La desesperación hacía presa de mí cuando, a punto de implorar ayuda divina, atiné a voltear hacia arriba. Directamente sobre mi la cascada se partía en dos y por eso la cantidad de agua que me llegaba no era tanta. Podría subir escalando por las piedras. Era peligroso, pero factible. Volví a ver mis otras opciones y confirmé que sería un suicidio cualquier otro camino. Había estado moviéndome por detrás de la cortina de agua, pero ahora ya no había ningún espacio entre el agua y la roca. Luego me pregunté que sería lo que me encontraría allá arriba y sentí miedo de no hallar ninguna salida en realidad.
Pero al menos sería la forma de salvar mi vida en este momento. No moriría.
Me puse de cara a la pared de piedra y empecé a escalar. Las piedras estaban muy resbalosas, el agua, aunque no a raudales, continuaba cayéndome y dificultándo la visión. Apenas había salientes de donde asegurarme. Por momentos la resbalosa pared se hacía vertical. No había ni una rama o raíz que me ayudara, solo piedra y agua.
Cada vez con mayor dificultad seguí ascendiendo centímetro a centímetro. Hasta que ya no pude agarrarme de nada, arriba de mi tenía una roca totalmente lisa de aproximadamente metro y medio. Sentí mi corazón latir cada vez mas fuerte. Empecé a temblar agarrado a la piedra húmeda. Nunca había sentido tanto miedo, estaba aterrorizado. Mis pensamientos empezaron a ser igual de borrosos que lo que podía ver ante mis ojos salpicados por el torrente de agua. Imaginé mi cuerpo cayendo en un interminable viaje entre el agua y el aire, siendo uno solo con esa materia blanda y pesada que se estrellaba contra las piedras y poco a poco las iba rompiendo, limando, puliendo. En una paciente labor de años, de siglos, de milenios.
Mi cuerpo era ahora blando, flexible, mis huesos desaparecían fragmentándose al ser impactados por la tremenda fuerza de la naturaleza. Mi esencia se fundía con todos los materiales del tamul... el agua, las rocas, el fango, la hierba y los árboles. Regreso al sitio donde pertenezco, regreso a mi origen. Regreso a mi origen... las botas regresarán a la caja de madera de Román.
La tranquilidad de la resignación me invadió. La "tercera resignación" * como diría Don Gabo. Y, como en aquella fábula, dejé de luchar, mi respiración se hizo mas pausada, dejé de temblar, dejé de sentir dolor, de sentir cansancio, de sentir frío, los latidos de mi corazón volvieron a su ritmo normal...
Regreso a mi origen...
Pero ya estando mas tranquilo, recordé la razón por la que hacía todo esto. Debo encontrar a Juno. Debo comunicarme con ella. Necesito y quiero hacerlo. Recordé la promesa que hice a doña Chuy. Buscar a esa muchacha y ayudarla si lo necesita... o descubrir si soy yo el que necesita algo.
Así que no me dejaré morir tan fácil. Levanté mi cara que tenía pegada a la piedra húmeda por el torrente de la cascada. Miré a todos lados. Definiticamente seguir hacia arriba era imposible, pero a los lados sí había salientes para sujetarme. Elegí al azar el lado derecho, tal vez al rodear la piedra lisa encuentre como subir. Y así lo hice. Caía mayor cantidad de agua, pero podía lidiar con eso. ¡No iba a caer en esa maldita cascada! ¡No iba a regresarle sus botas a Román!. Y finalmente continué ascendiendo. Me faltaban unos metros mas para llegar a la cima. ¡Lo iba a lograr! ¡Lo iba a lograr! Podría hacerlo... ¡Escalaría el tamul directamente bajo sus aguas! ¡Claro que sí! Seguí subiendo cada vez con mayor entusiasmo. Tan optimista estaba que me confié demasiado... No supe como, a unos metros de la cima... ya casi viendo el límpido cielo azul, resbalé... Tan solo sentí el golpe de las piedras en mis rodillas y codos. No oí ningún ruido, salvo el estruendo de la cascada que silenciaba cualquier otra cosa, hasta mis gritos de pavor y de dolor. No supe cuantos metros caí... tan solo que de pronto me detuve sin llegar a la superficie del agua. Era una superficie casi horizontal, inclinada hacia la cortina de agua, pero que me detuvo en mi terrorífica caída dejándome un gran dolor del lado derecho, en las costillas y en la cadera. Me quedé quieto semiacostado de lado tratando de evaluar mi situación. Ambos codos y rodillas me dolían horrores. Los empecé a mover y a inspeccionar para ver si no tenía fracturas, lo cual me condenaría sin remedio. Bien sabía que con un brazo o una pierna rota las posibilidades de sobrevivir eran muy pocas.
Para mi buena suerte, lo mas grave que detecté fue una herida en el codo derecho de aproximadamente seis centímetros en forma de media luna con la piel parcialmente levantada, que estaba siendo lavada continuamente por esa agua cristalina que me bañaba. Me apreté la herida con la mano izquierda regresando la piel a su lugar con un gran dolor ardoroso al tocarme. Luego improvisaría un vendaje. Posteriormente respiré lo mas hondo que pude para calcular la intensidad del dolor en mis costillas. No aumentó, así que probablemente no tuviera ninguna costilla rota. Traté de revisar los huesos de mi cadera, sin embargo no me podía mover demasiado sin aumentar el riesgo de caerme. Traté de esforzar mi vista para ver si no había sangre pero era tanta la cantidad de agua que me caía que no pude valorar eso.
Concluí que no tenía lesiones graves. Así que me saqué el machete de entre el cinturón, que para mi buena suerte no alcanzó a lastimarme en la caída y desgarré un trozo de mi playera. Improvisé así un vendaje para el codo que me costó muchísimo trabajo anudar entre mi mano libre y los dientes. Quedó medianamente satisfactorio. Al menos mantendría la piel en su lugar y evitaría el sangrado.
Me puse de pie con mucha dificultad por el dolor de mi cadera, para ver donde estaba. Totalmente rodeado de agua cayendo furiosamente, no podía ver mas allá hacia los lados ni arriba. Hacia abajo entreveía los brillos del sol en la superficie del río como a unos veinte o veinticinco metros. Demasiado alto para mí que un trampolín de tres metros ya es un gran desafío. Volví a analizar mi situación. Avanzar por la pared rocosa con lo que me dolían tantas partes del cuerpo y sin poder ver con claridad no era una opción. Me quedaban solo dos... Esperar que un milagro hiciera que alguien me rescatara... o que el torrente de la cascada disminuyera. O bien saltar esos veintitantos metros y rezar porque no hubiera piedras en el fondo. Cualquiera de las dos no ofrecían muchas esperanzas para mi vida. Volví a pensar que podría morir. Traté de recordar cuantas veces había pensado en mi muerte en este día y mi mente que era un caos no supo decirme. Así que decidí que solo eran dos y no iba a investigarlo mas. Me empezó a asaltar nuevamente el miedo... mi mente nuevamente dio órdenes a mi cuerpo de secretar adrenalina y empezar a acelerarme. No es una sensación que me guste. Esas ganas de querer salir corriendo huyendo sin saber de que, o de querer gritar y sentir al mismo tiempo un nudo en la garganta, o de querer agarrar algo con las manos sin saber que es, tan solo para sujetarse. Eso no me gusta en absoluto. Pero mi cerebro ahora me ordenó tomar una decisión rápida, antes que me invadiera el terror y me paralizara. Dí un vistazo rápido de 360 grados y sin meditarlo más salté hacia adelante lo mas fuerte que mis piernas adoloridas me lo permitieron. Al instante sentí la fuerza del agua en toda su intensidad. Golpeaba mi piel como si miles de pedradas me fueran lapidando. Había intentado alejarme lo mas posible de las rocas con mi salto, pensando que el agua al caer siempre cava una fosa bastante profunda. Y desde la altura de esta cascada con mayor razón. Ahora no estaba tan seguro de lo que había pensado, ya que el agua me había atrapado en su torrente y me jalaba hacia abajo con la fuerza de mil caballos. También trataba de mantenerme vertical, pero era un vértigo tan inusitado lo que experimentaba que perdí la noción de mi posición... Simplemente... caí, no me lancé... caí.
Sentí el golpe rebotar desde mis piernas, por la columna hasta la garganta. Me dolió el cuello. Traté de mantenerme rígido en defensa, pero en unos instantes mis extremidades me fueron casi arrancadas del tronco y zarandeadas de un lado a otro. Mi garganta hizo un espasmo por instinto. Me ardían los ojos, así que los cerré... Me dejé llevar.
Cuando sentí las aguas mas tranquilas traté de ubicar la luz para nadar hacia la superficie. me sentía arrastrado por una corriente furiosa, pero ya tenía un sentido, no era la turbulencia de hacía un rato. Necesitaba aire, necesitaba oxígeno. Daba brazadas y patadas pero no sentía llegar a ningún lado, la desesperación nubla la mente, así que traté de calmarme. Si braceaba despacio disminuiría mi consumo del poco oxígeno que me quedaba y además desperdiciaba menos energía. ¡Que tonto! Además los cuerpos humanos son mas ligeros que el agua, tienden a flotar, aún los mas flacos que tienen menos grasa. Solo había que dejarse llevar y dar algunas brazadas. Así lo hice. Mi cabeza salió... solo para dar contra una piedra. Sentí el sordo e intenso dolor en mi frente. Estaba en la zona de las piedras que me advirtió Román. Pero pude respirar. Todo me dolía, me sentía débil... pero traté de alcanzar la orilla. Me sentía desfallecer. El paisaje se estaba oscureciendo... Lo último que alcancé a vislumbrar fue el color ocre y toqué lo resbaloso del limo de las piedras mas cercanas a la orilla, todo se puso negro ante mis ojos, sentí morir... otra vez............. .............. ............... ..........
* Gabriel García Márquez. "La tercera resignación"
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Gracias a mis tres lectores por su paciencia
ck alex
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LA INFRUCTUOSA BÚSQUEDA
Roman d'amourCuando Valerio separó con delicadeza los desnudos muslos de Alejandra, acariciando su blanca y suave piel que tanto lo excitaba, cuando fue acercando su ansiosa boca a esa vulva en llamas esperando percibir de nuevo ese sabor y esa textura que lo h...