Capítulo 19 .- CONTRA LA MUERTE

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Nadé con todas mis fuerzas. Curiosamente la desesperación hacía a mi mente funcionar mas aprisa, me sentía increíblemente lúcido. Pensaba en que debía llegar pronto y encontrar a Juno, sacar su cara del agua para que pudiera respirar y luego llevarla a la orilla mas cercana y buscar las posibles lesiones ocasionadas por la caída. Repasaba rápidamente las lesiones potencialmente mortales: las pulmonares, el sangrado, la hemorragia de algún órgano interno, la lesión craneal. ¡¡Uf!! Ruego porque no haya tenido algo que no pueda resolver aquí. De lo contrario... ¡No! No puedo ser pesimista. Seguí nadando y llegué a la zona de rocas. Sabía que esta zona está justo antes de la fosa que produce el propio torrente al caer, era la zona donde Juno podría haber quedado atorada en alguna roca. Al nivel del agua no era posible ver sino uno o dos metros a mi alrededor, por lo que rápidamente y jadeando subí a la piedra grande mas cercana. Me puse de pie y empecé a girar tratando de abarcar lo mas posible con mi vista. El frío me valía madre. Los cuerpos humanos son mas ligeros que el agua, así que tienden a flotar, contra lo que muchos piensan, que se hunden. Por eso la busqué en la superficie, aunque su ropa de color negro me estaba dificultando hallarla.
Me empecé a desesperar cuando realicé un giro completo de 360 grados. La angustia empezó a aparecer en mi mente, la cual no era buena compañera, ya que ese sentimiento oscurece el razonamiento.
Pero la buena suerte vino en mi ayuda, lo hizo gracias a su cabellera roja que pude ver junto a una gran piedra cerca de la caída del torrente principal. Me lancé al agua nuevamente en esa dirección. Llegué en un tiempo rapidísimo que a mí me pareció eterno y la tomé por el pecho para voltearla de cara a la superficie. Si aún respiraba, así podría hacerlo. Mientras tanto yo nadaba torpemente con una sola mano y dando patadas desesperadas hacia la orilla. Con la mano izquierda la sostenía tratando de que su cara siempre estuviera afuera del agua.
Llegué al borde jadeando y primero la empujé levemente para que su cabeza y su tórax al menos quedaran fuera del agua. Luego me impulsé poniendo ambas manos en la orilla hasta que pude hincar la rodilla derecha en tierra firme. Sentí unas ramas arañarme la piel, pero en ese momento mi dolor pasó a ser secundario.
Acto seguido jalé a Juno por las axilas para sacarla por completo del agua. Alcancé a ver que su pantalón estaba roto ampliamente del muslo derecho y a través de la abertura se veía la blancura de su piel y una herida por donde manaba un torrente rojo cuya intensidad me alarmó. Puse mi mano por instinto presionando la herida, pero me acordé del "A B C..." en la atención de las urgencias y sin soltar la herida acerqué mi mejilla a su boca y nariz para tratar de sentir su respiración. Elevé su mentón con mi mano libre para facilitar el paso del aire pero sentí transcurrir con pavor los segundos sin que pudiera detectar ninguna corriente de aire salir de su boca o nariz. Me fijé en su pecho y no se movía.
¡No había signos de que respirara! ¡El terror se apoderó de mí al verla tan indefensa! Tan cerca de la muerte.
Sabía lo que necesitaba, ¡Aire!, pero al ver de cerca su pequeña boca entreabierta de labios carnosos y que yo veía casi virginales, me pareció una profanación a su intimidad el que yo me atreviera a tocarla con mis propios labios. Al mismo tiempo, podía sentir la atracción que su gran belleza ejercía en mí y la sensualidad que percibía de sus pálidos labios.
Tuve que vencer esa avalancha de encontrados sentimientos para lo cual busqué en mi mente la voz de la razón. Todos estos pensamientos vinieron a mí en una fracción de segundo. Tras de lo cual me armé de valor y aspiré una gran cantidad de aire, luego pegué mis labios a los de ella presiónando con mi mano en su nariz para evitar que escapara el aire y le llené sus pulmones con el contenido de los míos. Literalmente estábamos respirando el mismo aire. Luego escuché la salida de este por su boca y repetí la maniobra. Esperé unos segundos más, ella siguió sin respirar, pero sabía que dos respiraciones me daban unos instantes para terminar mi revisión. Coloqué mis dedos libres en su cuello para buscar el pulso carotídeo al tiempo que ponía el oído izquierdo en su pecho tratando de escuchar su corazón. La alegría me invadió al detectar un aceleradísimo latido cardíaco y sentir un pulso muy rápido, pero extremadamente débil. ¡Al menos no estaba en paro cardíaco! Tan solo no respiraba y su muslo sangraba a chorros. Le dí otras dos respiraciones y me enfoqué en la herida. Movilizé su extremidad completa encontrándola firme, es decir, no había fracturas. La herida era por la cara externa, lejos de la arteria principal del muslo que va por la cara interna, eso era bueno. Traté de romper el cuero de su pantalón con mi mano libre pero era muy duro, el golpe debió ser muy fuerte y contra alguna piedra filosa. Tuve que dejar de presionar la herida y utilizar mis dos manos para ampliar la rasgadura del pantalón. Le desprendí, no sin dificultad, toda la parte inferior de la pierna. La sangre manaba de forma importante, se me estaba desangrando. Ahí explicaba la taquicardia y su pulso rápido y débil, estaba en choque hemorrágico, ¡La primera causa de muerte de una persona que sufre politraumatismos! ¡Se me estaba muriendo en mis propias manos! Yo mismo estaba ya manchado de su sangre. ¡Que desesperación!

LA INFRUCTUOSA BÚSQUEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora