Sueño IX: Desconocidos celos.

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Jamie

Vi esa foto crucial de Nadia sonriendo mientras un chico que no reconocía (pensaba que quizás era el mismo que había visto en las fotos de la habitación de ella pero no) le besaba la mejilla con pasión. Parecía que él estaba sacando la foto. Me dejé caer sobre el sillón pesadamente.

Cerré los ojos y puse la mente en blanco.

Me acosté a la hora que solía hacerlo últimamente. Mañana tendría otro día de trabajo duro y luego, empezaría a prepararme para postularme como actor en la famosa película de Cazadores de Sombras. Necesitaba dormir un buen rato.

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Caminaba por las calles de Londres como cualquier otro día. El cielo estaba oscuro y nublado, la niebla empañaba la vista de la ciudad y el viento nos envolvía completamente. Di un respingo y me ajusté más mi abrigo. No sabía hacia dónde caminaba, solo lo hacía. Me dejaba llevar por la marea de gente con apretadas agendas y niños lloriqueando porque no se les compró un algodón de azúcar en la Gran Plaza Londinense. Me sentía una persona más entre la multitud, algo a lo que ya estaba acostumbrado y que no esperaba que cambiara.

Hasta que divisé alguien a lo lejos, una persona que reconocería con solo tocar sus suaves manos, o escuchar su voz. Estaba de espaldas a mí y a unos cuantos metros, corrí hasta ella porque me sorprendía que estuviera en un sueño ahora. ¿No me había acostado a la hora que nos impedía tener sueños juntos? Pensaba que sí. Quizás ella se haya acostado a otra hora.

Cuando estaba a punto de llegar a su lugar, una persona hizo que me detuviera de repente como si me acabara de estampar contra un vidrio. Los miré tomarse de las manos.

El hombre, que se veía como una sombra y no como alguien en concreto, besó los cabellos de ella. No se le veía ningún rostro al tipo, era solo una silueta negra. Estaba por dar otro paso adelante para interrumpirlos cuando Nadia posó sus manos en lo que sería la nuca de él para acercarlo más y lo besó en los labios. De una manera en la que EN MI VIDA me había imaginado que dos personas podrían besarse.

Sentí ese aura de romance típico que provocó que yo retrocediera unos pasos. Una persona desconocida me tocó el hombro y me tendió un violín. De lo más irónico. Se lo rechacé de mala gana y volví a mirar a los estúpidos tortolitos.

¿CÓMO ERA QUE NO SE DABA CUENTA QUE EL TIPO BAJABA SU MANO POR LA ESPALDA? ¡UNA MUJER NO DEBERÍA SER TAN DESCUIDADA! ESTABA CON UN PERVERTIDO Y ELLA PARECÍA PERDIDA EN SU MUNDO, EL DE INTERCAMBIAR SALIVAS. AJJJJJJJ. ASCO.

 De pronto, un suceso de imágenes vino a mi mente recordándome la última vez en las que mis instintos me traicionaron y la besé. No es que yo había sido muy decente en ese entonces…

PERO IGUAL. ¿Qué le veía? Es decir, era entendible si yo la besaba y ella ni se daba cuenta de lo que le pasaba alrededor porque soy el mismísimo Jamie Campbell Bower. ¿Quién no cae con mis encantos? ¡PERO ÉL! Ni siquiera tiene rostro, es una figura negra.

Bueno, ya en serio. Exclamé su nombre para captar su atención pero ella no me escuchó. Lo intenté una vez más y se dio vuelta. Buscó con la mirada quién la había llamado y yo alcé la mano. Me miró confundida, le hice una seña para que viniera hasta donde yo estaba dibujando una sonrisa en mi cara (que era cincuenta por ciento verdadera nada más). Ella le dijo algo al chico a su lado, él asintió una vez.

Nadia avanzó hasta mí y me dirigió la típica sonrisa de cortesía. Fruncí el ceño.

– Buenas tardes, ¿lo conozco? – Dijo con un tono amable pero superficial.

¿Acaso no me estaba reconociendo? ¿Tenía algo en la cara que era diferente en mí? Antes me había visto en el retrovisor de un auto y estaba igual que siempre, quizás más guapo. Pero aparte de eso, seguía siendo el mismo. O… quizás… ¿Se había olvidado de mí?

Solo habían sido días, ni siquiera meses. Yo recordaba su rostro como si la hubiera visto ayer mismo, porque me mantenía pensando en ella… bueno, al parecer, no era recíproco. Ella no pensaba en mí. La miré decepcionado.

– “¿Lo conozco?” – cité enojado. - ¿Es en serio? Soy Jamie.

– Jamie, ¿de dónde nos conocemos? – Inquirió ella como si no tuviera la MÁS MÍNIMA pista de quién era yo. Consideré en golpearla para que reaccionara, pero eso sería muy brusco y no era correcto con una mujer.

– De los sueños. Sueñas conmigo y yo sueño contigo. – Respondí sinceramente. Esperaba que ahora se pusiera a pensar y me recordara.

– Ah, sí. Mira, - me miró severa. – Ese chico que está ahí es mi novio, como ya lo has visto. Es inútil que utilices piropos viejos. Con eso, me voy. Adiós y es un no placer haberte conocido.

Se alejó y yo me quedé ahí parado con un gigante signo de pregunta en el medio de mi cara.

¿QUÉ?

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