Capítulo 15 .- JUAN SOSA

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Yo estaba paralizado sin contestar nada a Herminia. La negrura de su atuendo le daba un aspecto aterrador. Ellla siguió hablando.

-No pensé que fueras a llegar hasta acá. Pero no te asustes, no te va a pasar nada malo, no te vas a morir. Hasta te puede gustar... ¿Has oído hablar de "la muerte chiquita"?

-¡No inventes! Eso que le hicieron allá a ese pobre hombre era algo mas que eso... mucho más grande!

-¡Ah!, ¿Entonces ya terminaron? ¡Que bien! Un postrecito nunca está de más. Siempre hay mas de una que se queda con ganas Además... ¡Aún falto yo!

Y se me empezó a acercar con sensuales y felinos movimientos. Yo seguía sin poderme mover.

-Yo pensé... Lo mando a la reserva, a ver si se anima. Si este muchacho se atreve a entrar... ¡Pues ya era el destino!

Empecé a girar sobre mis talones al tiempo que ella daba vueltas a mi alrededor. Se empezó a frotar su cuerpo con las manos como para hacerme notar su apetito sexual. Desde que la ví la primera vez en su tienda pude apreciar que de ella se desprendía esa sensualidad, pero ahora era mucho mas marcada. ¡Transpiraba ferormonas!
Sorpresivamente, de un rápido movimiento, se sacó la blusa bordada por encima de su cabeza y la arrojó al piso. Dejó al descubierto unos senos de formas perfectas en los cuales se podían apreciar las oscuras areolas a la luz de la luna y los pezones erectos. ¡Realmente estaba excitada! Me quedé boquiabierto con su felina belleza salvaje. Su abdomen plano y su cintura estrecha eran el complemento perfecto a la turgencia de sus senos. Contra mi voluntad estaba sintiendo unos inmensos deseos de llevarmelos a la boca, saborearlos, chuparlos, apretarlos, morderlos; y estrujar su cuerpo contra el mío. Mi mente me dictaba que escapara, pero mi piel deseaba enredarse en esa cabellera indómita y saborear el azúcar moreno de su boca. Ella seguía girando y acariciándose los senos con una mano mientras la otra la deslizaba bajo su pantalón en dirección a sus pliegues. Casi pude sentir su caricia como si fuera sobre mi cuerpo. Una descarga eléctrica me recorrió haciéndome sentir de nuevo que mi entrepierna cobraba vida. A pesar de que mi cerebro ordenaba control,   mi sangre no hacía caso y sentía paulatinamente la erección mientras imaginaba sus dedos deslizarse sobre los labios húmedos de su vulva, calientes y resbalosos.
Luego sacó su mano de entre su negro coño y la ofreció a mi boca. Me tenía hipnotizado, no opuse resistencia y abrí mis labios para recibir sus dedos jugosos, chorreantes de la miel de su interior. Palpitaban en mi boca y me deleité con su sabor. Luego los deslizó lentamente por mi cara esparciendo su aroma en ella. A través de mi nariz penetraron las partículas taladrándome el cerebro como una droga y haciéndome imaginar la fuente de ese dulce aroma. Imaginé tenerla frente a mí, abierta como una orquídea negra. Y mi único deseo era probar su sabor y llenarme de su esencia. La linterna resbaló de mi mano cayendo frente a un montón de hierba que opacó su luz.

Me estaba cazando como un depredador. Y yo era el iluso cervatillo hipnotizado en la mira del jaguar negro.

Siguió dando vueltas a mi alrededor mientras sus manos jugaban ya con sus senos, ya deslizándose por sus caderas y su entrepierna.
Lentamente se desabrochó el pantalón y se fue bajando la cremallera dejando ver sus diminutos calzoncitos. La luz de la luna me dejó ver el color rojo de los hilos de la prenda que envolvía sus voluptuosas caderas. Poco a poco se fue acercando de nuevo a mi y tomó una de mis manos. La fue guiando hasta colocarla sobre sus senos y yo, hipnotizado por la lujuria, tan solo me deleité con el suave tacto de su piel y la consistencia de sus formas. Luego tomó mi otra mano y la llevó a su boca chupando mis dedos índice y anular, tan solo para después guiarlos hasta la parte baja de su abdomen y frotarlos con su piel. Luego, suavemente, deslizó mi mano bajo su ropa interior. Pude sentir un cortito y ríspido vello púbico que contrastaba con la suavidad de la piel que experimentaba mi otra mano, pero en seguida, mis dedos tocaron la humedad ardiente de su sexo, sensación que era embrujadoramente contrastante con la experiencia inicial. Mis dedos cobraron vida, se deslizaron sobre esa humedad resbalosa para explorar su labios, su botoncito estaba duro y listo para ser estimulado; así que lo apreté entre mis dedos al tiempo que pellizcaba uno de sus pezones. Herminia respondió con un gemido de placer que me excitó aún mas. Tan ensimismado estaba en mis caricias que su mano bajando a mi entrepierna me tomò por sorpresa, pero no tanta como para resistirme; al contrario, facilité lo mejor que pude el que se pudiera deslizar bajo mi ropa y llegara hasta mi dura erección que pedía atención a gritos. Cuando apretó mi pene entre sus dedos expertos yo respondí introduciendo dos dedos en su vagina. Sentí como sus pliegues se abrían para dar paso a mi caricia y ella se estremeció repegándose mas a mí.

LA INFRUCTUOSA BÚSQUEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora