29. Una figura sin rostro.

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Aparté a Abbado de un fuerte empujón y me levante de golpe. El se puso en pie justo enseguida de mi.

—Sebastian nos estaba viendo— le dije mirando un punto fijo detrás de su hombro.

Quizás, buscando alguna señal de vida del chico de ojos arcoiris.

—Lo siento Andy- rasco su barbilla incomodo.

—¿Sientes haberme besado?  — pregunte frunciendo el ceño al no comprender el por que de su disculpa.

Sonrió enseñando su blanca dentadura.

—No— negó con su cabeza acercándose hasta llegar a mi oído— Siento que ese idiota nos haya interrumpido.

Trague saliva y sentí como cada uno de mis pelos se ponían de punta.

 —¿Por que tan nerviosa, pequeña?  — tomo mi cadera con sus fuertes manos.

Me quede estática en mi lugar.

  — Lo hiciste de nuevo— afirme— Es la segunda vez que me llamas pequeña— le acuse al ver que no decía nada por defenderse.

  — En realidad no es la segunda vez — susurro muy sutilmente.

Me aparte de su agarre.

 —¿Por que lo dices?  — mi voz sonó rara.

Hubo un largo silencio de su parte.

 —¡¿Por que?!  — explote.

Santiago soltó un suspiro cansado.

— Siempre me has gustado Andromeda Steel — Admitió— Siempre me gustaste, incluso desde que eras tan solo una pequeña niña inquieta. Por eso la razón de mi apodo— se encogió de hombros— Me gustas. Aunque nunca te hayas dado cuenta.

— Eso no puede ser — juguetee con mi brazalete— Nunca me habías volteado a ver antes.

 — Eso es lo que tu crees. — rió sin ganas— Deberías darte cuenta que muchas veces llegas a ser tan distraída como para no darte cuenta de lo que es obvio.

Tomo mis manos con las suyas.

  —Pequeña.

 — ¿Si?

 —¿Saldrías a una cita conmigo?  

...


—¡No te calles justo ahora, estúpida! — grito Emma anonadada con lo que le acababa de contar—   ¿Que le respondiste?— Pregunto en un tono mas bajo al darse cuenta de su grave error.

Tuve que contarle absolutamente todo, sumándole señas, pelos y cada detalle a mi curiosa y rubia mejor amiga de lo que me acababa de suceder con Abbado. 

Después de terminar de limpiar, mi primo Michaell tuvo la fantástica idea de invitar a quedarse a todos los chicos aquí. En mi casa. Emma al ver mi para nada disimulada cara de terror, decidió quedarse junto a mi haciéndome compañía. 

Mire como las gotas de lluvia corrían por la venta junto a mi. Como si hiciesen una carrera por ver cual era mas veloz. Algunas pocas se quedaban pegadas a la superficie de cristal sin moverse a diferencia de las otras. Así me sentía yo, como una incomprendida gota de lluvia que no quería correr por el cristal. Que no quería seguir corriendo por la vida sin disfrutar de los verdaderos momentos mágicos que valen la pena recordar.

 —  Ah, andas filosófica.

 — ¿Crees que soy como una gota de lluvia?— suspire—¿Piensas que estoy corriendo la carrera de la vida sin disfrutarla realmente? 

¿Admirador Anónimo? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora