que alimentar, ah y Emma que come por dos — golpee su estomago haciendo que se doblara del dolor y le arrebate la miel— ayúdame mas bien a poner la mesa. 

Abellan rodó los ojos.

—Claro, solo espera que el aire me llegue de nuevo a los pulmones — contesto sarcástico con su precioso acento. Detestaba que hasta sarcástico sonara genial.

 — Exagerado— le conteste en cambio.

— No exagero, ¡Podrías ser boxeadora profesional!

Reí.  

— No eres el primero que me lo dice— le guiñe un ojo.

Me sonrió mostrando todos sus dientes. 

Santiago apareció de la nada parándose frente a Sam.

— ¡Hey, Abellan! ¿No has visto la sudadera que me prestaste? realmente creo que la perdí anoche en algún lugar.— le pregunto.

— Yo... 

—Perdón que me meta— interrumpí— pero, ¿No es esta la sudadera de la que hablan?— señale una que había encontrado tirada por allí en la mañana cuando me desperté. Tome la prenda negra detallandola por primera vez, y un vago recuerdo de haberla visto antes vino a mi cabeza.

—Si —Santiago me sonrió — siempre tan oportuna pequeña— me miro tomando la sudadera, y creí ver detrás de sus palabras una enorme indirecta. Se dirigió a Sam esta vez— Gracias hermano— le entrego el abrigo.

Agarro un plato con pancakes y un vaso con jugo y antes de salir por la cocina comento como si nada.

— Ojala tu tobillo se recupere pronto, a la próxima deberías tener mas cuidado.


¿La próxima?

...

 —  Entonces, salí corriendo por todo el estacionamiento vestido con tan solo una bolsa de basura que encontré por allí gritando; ¡Soy divergente y no puedo ser controlado! siendo perseguido a la vez por un guardia de seguridad— Emma y yo reímos fuertemente del anécdota que contaba Alex mientras todos comíamos mis majestuosos pancakes en el comedor. — Desde entonces tengo prohibida la entrada a ese centro comercial, incluso se les ocurrió poner una foto mía prohibiéndome la entrada por si alguna vez se me ocurre volver por allí— sonrió.

¿Admirador Anónimo? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora