Capítulo 2

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El pulso se me acelera a medida que las respiraciones se me entrecortan. En el suelo yace el cuerpo jadeante de Irina. Una mancha roja destaca en el lado derecho de su pecho.

—Vete de aquí, Rym. Hay alguien merodeando por esta zona —me susurra mientras me agarra el hombro. Su respiración es tan sonora que temo por que nos localice quien sea que merodea por aquí.

—No me voy a ir sin ti—anuncio desesperada. Aparto la camisa y observo un enorme boquete de bala. Mis ojos se abren como platos ante la espantosa visión.

—No creo que pueda seguir. La herida es horrible —jadea. Intento agarrarla y tirar de ella, pero me resulta imposible. A mi poca estatura hay que sumarle el rascacielos que siempre ha sido mi hermana.

—Mierda —se me escapa. En momentos como este desearía haber desechado la opción de ortodoncia y haber optado por medicina.

—No creo que aguante mucho aquí. Debes irte —me ordena con semblante serio.

Saco un pañuelo del bolsillo y cubro la herida. No tengo ni idea de esto, pero creo que es lo mejor que puedo que hacer. Miro a mi alrededor en busca de algún movimiento, señal de una nueva presencia. Pero no capto nada. Irina ahoga gritos en su garganta mientras suelta una serie de improperios.

—A partir de ahora vas a tener que cuidarte sola, Rymmie —Irina estira su brazo y acaricia mi empapada mejilla. Niego repetidamente mientras sollozo. No quiero que me deje. Si ella se va...

—No puedes dejarme... —balbuceo. —Sin ti no voy a ser nada...

—Qué mala hermana he sido...—suspira. —En vez de hacerte crecer, te he convertido en una chica muy dependiente de mí. Pero ahora vas a poder demostrarte a ti misma que puedes ser autosuficiente, independiente y valiente. Sé que lo eres —me anima mientras acerca mi frente a la suya.

—Irina...—apenas puedo articular su nombre. Presiono el pañuelo, ya empañado con sangre, para evitar que salga más. Pero sé que es en vano, como casi todo lo que he ido haciendo después de este apocalipsis.

—Yo cuidaré ahora de mamá y papá. Haz que se sientan orgullosos de ti —me sonríe cálidamente.

—Me quedo contigo—balbuceo temblorosa. Puedo percibir cómo, poco a poco, los verdosos ojos de mi hermana se van cerrando.

—No puedes quedarte aquí. Sabes que cuando muera, volveré como una de esas cosas. Y te haré daño —me susurra mientras me acaricia el pelo.

—No me dejes sola —me precipito a los brazos de mi hermana y nos fundimos en un abrazo. Puedo percibir cómo su pecho sube y baja, cada vez de forma más débil, cada vez con menos frecuencia. Me aferro a su camiseta y sollozo. Ha llegado un momento en el que ya no percibo movimiento. Me incorporo ligeramente para observar el rostro de mi hermana. Con los ojos cerrados y la tez un poco pálida. Parece que está dormida plácidamente. Es hermosa.

Una serie de gritos y voces hacen que me sobresalte y mire hacia todos los sitios. Voces graves masculinas. Me acurruco junto al cuerpo de mi hermana. Podría correr e intentar huir, pero creo que me verían. También podría hacerme la muerta y esperar a que no reparen en mi presencia. Viendo la cercanía de las voces, decido tumbarme y cerrar los ojos. Rezo para que no se percaten de nada.

— ¡Eh!, ¡Dwight! ¡Ahí hay algo! —grita una de las voces. Siento cómo mis párpados tiemblan. Mierda, van a venir a ver. Debo estar muy quieta.

—Serán caminantes muertos... —apunta uno.

Siento el suelo chasquear con cada paso del grupo. Decido disminuir mi número de respiraciones. Por Dios, que me dejen en paz. Sólo pido eso. Aún con los ojos cerrados puedo percatarme de que alguien se cierne sobre mí. Permanezco muy muy quieta. Una respiración impacta contra mi rostro y me asusto interiormente.

— ¿Están muertas? —comienza una de las voces.

—La rubia sí. Pero... —hace una pausa y toca mi mejilla —tengo mis dudas con la morena. No parece que tenga heridas.

—Es bonita, ¿eh?— ríe uno. —Tiene unos labios carnosos muy apetecibles.

Un coro de risotadas le sigue al comentario. Algo dentro de mí se revuelve. Asco. Miedo. Rabia.

Unos brazos me acogen y me elevan del suelo. Decido abrir los ojos rápidamente. Un joven de pelo rubio y ojos verdes me mira algo sorprendido. Apenas me da tiempo a ver más. Me revuelvo y me zafo de sus brazos. Echo a correr, pero pronto alguien me agarra del brazo y me obliga a girar. Mi opresor me mira de forma lasciva y una sonrisa retorcida. Me aprieta los brazos y empiezo a gritar de dolor.

—Me parece que eres una muñequita muy traicionera —comenta burlón.

—Arthur, déjala. No la golpees. Ya sabes lo que nos tiene dicho Negan —le interrumpe el rubio.

—Deja de lamerle el culo, Dwight —gruñe este. Dicho esto, vuelve tirando de mi al grupo y me pone frente al rubio. Este me mira curioso y con una pequeña sonrisa que no sé muy bien cómo interpretar.

̶ ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? ̶ me pregunta.

Me planteo la posibilidad de no responderle. No sé qué pretenden estos tipos. No sé quién es ese tal Negan del que hablan. Parece que es el que manda.

— ¡Respóndele! —ruge Arthur.

— ¡Cállate, Arthur!—le silencia Dwight sin mirarle. Sus ojos se clavan en los míos esperando paciente una respuesta.

—Me llamo Rym. Tengo 20 años —respondo temblorosa.

—Dwight —interrumpe uno del grupo. —Deberíamos irnos. No sé cuánto tiempo llevará muerta, pero la rubia puede volver en cualquier momento.

— ¿La conoces? —Dwight señala a Irina.

—Es mi hermana mayor —susurro mientras observo su cuerpo sin vida.

El rubio asiente y deja paso a otro del grupo. Porta una cuerda en sus manos. Cuando me doy cuenta, la enrolla en mis muñecas.

—Te vienes con nosotros —sentencia Dwight mientras reanuda el paso.

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