Sueño II: Suspiro

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 La música llenaba mis oídos completamente, sentía los parlantes retumbar furiosamente. Gente desconocida me apretujaba mientras bailaba al son de la música. Los cuerpos todos sudados se rozaban entre sí sensualmente mientras yo, que no sabía bien qué hacer o dónde estaba, me atenía a buscar una barra o, en todo caso, algún lugar donde sentarme.

Con mis manos estiradas pude encontrar a tientas el borde de una mesa. Me aferré a ella con fuerza y traté de acercarme mientras más gente me rodeaba y me encarcelaba dejándome cada vez con menos respiración. Los asientos estaban desocupados pero dos copas yacían sobre la mesa llenos de cerveza, supuse. A mi garganta la sentía seca y rasposa por lo que tomé un trago con tal de saciar un poco la sed. Inmediatamente sentí un poco más de alivio.

En ese momento, la música se detuvo un segundo hasta que el sonido de una guitarra eléctrica llenó todo el ambiente. Miré hacia todos lados en busca del origen de ese solo tan impresionante y pude divisar un gran escenario. En el medio de éste, cuatro chicos tocaban la canción de Queen, Don’t Stop Me Now. Todos me resultaban ajenos excepto el cantante.

Jamie sostenía el micrófono cerca de su boca preparado para cantar. Llevaba una remera blanca liviana y un jean gris claro. Prendidos de éste último, llevaba unos tiradores bordó. El pelo lo llevaba revuelto y despeinado. Sus ojos azules resaltaban entre todo lo demás, eclipsando incluso a los reflectores que apuntaban aquí y allá con distintos colores. Lo miré horrorizada y a la vez maravillada.

¿Qué hacía él allí? ¿En ese estado? Parecía enloquecido quizás hasta borracho (pero de esto último no estaba del todo segura). Cuando comenzó a cantar, lo hizo con fuerza, dejando salir su voz con toda su alma junto con la locura. No sabía si él, en ese momento, me daba miedo o me maravillaba. Porque su voz era increíblemente potente, como ninguna otra que yo haya escuchado anteriormente. Iba de los agudos a los graves sin dificultad. Se dejaba llevar por la música como si fuera su más grande pasión en la vida. Interactuaba con los otros miembros de la banda, compartiendo sonrisas de confianza entre sí, saludaba a la gente debajo del escenario y actuaba como un Freddy Mercury más joven.

Me quedé irremediablemente anonadada, observándolo desde metros más abajo, en la pequeña mesa redonda con un vaso lleno de cerveza en mis manos.

Cuando terminó de cantar, dedicó una sonrisa a toda la gente que lo escuchaba y… en un milisegundo, me miró y sus labios se torcieron en una sonrisa que hizo que mis piernas temblaran. Tanta belleza junta era capaz de ponerme la piel de gallina. Agh. Sacudí mis pensamientos lejos, necesitaba salir de aquí.

Me paré, dispuesta a salir de ese sudoroso y asfixiante lugar, lleno de gente semidesnuda casi teniendo sexo con movimientos sutiles de baile, hasta que una mano en el hombro me lo impidió.

– ¿Ya te vas? – Me di la vuelta, sabiendo quién estaba detrás de mí. Su voz impregnada de ese acento inglés tan irresistible era reconocible en cualquier lugar, aun cuando la música casi aturdiera.

– La verdad es que no sé qué hago acá, para serte sincera… - murmuré dudosa al ver su expresión que estaba marcada por una sonrisa poco sincera. Era de esas sonrisas que esconden algo, o que tienen una segunda intención detrás. No sabría cómo describirlo.

Él se acercó más a mí hasta que su mejilla rozó la mía y me susurró al oído: “Es muy temprano para que te vayas, sígueme.”

Me quedé estupefacta mirándolo cuando él se apartó, tomó mi mano y comenzó a caminar hacia quién sabe dónde. No tuve la fuerza suficiente para contradecirlo por lo que me dejé llevar por él.

Mientras caminábamos tuve la oportunidad de mirar mejor el lugar. No me había dado cuenta antes pero a los costados del salón habían puertas de color bordó, una seguida de otra. Entramos en una de ellas y me sorprendí al ver una habitación completamente aislada de todo el ruido y la música que había afuera. En toda la pequeña sala habían cortinas rojas colgadas que le daban un aire más… elegante a todo. En el medio de la pieza yacía una cama con sábanas rojas y almohadones blancos y negros. Al lado de ésta, había una mesita de luz con una botella de vino y dos copas. El techo estaba ocupado enteramente por un gran espejo que nos reflejaba a Jamie y a mí desde arriba. Todo tenía un aire tan íntimo que mis manos comenzaron a temblar y mi labio comenzó a sangrar de tanto que me lo estaba mordiendo. Me di la vuelta sutilmente para que el rubio a mi lado no se diera cuenta. Vi una puerta blanca y entré en ella, era el baño. “Permiso”  susurré con timidez y me adentré en ella.

Me miré, tenía un aspecto… raro. Extraño para mí. Tenía los ojos delineados con un negro fuerte lo que hacía que mis ojos se vieran aún más grandes de lo que ya eran. El pelo lo tenía lacio pero despeinado, como si hubiera estado bailando toda la noche. Llevaba un vestido rojo sangre, muy corto. Me veía… linda. Y poco yo.

Arreglé mi labio lastimado para que no se notara y salí del baño.

Jamie estaba sirviendo el vino en las copas y, al parecer, había puesto música (no sé cómo porque a simple vista no se veía ningún equipo de música o algo que reprodujera la canción). La melodía era lenta y sensual, tuve terror y a la vez ansiedad.

– Se llama “Smile”. Muy apropiado para esta ocasión. – Respondió él a mi pregunta no formulada. Me invitó a sentarme a su lado, lo hice e inmediatamente me arrepentí. Lo tenía demasiado cerca. Tanto que mi corazón latía nervioso como si estuviera en una carrera.

Me dio una copa llena de vino y acercó la suya para hacer un brindis. Él sonreía, esta vez no era la sonrisa de antes sino una sincera. Suspiré de alivio.

– ¿A qué se debe ese suspiro? ¿Quién es el afortunado que te hace suspirar así? – Murmuró cerca de mí y yo lo miré. Solo eso, lo miré. – Bueno si no quieres decirme… - Me miró de reojo como esperando que yo le dijera “¡No, espera! Te lo digo” pero, en cambio, me quedé callada. Él hizo un puchero de decepción. – No confías en mí.

– ¿Y no tengo razones? Eres solo un sueño, sería como estar confiando en mí misma prácticamente. Y no, no lo hago, tengo la leve sospecha de que mi subconsciente me está tomando el pelo. Ya es bastante raro que aparezcas en dos sueños seguidos. – Balbuceé cada vez más nerviosa, viéndolo enarcar una ceja, como si todo lo que dijera fuera una locura. ¿Por qué me costaba tanto hablarle? ¿Desde cuándo yo tartamudeaba tanto?

– ¿Solo un sueño? Me estás ofendiendo. En el futuro no dirás lo mismo. – Afirmó y antes de que yo le pudiera responder él se dio la vuelta y dejó su copa sobre la mesa de luz.

Me miró otra vez y se acercó más. La melodía de la canción de fondo comenzó a sonar más fuerte. Y más, cada vez más. Jamie comenzó a cantarla también en mi oído. Esto se sentía tan íntimo…

Sus labios se posaron sobre mi mejilla y no pude más. Susurré bajo la influencia de un impulso: “Bésame”. Pero él se apartó para ver mejor mis ojos. Estiró sus labios en una leve sonrisa torcida y me dijo: “No puedo, soy solo un sueño.”

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POR SI QUIEREN VER ESTE VIDEO, ES DE JAMIE CANTANDO DON'T STOP ME NOW el link está en los comentarios :)

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