capítulo 17

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Apuesta, el poder de Rousse

Rousse abrió sus ojos, se dio cuenta que estaba atada y con una especie de venda que cubría sus ojos, el pánico solo duro un par de segundos, recordó todo, respiro profundo y cerca de ella sintió unos sollozos ahogados
-¿trinidad, eres tú?- pregunto con la voz más serena que pudo
-¿Rousse?, ¿eres tú? ¡Ayúdame por favor!- dijo alzando la voz
-cálmate Trinidad, estoy atada igual que tú, y no puedo ver nada, al parecer tenemos unos visores puestos-
-me desespera estar así-sollozo Trinidad
-lo sé, pero escúchame, me las arreglare para salir de aquí, pero tienes que prométerme que pase lo que pase y escuches lo que escuches, te harás la dormida a menos que yo te hable, ¿entendido?- ordeno Rousse
-está bien- dijo Trinidad tu sabes pensar las cosas mejor que yo-
-te equivocas, la única diferencia es que yo soy más calmada que tu- dijo Rousse pero su frase se cortó, se sintieron pasos cerca de ahí, Trinidad se mantuvo en silencio como le ordenaron, sintieron el ruido de bisagras y dos tipos de pisadas, unas de unos tacones, y otras más silenciosas
-a pasado más de un día y ellas siguen inconscientes, tal parece que se les fue la mano al golpearlas cuando las capturaron - dijo la voz de una mujer, los tacones se acercaron a cada una de las jóvenes y les arrancó de un tirón sus collares, Rousse temió que Trinidad reaccionara pero no escucho ruido alguno.
-con esto solo faltan dos joyas- gruño la voz de un hombre, la cual Rousse estuvo segura que era Steve
-así es dijo la mujer, ahora puedes hacer lo que gustes con dos de las jovencitas y las otras dos las destinaremos a algunos soldados para su entretención- dijo en un tono desquiciado, los tacones se alejaron y la puerta volvió a sonar
-ya pueden dejar de hacerse las dormidas, ya sé que estas despierta hace mucho Rousse, y tu amiga no tenía las huellas de lágrimas cuando me fui la última vez-
-Trinidad se durmió después de tanto llorar- suspiro Rousse, -aunque me gustaría por lo menos poder ver tu rostro para hablar-
-nadie dijo que hablaría contigo- rio Steve
-entonces porque no le dijiste a la niña que se fue, que yo ya había reaccionado-
-porque ella me apesta, se cree dueña de la organización porque es la perra que se acuesta con Alberich, podrían haberle quitado la joya como a ustedes simplemente-
-no deberías hablar así de una mujer- suspiro Rousse
-lo sé, pero es el único nombre que le puedo dar después de que se me ofreciera, aun estando con Alberich-
-y ¿Quién es Alberich?-
-él es el jefe aquí- gruño Steve
-¿ósea al que le obedece?- pregunto Rousse
-algo así-
-lo que no entiendo es como alguien de buen corazón termino siendo subordinado de una organización como esta- dijo Rousse con un tono firme, y Trinidad lo entendió en seguida, Rousse había tenido una de sus visiones, y quería lograr que él las ayudará.
-si es un cumplido lo agradezco-
-Lo digo en serio, -
-te contare la verdad solo si tu amiga deja de hacerse la dormida- gruño Steve
-está bien Trinidad, puedes hablar- dijo Rousse y su amiga se enderezó, el joven se acercó y le quito los visores a ambas, y les costó un minuto en poder acostumbrar sus ojos a la luz de las antorchas, Rousse quedo sin palabras, ese joven era mucho más apuesto de lo que imagino, piel morena, cabello castaño oscuro al igual que sus ojos, se sentó en el suelo a un metro más o menos de Rousse.
-¿no nos vas a desatar?- pregunto Trinidad
-no son mis prisioneras, y no poder sacarlas de aquí hasta que termine el ritual-
-¿ritual?- preguntaron ambas al mismo tiempo
-no les hablare sobre eso, entre más sepan, más probabilidades tienen de que mis superiores quieran eliminarlas cuando todo esto acabe, si hubieran vendido las joyas al mastre Fernando cuando llegaron a Roma se habrían ahorrado todo este lío y tendrían bastante dinero para gastar-
-no es tan sencillo, para nosotras las piedras-comenzó Trinidad pero Rousse la detuvo
-Trinidad, por favor, no vale la pena, las joyas ya no las vendimos y ni siquiera están en nuestro poder, me interesa saber más porque Steve termino en un lugar como este, porque según dije antes, no creo que sea una mala persona-
Steve la miro sorprendido, era la primera vez que alguien le preguntaba por su historia, o por sus razones para estar ahí, -la verdad es que Alberich siempre habla de crear paz para este mundo, que al quitar el sello del infierno y haciendo que la humanidad vea lo que hay ahí, las personas cambiaran su manera de vivir la vida, pero yo no estoy tan seguro, yo solo estoy aquí porque el revivirá a mis padres-
-eso es imposible suspiro Trinidad
-no, Alberich puede traer los muertos a la vida si tiene sus cadáveres, hay dos tipos de regeneración, alma y cuerpo, los soldados que ocupamos son cadáveres recientes a los cuales Alberich les devuelve solo su alma a su lugar, así no corremos riesgos que nuestra gente salga herida en áreas peligrosas, y la otra es de cuerpo y alma, la cual demora más y consumen mucha más energía-
-pero eso es imposible-gruño Trinidad
-¿y qué hay del espectro que los ataco en el hotel?- pregunto Steve suavemente, como saboreando tener la razón, Trinidad y Rousse se miraron atónitas, recordaron claramente cuando máximo disparo tres veces a la cabeza del encapuchado y este ni se inmutó ¿realmente los muertos pueden volver a la vida?, se preguntaron en sus mentes.
-mis padres fueron asesinados por ladrones, y luego al terminar el atraco, prendieron fuego a todo lo que encontraron, jamás se hizo justicia y el deseo de venganza ya no me interesa, puesto que nunca encontraron pistas de lo sucedido lo único que puedo hacer es tratar de devolverles la vida que la maldad de este mundo les quito, y mi nuevo Dios es aquel que me ofrece cumplir mi deseo- explico Steve poniéndose de pie
-Dios existe- murmuro Trinidad pero no culpes a Dios de lo que paso-
-y ¿Dónde está tu Dios ahora?-siseo Steve - 'porque si deseas yo puedo llamar a nuestros soldados y dejaría que las utilizarán como a ellos les plazca, a ver si les dan un poco de placer antes que abandonen este mundo y tu Dios no haría absolutamente nada-
-la luz de Dios está dentro de ti- murmuro Trinidad, -porque no nos has hecho nada, nos has dejado verte, y nos cuidas de que tu propia amenaza no se cumpla-
Steve la miro sorprendido ¿la luz de Dios?, ¿Qué mierda era eso?
-un amigo llamado Memphis siempre nos dice que él no cree que hayan personas malas en este mundo- murmuro Trinidad, Rousse guardaba silencio, sabía lo que trataba de lograr ella y en las discusiones ella era siempre mucho más convincente
-y que hay de las personas que asesinaron a mis padres ¿acaso eso no es maldad pura?... donde estaba ese Dios en el que yo creía, donde estaba ese cristo del cual siempre me hablaron y al cual tanto le rogué que me devolviera a mis padres- grito Steve, avanzando hacia Trinidad con la cara desfigurada de rabia
-nuestro amigo dice que hay dos clases de personas, ¡ las que para lograr una meta, pasan a llevar a otros, los humillan, los hacen sufrir, o los que trabajan más arduo y tratan de ser felices haciendo felices a otros y dejando que otros sean felices¡- Grito Rousse y Steve se paró en seco.
-y es tu decisión a cual grupo de personas quieres pertenecer dijo Trinidad
Steve apretó los puños con rabia pasados unos segundos medio su mano al bolsillo y saco dos jeringas, se acercó a Trinidad y se la clavó en la pierna el gesto de dolor fue instantáneo, junto a un quejido
-eso te hará dormir, es mejor que no veas el ritual- murmuro Steve, él se alejó al instante y se sentó en el suelo, a los pocos minutos Trinidad se durmió
-¿Por qué la duermes a ella y a mí no?- pregunto Rousse
-porque ella es muy bulliciosa-
-pero es más convincente que yo al fin y al cabo, son las decisiones de los hombres las que crean la maldad los animales, las plantas, las estrellas, el mar, son cosas perfectas que según yo si creo Dios, al final son las decisiones de las personas las que crean la maldad-
- ¿a qué te refieres?- pregunto Steve
-a que una espada o un arma de fuego se crearon con el fin de cazar alimentos, los cuchillos para cocinar, pero las personas las usaron para matar gente las personas descubrieron la energía nuclear o la pólvora, y en vez de darle un buen uso las transformaron en bombas-
-es el instinto de la raza humana por sobrevivir-
-las hormigas también han sobrevivido-
-si claro pero ellas no piensan- ironizó Steve
-se supone que no piensan, tal vez en su mundo si son inteligentes, pero al fin y al cabo, esa supuesta inteligencia superior es lo que tiene al mundo así, lleno de maldad, o de personas que prefieran matar a otras y robar, en vez de trabajar, todo depende del uso que le des a las cosas, ellos usaron alguna antorcha para quemar tu casa en vez de usarla para iluminar a los niños que no tienen casas ni alimentos y temen a la oscuridad-
Steve se quedó sin palabras, al final Dios le había dado el fuego y cada persona veía lo que hacía con el.
-supongo que la pregunta ahora es ¿Qué haré yo?- suspiro Steve
-yo no puedo responder eso por ti, pero sé que tienes buen corazón más que mal aun no nos has hecho nada malo- sonrió Rousse
-¿estar atadas y encerradas no es malo?- pregunto Steve devolviéndole la sonrisa
-tal vez, pero tu hablar contigo me ha hecho sentir bien pero creo que debo advertirte algo, nosotras llegamos con alguien a Italia y apuesto mi vida a que no se ira sin nosotras-
Steve se levantó y tomo la segunda jeringa, - pues para ser sincero, me encantaría que te quedaras en Italia-
Rousse lo miro sorprendida ¿me vas a sedar también?-
-así es, no es bueno que veas el ritual, a las otras dos también les inyectare, y debo decir que dependiendo de la decisión que tome, será lo que les espera- dicho esto, clavo la aguja en el brazo de Rousse, se levantó y saco dos ampollas más, las cuales fueron administradas con destreza en June y Helena, mientras Rousse cerraba sus ojos vio como Steve se dirigía hacia la puerta.

Tártaro I , El dolor de una perdida. (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora