2. Tics nerviosos.

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2. Tics nerviosos.

Ya con veintiún años, el tratamiento de Adalynn había finalizado. Antes de ingresar a la universidad, se ofreció como ayudante en una clínica cercana a su antigua escuela secundaria, donde iba todos los días finalizadas sus clases en la universidad. Estudiaba para algún día ser doctora y poder tener allí un trabajo fijo donde pudiera ayudar a las personas. Pero por ahora debía conformarse siendo la ayudante del doctor Wagner, quien había mudado su consultorio a la clínica, y le había ofrecido una pasantía.

Llegó una noche a la clínica, agotada después de un largo día de estudios, pero dispuesta a ayudar al doctor Wagner en lo que necesitara. Normalmente todo estaba más calmado por la noche, ya que no iban muchas personas y simplemente debían encargarse de los internados temporales. Pero esa noche fue diferente: apenas entró, vio muchos doctores y enfermeras yendo de un lado a otro, desesperados. Echó una mirada al suelo, donde había varias gotas de sangre. Pasó saliva con miedo. Definitivamente debía tratarse de algo grave.

-¿Qué haces ahí parada, Lynn? -Preguntó una de las enfermeras más veteranas de la clínica, la cual le arrojó una bata blanca y tomó con fuerza su brazo-. Un accidente automovilístico, dos heridos y... un muerto.

Adalynn se soltó del agarre de la enfermera y, siguiéndole el paso, se colocó la bata.

-¿Y a mí para qué me necesitan? -preguntó Adalynn, abrochando los botones.

-Uno de los heridos se ha puesto como loco y exige ver de inmediato a su hermana... Pobre niño. Aun no le han dicho lo que pasó con ella.

Subieron por las escaleras hasta el primer piso y el pasillo estaba en completo silencio. Las luces estaban encendidas, algunas al fondo titilaban. La luz pasaba por debajo de la puerta del quirófano. Los doctores debían estar allí con los heridos.

-Allí está -murmuró la enfermera a su oído, cabeceando hacia uno de los asientos plásticos donde un chico estaba sentado. Se movía de manera extraña, como si estuviera temblado-. El pobre tiene tics nerviosos. Empeoraron desde que llegaron. El doctor Wagner no ha podido venir esta noche, dijo que tú sabrías encargarte bien de él.

Le dio un empujón y Adalynn la miró asustada.

-¿Cómo se llama? -preguntó.

La enfermera consultó a una pequeña agenda que llevaba en su bolsillo.

-Tobías Erin Rogers. -respondió y se marchó.

Adalynn se dio ánimos mentalmente y avanzó con paso temeroso hacia el chico. Había una capucha tapando su rostro, pero de seguro tendría algunas heridas en él. Su brazo derecho estaba vendado. Su ropa estaba dañada y manchada con sangre. Daba un poco de lástima verlo en ese estado.

-¿Tobías? -Llamó Adalynn, pero el muchacho no le prestó atención-... ¿Toby?

Y esta vez él se volteó. Adalynn cumplió con la primera instrucción que el doctor Wagner le enseñó al momento de tratar con jóvenes: sonreír para indicar que todo estaba bien. Aun así, Toby continuó temblando. Ella lentamente tomó asiento a su lado.

-Calma, Toby. Estoy aquí para quedarme contigo. No estás solo en esto, ¿entiendes? -Adalynn apoyó su mano lo más delicadamente que pudo sobre su hombro y Toby se tensó.

-Mi hermana... -murmuró a la vez que su cuello comenzó a doblarse de manera extraña-. Quiero ver... a mi hermana.

-Toby, tranquilo -pero el muchacho no paraba de temblar y su cuello se torcía hacia la izquierda. Adalynn empezaba a asustarse-. ¡Toby...Toby, escúchame! -tomó los hombros del chico y comenzó a sacudirlo-. Toby, necesito que te calmes y respondas: ¿tú sufres de tics nerviosos?

Toby comenzó a asentir repetidas veces. Llegó un punto en que Adalynn no pudo sostener más a Toby por los hombros y lo soltó.

-¡Exijo ver a mi hermana, quiero verla! -gritó. Su cuello se torcía y su cuerpo no dejaba de temblar.

-Calma, Toby -insistió Adalynn-. No te desesperes. Yo... eh... ¡enviaré a alguien para que traiga tus pastillas! Pronto verás a tu hermana, te lo prometo.

Un rato más tarde, el doctor salió de una de las habitaciones e indicó a Adalynn que podía pasar. Toby estaba sentado sobre una camilla. Ya se había recuperado y no temblaba ni su cuello se torcía. Adalynn volvió a sonreírle. Ahora sí podría poner en práctica todos los conocimientos que el doctor Wagner le había transmitido.

-¿Cómo te sientes, Toby? -preguntó Adalynn entonces.

-Bien -respondió el chico, pasando una mano sobre el vendaje de su brazo-. ¿Cómo están mi hermana y mi madre?

-Tu... tu madre está muy bien. -dijo.

-¿Y qué hay de mi hermana?

-Ella sigue en el quirófano -Adalynn notó que Toby bajó la mirada y se apresuró a decir:- ¡Pero no te preocupes, ella estará bien!

Toby hizo una mueca extraña. Por mucho que intentara convencer a su mente de que Lyra estaría bien, no servía de nada. En el fondo sabía que las heridas de su hermana eran más que graves y no lograría salvarse. El simple hecho de recordar las imágenes del auto estrellándose, su hermana cubierta de cristales y con sus piernas dobladas bajo el volante, le daba ganas de llorar.

-Bien, Toby -Adalynn arrastró una silla plástica hasta delante de Toby, donde luego tomó asiento-. ¿Quieres contarme un poco sobre ti? Quizás... no lo sé, alguna anécdota, sobre tu familia... O mejor, dime cómo te va en la escuela.

Toby se movió incómodo en la camilla. Sus ojos comenzaron a recorrer la habitación de forma rápida. No tenía escapatoria.

-¿Tengo que responder a eso? -preguntó.

Las pasantías de Adalynn en el hospital habían acabado, pero decidió no irse luego de que, semanas más tarde del accidente, Toby le pidió que no se fuera. El pobre Toby estaba dolido por el fallecimiento de su hermana Lyra. Adalynn estuvo con él desde entonces, hablando y escuchando cualquier cosa que Toby quisiera. Era un niño bueno, pero dolido por su vida tan poco colorida: su padre era alcohólico y él le guardaba un gran rencor desde que lo vio empujando a su hermana en medio de una discusión.

-Lo único valioso que me queda es mi madre -decía- y si la llegase a perder, ya no tendría motivos para vivir.

Él siempre estaba ahí, sentado, en el mismo lugar donde Adalynn lo vio por primera vez. Pocas veces lo había visto sonreír, pero era suficiente saber que Toby estaría bien mientras pudieran seguir charlando por las noches. Ella lo acompañaba hasta la parada de autobús y, luego, se iba en un taxi hasta su casa. Continuaba viviendo con sus padres, dentro de poco se mudaría a alguna residencia en la Universidad. Quizás consideraría mudarse a la fraternidad donde se encontraba su amigo.

The proxy symbol. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora