PARTE I
| C’mon skinny love, just last the year |
Estaba en la escuela, caminando por los pasillos, esperando encontrarme con alguno de mis amigos. Tenía mis manos envueltas, acogiendo a mi preciado anillo. Pensaba en esas tres palabras que susurró Jamie en mi oído y que me sorprendieron tanto. “Te amo, Nadia.” En ese momento, no me pareció que mi nombre hubiera sonado más hermoso antes que cuando salió de su boca.
Y ahora entendía ese feo presentimiento que previamente había tenido. Era esto. Lo que estaba por venir, la ausencia de él.
La voz de Alec apareció de la nada detrás de mí. Me di vuelta y lo saludé. Por su cara, no parecía muy contento que digamos. Al contrario, parecía que le hubieran pasado un camión por encima y que apenas había sobrevivido.
– ¿Qué te pasó que tienes esa cara de Alexander degollado? ¿Por qué no me llamaste anoche? – Inquirí, preocupada. Él sacudió la cabeza y me miró fijamente.
– Tú tampoco pareces haber tenido una buena noche. – Murmuró.
Nos sentamos en unos bancos que estaban cerca de nosotros y nos miramos con complicidad. Este era el momento en el que nos contábamos sobre nuestras novedades.
– Cuenta primero – lo insté para que me diera tiempo a pensar en una mentira. No podía decirle sobre Jamie, pensaría que me había convertido en una psicópata. O algo por el estilo.
– Bueno – asintió. – Conoces a Magnus. Ya has hablado con él, lo has conocido, etcétera. Debes tener una pista de lo que es capaz de hacer. – Esta vez me tocó a mí asentir. Nos habíamos juntado varias veces con él en nuestras reuniones de amigos. Magnus para mí era alguien único, completamente atípico, pero me caía bien. Principalmente porque hacía a mi mejor amigo feliz. – Anoche apareció en mi casa.
Okay. Decir que me quedé boquiabierta es poco.
– ¿Ya ves? ¡Está loco! – Reí por su manera de decirlo. – La cuestión no es esa. Por suerte cuando llegó, no estaban mis padres en casa. Pero bueno, lo dejé estar un rato… - Se ruborizó inexplicablemente. – Pero cuando pensé que todo iba más o menos bien, golpearon a la puerta y escuché las voces de mi familia detrás.
– ¡Carajo! – Solté sin poder evitarlo. Él asintió.
– Exacto. Me volví loco en ese instante, no te das una idea. Lo miré a Magnus y él estaba con su típica cara de póker. Grité “ya voy” a mis padres, (gracias a Dios, la llave la tenía yo y contaba con ese tiempo a mi favor), al fugitivo lo escondí en mi habitación y luego, abrí la puerta. Hice como que estaba vigilando la cocción de algo que casualmente había empezado a cocinar. Hasta ahí todo genial, a pesar de que casi me da un infarto.
– Ah, pero entonces, está bien. Si no te atraparon… - dije.
– ¡ES QUE NO SA ACABA AHÍ! – Me miró con ojos enloquecidos. – No tenía manera de sacar a Magnus de mi casa. Tirarlo por la ventana lo mataría, vivimos en el décimo piso. Mi madre no salía de su amada cocina, y ésta se encuentra en frente así que no había manera de sacarlo por la puerta. Mi padre rondaba por la casa como un auténtico zombie. Uno de ellos que entrara a mi cuarto, lo arruinaría todo. Así que, me encerré en mi habitación toda la noche. No cené, no hice nada con tal de que ni por casualidad se les diera por sospechar. Pero me salió el tiro por la culata. A la noche, lo saqué silenciosamente a Magnus de la casa, tuve esas despedidas que… bueno, ya sabes, - se volvió a ruborizar y yo le pegué en el brazo – pero a la mañana, mi familia me miraba con la típica mirada de “mi hijo con las hormonas revolucionadas”. Me preguntaron qué cosa había estado haciendo en mi pieza todo el tiempo que estuve adentro. Les dije que dormí, pero no se lo creían. Me hicieron preguntas sobre si había estado en la computadora, y en ese caso, qué había estado viendo. Me dijeron que necesitaba calmarme. ¡PUEDES CREERLO!
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En Mis Sueños
FanficÉl es lo que ella más detesta, pero a la vez lo que más necesita. Es un contraste de cosas que la vuelven loca pero que se han convertido en parte de su vida. Es la persona más importante para ella pero un problema los separa en un abismo. No es re...