Nos habíamos echado un poco hacia atrás. Nos recargamos en un árbol junto al arroyo, a esperar que terminaran de entrar todas las aves a esa gigantesca boca de piedra en medio de la tierra. Juno aprovechó, ya que estabámos junto al arroyo, para llenar la bota de cuero con esa agua fresca y cristalina que solo en La huasteca puedes conseguir. Empezamos a calmar nuestra inmensa sed de toda una tarde calurosa.
-El agua me tranquiliza. -me dijo aún sin mirarme. El espectáculo de las aves en picada desapareciendo bajo la tierra nos mantenía hipnotizados. Aunque había empezado a disminuír el número de pájaros que pasaban en ese desfile interminable.
-Yo también me estoy sintiendo mejor. -le dije tomando otro gran trago.
-¿Te parece si pasamos aquí la noche y mientras tanto pensamos en lo que debemos hacer?
-Ok.
-Vale.
-Oye... tengo hambre... ¿Y tu?
-Si, también, pero no vimos nada que se pudiese comer en el camino, además, está oscureciendo.
-Si... ¿Será que nos tendremos que dormir sin cenar?
-No sé, me parece peligroso caminar por aquí, ¿Que tal y al regresar en la oscuridad acabamos en el fondo de ese sitio?
-Pues... creo que tienes razón, no me gustaría... bueno, ¿Nunca has comido loros?
-¡Joder! ¡Ni lo menciones! ¡Cómo se os ha ocurrido! Que...
-¡Ya, ya! Tranquila, ¡Solo estaba bromeando!
-¡Pues debéis saber que es una pésima broma!
-Está bien, lo siento, no lo volveré a hacer...
Para mi buena suerte un súbito cambio en el fenómeno de que éramos testigos nos vino a sacar de nuestra discusión. La entrada de aves terminó, tan solo para que unos instantes después, iniciara la salida de murciélagos, cientos y cientos de murciélagos silenciosos salían revoloteando frente y sobre nosotros confundiéndose con la cada vez mayor oscuridad del ocaso.
-¡Mirad! ¡Que guapos!
-¿Te gustan? -pregunté sorprendido.
-¡Claro! ¡No os parecen maravillosos? ¡Su sistema de navegación y orientación, son fantásticos! Y su capacidad para desplazarse sin hacer ruido, para esquivar obstáculos en la oscuridad. ¡Son unas criaturas fascinantes!
-Pues... sí, yo lo sé, pero no son muy agraciados que digamos. Ese que tocabas el otro día... ¿De verdad estaba suavecito?
-¡Sí! Tienen un pelaje muy fino y un cuerpecito tan pequeño y frágil.
-¡Pero sus alas pelonas!
-¡Que os pasa! ¡Son una membrana de piel suavecita! ¿De verdad nunca habéis tocado uno? ¡Mira que en tu tierra hay muchísimos!
-Eehh... pues no. La verdad nunca se me había ocurrido acariciar un bicho de esos.
-¡Ja ja! ¡Ay Valerio! ¡Eres capaz de meter las manos entre la sangre, moverle las tripas a alguien! ¿Pero no de acariciar un murciélago? ¡Eres interesante!
-No sé... -sonreí. -Pero la que hace cosas interesantes eres tú, no solo lo de los murciélagos. -suspiré. -Como te siguen todos los animales, como hablas con ellos, y últimamente... cómo me has ayudado.
-Mi amor por los animales, tú lo has dicho, ¡Ja ja ja!
-¡Ja! ¡Y además eres simpática! ¿Ya viste, chistosita?...
Y por todo eso te amo, ¿Sabes? -me acerqué, la atraje hacia mí y besé esos carnosos labios con una ternura infinita. Me sorprendió su respuesta apasionada que no me esperaba. Me apretó y no me importó que me dolieran las costillas; mientras tanto los murciélagos seguían revoloteando por encima de nosotros. Era una escena... no sabía si romántica, apasionada... ridícula... ¡O macabra!
Nos besamos con esa mezcla de ternura y pasión por un tiempo interminable. Nuestras bocas se exploraron la una a la otra, mis heridas en ella no me importaban para nada, ya ni me dolían. Tan solo quería tener junto a mi a esa mujer que amaba tanto. ¡Sin embargo, mi cuerpo me pedía mas! Cada vez me era mas difícil tener su cuerpo caliente junto al mío, sentir sus besos, abrazarla, tocar su piel y no poder arrancarle esas prendas que a duras penas la cubrían. Me tenía que aguantar las ganas de besar toda su piel, de morder sus senos, apretarla por detrás y deslizar mi mano un poco mas allá para sentir su cálida humedad. Muchísimas cosas más pasaban por mi mente mientras su boca y mi boca parecían un solo órgano, de tan adheridas que estaban la una con la otra.
Así ni sentimos transcurrir el tiempo y en un instante ya estábamos en el suelo y seguíamos besándonos con lujuria. Yo la apretaba contra mí con mi única mano libre y por un momento olvidé mis huesos quebrados, hasta que uno de los repegones me hizo soltar un leve quejido.
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LA INFRUCTUOSA BÚSQUEDA
RomanceCuando Valerio separó con delicadeza los desnudos muslos de Alejandra, acariciando su blanca y suave piel que tanto lo excitaba, cuando fue acercando su ansiosa boca a esa vulva en llamas esperando percibir de nuevo ese sabor y esa textura que lo h...