Tártaro I , El dolor de una perdida. (Historia Completa)

capitulo 44

Realidad

Annabel respiró profundamente y se acercó, el cuadrante del edificio aún estaba cerrado y reunían pruebas sobre el accidente del día anterior, miró a su alrededor y vio que el cadáver del Minotauro ya no estaba, pero si el de Alberich.

-Al fin una cara conocida de este asqueroso lugar...- se escuchó decir a una voz de tono grueso, en voz alta y acercándose a Annabel, ella cerró los ojos, era peor de lo que pensaba, un hombre paso por su lado colocándose frente a ella.

-¿que carajos paso aquí?, Espero una buena explicación-

Annabel levantó la vista y su temor se hizo realidad, estaba frente a un hombre de casi dos metros, muy fornido y lleno de músculos a pesar de sus cincuenta anos, su piel blanca hacia juego con su cabello plateado y esos ojos azules que la cortaban con la mirada, era el jefe de Charles, aquel a cargo de todas las unidades del país.

-General Marchisio...- suspiró Annabel

-Espero tu respuesta Annabel.- bufó y Annabel sintió como el mundo se detenía a su alrededor, la fuerte voz del general había alertado a todos.

-Me gustaría hablar en privado con usted señor, hemos vivido un ataque y el capitán Charles está en el hospital grave aún-

Al escuchar que su mejor alumno estaba grave, la mirada del general cambio a preocupación -¿un café Annabel?-

-Seria perfecto...- suspiró, en este instante ese hombre era su única esperanza.

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Ada suspiró pesadamente, Annabel ya debería haber llegado al lugar del ataque anterior e imaginaba que su tarea no sería nada fácil y de ella dependía que las cosas resultarán bien, tenía un mal presentimiento, o más bien dicho, tenía más de uno, sentía que haría falta en varios lugares al mismo tiempo y no sabía cuál sería su siguiente movimiento, de su decisión dependía como sucederían los hechos posteriores.

-Supuse que me habías esperado, por lo general no vienes a ver mis funciones de teatro- dijo una joven de voz bastante fuerte y con un tono alegre, aunque se veía una clara expresión de preocupación en sus ojos, ella jamás la iba a visitar.

Ada se puso de pie y comenzó a descender los escalones de piedra de el gran teatro Olímpico, la joven que era una actriz reconocida la esperaba en el centro del escenario con los brazos cruzados, vestía una túnica blanca con adornos dorados debido a su papel de Cleopatra de la obra anterior, con piel blanca y cabello castaño con tonos rojizos.

-Carolina, necesito que me devuelvas la joya que te pedí que me guardarás- dijo Ada al llegar al escenario

-como siempre directo al grano... Ya nisiquiera me sorprende- dijo riendo

-Carolina no estoy jugando, necesito la joya urgente- dijo Ada con voz fuerte, a Carolina le costaba mucho ser una persona seria y eso la estresaba.

-Esta bien... Está en el mismo cofre que me la diste, tal como tú ordenaste- gruño Carolina mirándola a los ojos, sabía que Ada había sido cercana a su madre antes, pero los años no pasaban por ella... -¿como haces para no envejecer? - dijo comenzando a caminar hacia el arco de piedra iluminado por antorchas.

-No te diré mis secretos... - suspiró Ada siguiéndola, ella no tenía idea de nada.

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Helena se dirigió a la cocina, comenzaba a tener hambre y las provisiones no eran muchas, durante la tarde desde que Ada había salido con Annabel no habían pasado muchas cosas, luego de una pequeña discusión sobre que harían con Máximo, Daniel había sacado su espada y había empezado a controlar su poder, el fuego aparecía donde Daniel apuntaba la espada, al igual que June había comenzado a controlar el viento, ahora la espada no se volvía loca cuando la sacaban de la funda liberando corrientes de aire a diestra y siniestra, ahora June podía reprimir su poder... Pero, no podía dirigirlo a la hora de atacar, salía solo una gran ráfaga en una gran zona de ataque, la sala del departamento era un desastre y June había llegado a la conclusión de que si decidía atacar, podía herir a algún compañero.