Capítulo 3

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—Por favor, tenéis que dejar que entierre a mi hermana—se me escapan las palabras desesperadamente—. No puedo dejarla aquí tirada...

Dwight se para en seco y me mira durante varios segundos.

—Arthur, dame tu cuchillo—termina diciendo. El compañero, obediente, le da uno de sus cuchillos—. ¿Quieres hacerlo tú o prefieres que lo haga yo?

Aunque preferiría hacerlo yo misma, sé que no voy a ser capaz de atravesar el cráneo de mi hermana, por muy muerta que esté y aun sabiendo que volverá como mordedor.

— ¿Podrías hacerlo tú, por favor? —termino diciendo.

—Date prisa, Dwight—protesta uno—. Negan ya debe de estar impaciente.

El rubio se agacha junto al cuerpo de mi hermana. Alza el cuchillo. Decido apartar la vista. No quiero verlo. Quiero recordar a mi hermana viva.

—Vámonos—sentencia Dwight.

Caminamos durante varios minutos. Cuando llegamos a la carretera más cercana vislumbro un furgón enorme. Uno a uno, van subiendo cada miembro del grupo. Tiran de la cuerda de mis muñecas y me obligan a montar en la parte trasera.

Me siento en uno de los escasos huecos que quedan y apoyo la frente en mis rodillas. Intento adivinar quiénes son estos tipos y qué pretenden hacer conmigo. Ahora sí que estoy sola. Y no sólo eso, estoy en peligro y a merced de un grupo que no me inspira confianza. Cierro los ojos y reposo la cabeza en una de las paredes del camión.

— ¡Nos marchamos de aquí ya!

Mi padre entra por la puerta como alma que llevaba el diablo. Mamá y yo estamos preparando la comida mientras Irina vuelve de entrenar.

— ¿Qué ocurre, Anthony?—pregunta mamá asustada.

—Dicen que se está extendiendo una infección por la ciudad. Tenemos que marcharnos antes de que nos pille. Por Dios, ¿dónde está Irina?

—Todavía no ha vuelto—responde mi madre mientras se acerca a papá—. ¿Estás seguro de lo que estás diciendo?

—Melissa—suspira, —han anunciado que van a salir los militares a las calles. Esto no es ninguna broma.

Apenas nos da tiempo a meter algo de ropa en las mochilas. Cuando Irina llega de judo, ya tenemos todo preparado. No me puedo creer que vayamos a abandonar nuestra casa. Y todo por una extraña infección de la que tengo ciertas dudas de que exista.

— ¡Mirad, es Pattie! —grita Irina mientras mira por la ventana —. Camina de forma muy rara...

— ¡No salgas de casa, Irina! —grita papá alterado—. Esa ya no es nuestra vecina. Echad el último vistazo, nos marchamos.

Un ruido ensordecedor hace retemblar los cimientos de nuestra casa. Nos asomamos a la ventana para comprobar de que mi padre está en lo cierto: los militares están saliendo a las calles con sus enormes vehículos. Uno de esos soldados repara en Pattie y le dispara en la cabeza sin miramientos. La respiración se me entrecorta. ¿Qué coño estaá pasando para que los humanos nos matemos unos a otros de forma tan gratuita?

— ¡Eh, cara bonita!

Al abrir los ojos, veo que la compuerta del camión está abierta. Mis opresores comienzan a bajar del vehículo. Uno de ellos tira de mí y me saca a la fuerza. Con la vista busco a Dwight. De todos esos brutos, es el que demuestra conservar algo de humanidad.

Lo encuentro hablando con un hombre de bigote negro y escaso pelo en la cabeza. Este último me señala y le dedica una sonrisa al rubio. Me obligan a caminar a empujones. Decido colaborar, aunque tampoco tengo mucho que perder.

Miro a mi alrededor. En este lugar hay mucha gente. Parece un campamento enorme lleno de supervivientes, algo que Irina y yo llevábamos buscando hace mucho tiempo. Algunos hombres detienen sus quehaceres y me miran fijamente. Unos se ríen, otros me miran mal. Y todos ellos me dan miedo.

Una joven aparece de la nada y se coloca frente a una de las tiendas de campaña. Lleva un vestido de tirantes con motivos florales. Parece salida de una fiesta y no de un apocalipsis. Juraría que me mira con pena y ternura. Apostaría lo que fuera a que ella sabe el destino que me espera...

Cuando llego a la altura de Dwight, este me coloca frente a la puerta de una RV. Miro interrogante buscando a alguien que me explique qué va a ocurrir. El rubio parece leerme el pensamiento y me responde.

—Vas a conocer a Negan.

Trago saliva. No sé quién es ese Negan pero, a juzgar por cómo hablan de él, parece el líder de este grupo. Me obligan a arrodillarme y a mirar al suelo.

El murmullo del campamento se detiene por primera vez, haciendo que predomine un silencio sepulcral. Percibo el sonido de la puerta de la RV abrirse. Oigo el impacto de unas botas contra las escaleras de la misma. Vuelvo a tragar saliva. Dios mío, ¿dónde me he metido?

Veo unas enormes botas negras que se detienen frente a mí. Mi cuerpo se echa a temblar instintivamente. Aunque no desee hacerlo, algo me empuja a elevar la vista poco a poco. Descubro unos pantalones grises, una chupa de cuero negra, un pañuelo rojo... Cuando llego al rostro del tal Negan me estremezco. Una barba de cuatro días esconde una amplia sonrisa. Sus ojos me observan curiosos. Se lleva la mano a la cara y se rasca la barba. Intento escudriñar su rostro a escondidas. Parece un hombre que pasa de la treintena.

A pesar de sonreírme con una encantadora sonrisa, un escalofrío recorre mi espalda. A pesar de tener un ligero aire atractivo, este hombre me aterra.

Cuando mueve su brazo derecho ahogo un grito. Porta un enorme bate de béisbol rodeado de alambre de púas. No puedo evitarlo y bajo la mirada asustada. No me quiero imaginar qué hace con sus enemigos.

—Hola, soy Negan—ronronea con voz tosca.

Savior's chroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora