Capítulo 10 .- DESCANSAR EN PAZ

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Sentí unos brazos que me jalaban con mucha dificultad. La oscuridad seguía invadiendo mi cerebro. Mi cuerpo se deslizaba por las piedras resbalosas. Traté de ayudar al misterioso salvador pero mis brazos y piernas me dolían tanto y tenía tan poca fuerza que no pude hacerlo. Me aferré a esas manos pensando que Román había regresado, pero me di cuenta de que eran manos pequeñas. Pensé que era un niño, por eso tanta dificultad. Escuché sus pasos a mi alrededor.
Antes de que la inconsciencia volviera a mí, percibí un dulce aroma a coco.

Lo primero que sentí al despertar fue el dolor. Dolor en el codo derecho, dolor en la cabeza, dolor en la pierna derecha y la cadera. Dolor en las costillas. ¡¡¡Dolor, dolor, dolor!!! Dolor por el frío en todo el cuerpo. Y dolor en la pantorrilla derecha, un dolor punzante, algo se me había clavado en la pierna. Me revolví chapaleando y me dí cuenta de que tenía medio cuerpo sobre las piedras de la orilla, pero aún tenía en el agua de las rodillas para abajo. Pensé horrorizado que había pirañas en el río y que me estaban devorando los pies.
- ¡¡¡Aaahhhh!!!! -se me escapó un grito de terror y al seguir sintiendo el dolor agudo dí varios traspiés para salir del agua por completo. En ese momento sentí que algo se movió bajo mi pantalón. Lo empecé a sacudir aterrorizado y sentí algo extrañamente duro bajo la tela. Ya no se podía ver con claridad porque el sol se había metido y la tarde moría... tal vez junto conmigo.
Me levanté el pantalón apresurado para ver caer de forma ruidosa un langostino sobre las piedras.
- ¡Ja ja ja! -empecé a reír al darme cuenta de que acababa de pescar una "acamaya" de la forma más ridícula posible, ¡Usándome yo mismo de carnada! Me revisé la pierna en busca de alguna herida, pero vi que su pellizco era inofensivo, a pesar de sus duras tenazas. El pobre bicho también atemorizado, daba resbalones entre las piedras tratando de regresar al agua sin conseguirlo. Me ví reflejado en él y me dio lástima... pero a la vez también sentí el vacío en el estómago y la necesidad de alimento. Me sentí ruin al pensar de esa manera, así que sin meditarlo más, tal vez para que mi hambre no me hiciera cambiar de opinión, levanté al langostino por su caparazón y lo regresé al agua. Luego me sentí como un tonto... un tonto hambriento. Busqué donde recargar mi adolorida espalda para ordenar mis ideas. Recordé a mi extraño salvador. Tal vez anduviera cerca. Busqué intrigado con la mirada y no vi a nadie. ¿Cuanto tiempo habría transcurrido desde que caí? Quiero decir... ¡Yo... me lancé! Empezaba a oscurecer, eso significaba varias horas. ¡Lo suficiente para que me quisieran comer los animales salvajes! ¡Ja ja ja! ¡Y yo hasta pensé en pirañas! Que tonto, ¡Estaba en el potosí, no en el amazonas! Me revisé el codo. El vendaje estaba reacomodado. Recordé el golpe de mi cabeza y me llevé la mano a la frente... toqué otro vendaje. Reparé en mi playera que ya estaba mas corta. Que bueno que no soy de las personas casadas con la ropa "de marca", me hubiera dolido romper mi ropa... pero, no me importó. Mas bien agradecí a mi enigmático y tímido salvador por el cuidado que tuvo con mis vendajes.
Traté de ubicar la lancha, si llegaba a ella podría regresar llevado por la corriente. Pero... ¿Y, mi salvador anónimo? Al menos le debía el agradecimiento de forma personal. Mas, si continuaba esperándolo se oscurecería. Estaba mojado, una noche aquí y me voy a helar, aunque sea verano.

¡Y entonces me dí cuenta! Reflexioné en las manos pequeñas, en el aroma de coco que ya había percibido antes, y en la extraña desaparición del mencionado salvador... ¿Que tal si había sido mi salvadora? ¿Habría sido Juno? ¡Desde luego! ¡Que tonto he sido! ¡De alguna manera que aún no me puedo explicar ella estuvo aquí! Lo hizo, me sacó del agua, vendó mis heridas, me puso a salvo, pero misteriosamente, desapareció. ¡Pero es la prueba de que no estoy loco! Juno es real. En determinadas circunstancias nuestros mundos pueden coincidir. Podemos sentirnos, tocarnos, olernos, en ocasiones escuchar lo que hablamos.
No debo rendirme. Debo seguir buscando, con las pocas pistas que tengo pero debo continuar, aferrarme y tratar de hallarle sentido a lo que parece no tenerlo.

LA INFRUCTUOSA BÚSQUEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora