Capítulo 4

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El rechinar de mis dientes retumba en mis oídos. Cuando era pequeña, tenía la costumbre de esconder la cabeza cuando algo me intimidaba. Pensaba que al dejar de ver el problema, desaparecía. A lo largo de mi vida, ese pequeño gesto de agachar la cabeza me ha acompañado en todo tipo de situaciones.

Una vez más, fiel a mí misma, decido continuar sin mirar a Negan. El silencio es sepulcral. Al ver mi intento de escape, el del bate se agacha y busca mi mirada con una sonrisa encantadora y mortífera a partes iguales.

—Vamos, muñequita, no quiero hacerte daño—me anima—. ¿Cómo te llamas?

"No se lo digas, tonta", me advierte mi mente. Pero, si no se lo digo, puede que me mate o, peor aún, me castigue.

—Me llamo Rym...—susurro.

— ¡Rym! —eleva el tono de voz para que lo oiga todo el campamento. Me agarra la barbilla y me obliga a clavar mis ojos en los suyos—. Bienvenida a los Salvadores.

Dicho esto, me agarra la mano y me pone en pie. Todo esto con una delicadeza inquietante. Me hace girar y me mira de arriba abajo.

—Mierda, cariño, no puedes llevar esta ropa—continúa—. ¡Sherry, llévate a nuestra pequeña Rym a cambiarse de ropa! Dale un vestido bonito.

La chica que hasta hace unos minutos me observaba con pena se acerca a mí y me toma del brazo con cuidado.

—Sí, señor.

La joven tira de mí y se me lleva a una de las tiendas de campaña. Yo busco el momento en el que abrir la boca y me anime a decir que me quiero ir de este sitio. Al entrar en el pequeño habitáculo de tela, Sherry me suelta y empieza a rebuscar en una amplia mochila.

—Creo que mi talla te irá bien—murmura mientras saca un vestido. Lo extiende frente a mí para comprobar si es mi talla. Es azul cielo con pequeñas flores rosas—. Ten, pruébatelo.

Cuando me da la prenda, Sherry se recoge su largo cabello castaño en una alta coleta. Yo comienzo a desvestirme con desgana. No me agrada la idea de deshacerme de mi ropa y menos si tengo que hacerlo delante de una completa desconocida.

Deslizo el ligero vestido de tirantes por mi cabeza y cae de una pieza. Se adapta perfectamente a mi cuerpo. Me observo unos instantes. La falda del vestido tiene un poco de vuelo y, para mi gusto, es un poco corta.

Creo que ha llegado el momento de hablar.

—Muchas gracias, Sherry. Pero creo que quiero irme...—confieso algo sonrojada.

— ¿Cómo? —La boca de la morena forma una amplia y perfecta O mientras sus ojos se abren como platos—. Mira, Rym, creo que eso no va a ser posible...

— ¿Por qué? —pregunto con un hilo de voz.

—Te lo resumo en una frase: una vez que entras en los salvadores, no puedes salir —sentencia mientras se cruza de brazos.

—No puede ser...—susurro devastada—. ¿Estás de broma, verdad?

Sherry niega lentamente. Estoy perdida. No quiero esto. No quiero vivir con un grupo de hombres violentos cuyo jefe es un encantador de serpientes psicópata. La mujer me peina el pelo y lo recoloca con cuidado.

— ¿A qué viene todo esto? —exijo saber interrogante.

—Negan quiere que todas sus mujeres vayan guapas—responde automáticamente mientras me recoloca un mechón detrás de la oreja—. Lista—sonríe para sí.

Abro la boca para preguntar sobre lo que acaba de decir, pero alguien entra en la tienda. Es Dwight. Al cruzar su mirada con Sherry, sonríe.

—Nos marchamos ya. Negan quiere volver a la fábrica —informa. Después me mira un instante y continúa hablando—. Y ocúpate de ella, Sherry.

—No te preocupes, ahora recojo todo. No me separaré de Rym—le asegura con una sonrisa cómplice.

No hace falta ser una experta para saber que existe algún tipo de relación que va más allá del compañerismo entre Sherry y Dwight. El rubio abre la tienda de nuevo y desaparece.

—Ahora nos marcharemos a nuestra base. Es ahí donde solemos hacer vida. Durante algunos períodos salimos de sus muros y acampamos en busca de suministros y personas como tú—responde a mis interrogantes mentales.

Una vez recogido todo, todos los miembros de los salvadores esperan a Negan, que sale de su RV y se coloca en el centro. Todos y cada uno de los miembros de la comunidad se arrodillan a su paso. Sherry tira de mí hacia abajo para que me agache.

—Bien, muchachos—comienza—es hora de volver a casa. Estoy cansado de la misma mierda de paisaje, necesito volver ya a mi jodida cama. Moved ya vuestros jodidos traseros.

Es impresionante la cantidad de tacos que suelta en cada frase. En mi vida había topado con una persona tan mal hablada. Nos ponemos en pie y empezamos a andar.

—Rym, tú te quedas.

La voz tosca de Negan hace que me paralice. Al girarme observo cómo se acerca a mí con su bate en la mano. Me tiende la mano y me la quedo mirando unos segundos. La amplia sonrisa de su rostro permanece con fuerza. Estiro mi brazo y agarro su mano.

—Mierda, encanto. Qué mano más delicada—ríe. Yo decido seguirle el juego y finjo una risita—. Te voy a explicar las reglas.

Me lleva a pasear por el campamento. Me quedo absorta cada vez que un salvador se agacha ante la presencia de Negan. Madre mía, parece un verdadero Dios. Su fuerte mano agarra la mía con ganas. Observo de reojo cómo fija sus ojos en mí. Los colores afloran en mis mejillas. Tengo la maldita costumbre de sonrojarme cada vez que me miran durante mucho tiempo. Siempre me pregunto por qué lo hacen.

—Permíteme decirte, Rym, que estás preciosa. Ese vestido te queda muy bien—ronronea de forma cálida.

Decido entrar en modo avestruz y esconder aún más la cabeza. Este tipo de comentarios y halagos me ponen muy nerviosa.

—Gracias..., señor—musito.

—Bien, nena—ríe—. Como ya sabes, soy Negan. Y soy el dueño de toda esta mierda que ven tus ojos. Soy el maldito dueño—se carcajea solo—. Tengo pocas reglas, pero hay que cumplirlas. No soy un puto tiquismiquis de mierda. Es jodidamente sencillo. Aquí se cumplen todas y cada una de mis órdenes y peticiones. Mis hombres se marchan de expediciones para recoger comida y suministros. Y todo eso lo tengo que aprobar yo. Nadie se marcha más allá de mis muros sin yo saberlo. Podrías pensar que soy un puto lunático controlador, pero tan solo pido que se me avisen las cosas. Lo entiendes, ¿verdad, muñequita?

Decido asentir. Oh, Dios mío. Vuelvo a preguntarme qué hago aquí. Necesito irme. Negan me observa en silencio. Necesito encontrar el momento adecuado para decirle que necesito marcharme. Asiento para darle a entender que he entendido sus normas.

—Bien, cariño, continúo—. Balancea el bate de un lado a otro. Desearía poder escapar en estos instantes, pero su mano continúa haciendo un candado contra la mía—. Te presento a Lucille, el amor de mi vida—. Sitúa el bate frente a mi cara con una sonrisa orgullosa—. Es una de las cosas que más amo en este jodido apocalipsis. Es maravillosa, ¿no crees?

—Sí, señor...—susurro. Mi estrategia se va a centrar en responder con monosílabos para no meter la pata.

—No pongas esa cara de susto, no voy a hacerte daño—me susurra mientras acaricia mi pelo—. Lucille solo besa a los que se portan mal. Pero estoy seguro de que tú vas a ser una buena chica—. Como iba diciendo, tengo a muchos hombres a mi servicio.

— ¿Y las mujeres? —nada más soltar la pregunta me tapo la boca. Rym Walker, mantén la boca cerrada.

—Las mujeres no suelen luchar y ponerse en peligro. Sois muy valiosas—me informa—. Algunas deciden unirse a los hombres y exponerse al exterior, pero la mayoría, voluntariamente, deciden hacerme compañía cuando las necesito. Confío en que tú seas una de las del segundo grupo. Estaría jodidamente encantado de disfrutar de tu maravillosa compañía—su sonrisa pícara aparece mientras acerca mi mano a su boca y la besa de forma delicada.

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