Realidad IV: Si existe un misterio... es el de los sueños parte II

2.1K 89 5
                                    

Preparé otra leche chocolatada y miré, una vez más, el reloj. Eran casi las seis de la mañana, en una hora tendría que ir a la escuela. Estúpidamente, me había quedado despierta toda la noche e inevitablemente durante el día me dormiría. Así se me desequilibraba todo. ¡IBA A CONVERTIRME EN UN MURCIÉLAGO!

Peinarme y vestirme me llevó probablemente… dos minutos. Pude ver en el espejo, las ojeras rodeando mis ojos. Bueno, si no me terminaba convirtiéndome en murciélago, definitivamente iba a terminar siendo un oso panda. De alguna manera, iba a terminar transformada en un animal, lo juro.

Después de hacer toda la previa matutina antes de ir a la escuela, salí de mi casa y tomé el autobús. A diferencia de otros días, Giselle no apareció y me pregunté por qué sería. Siempre, o casi siempre, nos íbamos juntas pero ese día ella no me acompañó.

Luego de llegar sana y salva a la escuela, entré en mi curso y busqué a Simon quien al parecer todavía no nos honraba con su presencia. Suspiré y busqué a Giselle. Tampoco estaba. Fui hasta el aula donde seguramente encontraría a Alec pero tampoco había rastros de él. Todo se sentía demasiado vacío, la gente me miraba pero parecía no verme. Parecían no ver a nadie, en realidad. Como si estuvieran programados automáticamente. Ese día anunciaba ser extraño.

Llamé por teléfono a mis amigos y, por suerte, los tres me respondieron. Alexander no había podido dormir bien y quería seguir estando en su cama un largo tiempo así es que no tenía la mínima intención de asistir a clases. Por su parte, los dos nuevos tortolitos, Simon y Giselle se habían juntado a hacer no sé qué y todavía no terminaban con ese asunto “experimental” por lo que tampoco asistirían. Le recordé a Simon que no podía tener más faltas porque estaba complicado pero él me dijo que tenía permiso médico. Milagrosamente había convencido a su mamá que era doctora para que le hiciera un certificado médico para presentar en la escuela y zafar de las faltas no justificadas.

Suspiré. Me habían dejado sola, esos malditos bastardos. Los iba a matar cuando los viera de nuevo.

--- ¿Dónde se junta el equipo, eh? – Una voz terroríficamente conocida apareció detrás de mí. Me giré y pude ver a Liam mirándome con las cejas enarcadas.

--- ¿Qué equipo? – tartamudeé distraída, ¿de qué me estaba hablando?

--- ¿Cómo que ‘qué equipo’? El que nos asignaron ayer, Nadia. – Escuchar su voz diciendo mi nombre me puso los pelos de punta y me pregunté por qué.

--- ¿Qué? ¿Se suponía que teníamos que juntarnos? – Repliqué verdaderamente confusa. ¿Cuándo habíamos quedado en eso?

--- ¿Dónde estuviste ayer, cabeza de novia? – Soltó una risa y yo lo miré furibunda. – Antes de que nos fuéramos quedamos en reunirnos hoy para empezar a hacer el trabajo a las ocho. Y según veo… - miró su reloj – son las ocho y cuarto. Deberíamos apurarnos para encontrarlos. No tengo idea el lugar en el que quedamos.

--- Yo tengo clase, no puedo juntarme. – Murmuré tranquila. La verdad es que no estaba de humor para vérmelas con los del equipo de la exposición. Aunque sabía que debía ponerme las pilas con el trabajo ya que no contábamos con mucho tiempo para prepararlo, el horno no estaba para bollos.

--- Mujer, de verdad que tienes la cabeza en cualquier lado. Hoy los profesores y directivos hacen una huelga de cuatro horas, es decir, de ocho a doce. ¿No lo sabías? Estuvo en la noticia en la tele, en internet, en el diario. – Me miró exasperado como si él fuera un padre cansado de que su hijo le hiciera preguntas demasiado curiosas como “¿por qué el cielo es azul?” – Por eso aprovechamos para hacer el trabajo en este tiempo con los otros chicos.

En Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora