18. La visita del señor Hoffman.

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18. La visita del señor Hoffman.

–Yo alguna vez tuve un canal en YouTube –dijo Jeff–. Creo que llegué a tener trescientos subscriptores y lo dejé. Era demasiado... aburrido.

–Lo recuerdo –Ben sacó una caja que decía "Zelda" de debajo de su cama y comenzó a rebuscar entre muchos cartuchos–. Subías mucho GTA, era un canal muy violento. Mi madre no me dejaba verlos.

–¿Esto es un huevo?

–¡No lo toques, Adalynn, es mi homúnculo! –chilló Jeff, arrancándole el gorro de lana de las manos.

–¿Ese es mi gorro? –el rostro de Ben ensombreció.

–Claro que no... es de otro Ben Peter.

Se encontraban en la habitación de Jeff y Ben en la Creepy-House. Todos se encontraban limpiando sus habitaciones ya que recibieron la noticia de que el dueño de la casa los visitaría esa misma noche. Ben y Jeff le pidieron ayuda a Adalynn, pero ella se negó apenas vio el desorden que había en su habitación. La mayoría de las porquerías que había por allí pertenecían a Jeff.

La puerta se abrió y entró una chica de cabello negro y largo, con un canasto lleno de ropa en sus manos. Era muy bonita. Jeff la miró con enojo.

–¿No te enseñaron a tocar? –preguntó, molesto.

–Cállate, Woods. Solo vengo a dejarles su ropa limpia y me iré. –la chica dejó bruscamente el canasto sobre la cama litera y dio media vuelta.

–Ah... Hola, Jane. –dijo Adalynn.

Jane pasó junto a Adalynn, ignorándola, y dio un fuerte portazo.

Jeff, que hasta el momento sostenía el gorro de lana, lo dejó sobre el escritorio y pasó a ordenar el armario. Adalynn lo escuchó murmurar maldiciones por lo bajo mientras iba doblando las camisetas. Ben lo miraba divertido desde el suelo, donde se encontraba ordenando sus videojuegos.

–Bien, yo me voy a Salud Mental, no quiero seguir perdiendo clases.

–Tus libros están en la cocina. –indicó Ben, después de que ella se despidiera de ambos.

Cuando Adalynn se marchó, Jeff comenzó a lanzar insultos en voz alta sin importarle la presencia de Ben, quien ya se había acostumbrado a las peleas entre Jeff y Jane. Esos dos nunca podrían llevarse bien. Tenían tan mala relación como Jeff con su propio hermano mayor, al cual hacía años que no veía.

–Puta lesbiana. –soltó Jeff, arrojando una camiseta blanca al montón de ropa sucia que se acumulaba en el suelo.

–¿Qué tiene de malo que sea lesbiana? –Ben estaba comenzando a enfadarse, Jeff rodó los ojos–. No, responde. ¿Qué tiene de malo? Quiero decir, ese chico que conociste en el hospital, Nick Vanill, también es homosexual.

Jeff bufó, ignorando por completo las insistentes preguntas y reclamos de Ben. Él, por su parte, trató de mantenerse calmado y terminó de ordenar sus videojuegos de nuevo en la caja, luego los volvió a guardar debajo de la cama. El único que decidió dejar en la vitrina con estatuillas de anime y The Legend of Zelda que compartía con Jeff fue el cartucho de Majora's Mask.

Cuando Ben bajó para ver en qué podía ayudar a sus demás compañeros, chocó con Helen, quien iba subiendo al primer piso con unos bastidores bajo el brazo. Ambos intercambiaron miradas por un par de segundos y Helen le dijo:

–Estoy cambiando los cuadros. Jane piensa que los que yo pinto son muy deprimentes y le da mala imagen a la casa, por eso hice unos nuevos.

Y subió.

Ben trató de recordar al menos uno de los cuadros que Helen había colocado por la casa y estuvo completamente de acuerdo con Jane, eran demasiado deprimentes. Había uno en especial que, hasta unos minutos atrás, estaba en la cocina: un perrito herido mirando con ojos suplicantes. La primera vez que Jeff lo vio casi llora.

Desde arriba llegaron a sus oídos los gritos de Jeff y Jack. Parecían estar discutiendo con alguna de las chicas, la cual posiblemente podría haber sido Jane.

–¡No vamos a bañarnos! –gritó Jeff.

–Si lo hacemos perderemos una apuesta –protestó Jack–. Nuestro primer record fue de tres semanas y estamos a dos días de romperlo, ¡ya van a ser cuatro!

–¡Cuatro! ¡Llevan un mes sin bañarse, apestosos! –se escuchó como uno de ellos caía al suelo, seguramente porque Jane lo había golpeado–. ¿Tienes algo que decir Jack o prefieres no correr el mismo destino que Jeff?

Por un momento Ben trató de imaginarse cómo hubiera sido su vida de no haberse mudado a la Creepy-House y, en su lugar, elegía otra fraternidad con gente más normal y madura. Pero si bien estaba algo cansado del comportamiento infantil y las peleas de sus compañeros, se sentía bien estando allí. Les tenía mucho cariño a todos y cada uno de ellos, a pesar de que jamás lo admitiría.

–¿Necesitas algo, Benny? –le preguntó Jill, asomándose por la cocina.

Ella se había puesto el delantal floreado de Jane, se encontraba preparando una crema espesa con la batidora manual. Un terrible olor a quemado proveniente de la cocina podía sentirse desde la sala. Ben tomó asiento en la mesa y apoyó la cabeza sobre sus manos, observando a la chica cocinar.

Pensó que Jack tenía mucha suerte de tener a una chica tan bonita como Jill que, si bien no sabía cocinar y en más de una ocasión había hecho sonar la alarma de incendios, era muy dulce con todos.

–No me llames Benny –dijo bufando–. Todos aquí me tratan como bebé, siendo que Helen es el más pequeño. ¡Ponle un apodo a él!

–Quizás si en edad, pero físicamente pareces un niño de primaria, Benny –y luego agregó–. Y opino Helen ya tuvo suficientes burlas durante la preparatoria por su nombre.

–Yo tambien he tenido problemas con mi estatura y por no tener padre.

Jill comenzó a tararear una canción. ¿Lo estaba ignorando?

Se levantó y salió afuera. No tenía ganas de hablar con nadie, ya lo habían puesto de mal humor. Se acostó en el pequeño patio delantero de la Creepy-House, mirando al cielo que entonces estaba nublado. Parecía que llovería en cualquier momento, ¿podría ser que el señor Hoffman, el dueño de la Creepy-House, iría a cenar eso noche si el clima empeoraba?

Le parecía una pérdida de tiempo que todos se encontraran limpiando y ordenando absolutamente toda la casa (incluidos sótano y ático). Lo único que el señor Hoffman haría sería ir esa noche a las ocho para cenar, charlar un rato con ellos y luego marcharse en su lujoso auto. Si bien era la primera vez que lo conocerían tampoco era para tanto. Solo era el dueño de la casa donde vivían y que se negaba a venderle la propiedad a la universidad, pero aun así les exigía que pagaran las cuentas.

Cerró sus ojos por un momento y cuando los volvió a abrir ya era de noche. Junto a él se encontraba Sally, arrodillada. Lo miraba de manera curiosa con esos enormes ojos verdes que la hacían verse aún más tierna. Se levantó, buscando con la mirada a Adalynn pero ella no estaba allí.

–¿Viniste sola? –preguntó Ben. Ya no se sentía tan nervioso como otras veces y había aprendido a controlarse para no ir al baño a cada segundo.

Sally negó con la cabeza. Levantó su brazo y señaló un auto negro que estaba estacionado frente a la Creepy-House. Ben rascó su cabeza.

–¿Ya vino el señor Hoffman? –Sally asintió–. ¡Rayos, debemos entrar! En un rato llamo a Adalynn para que te busque, ahora ven.

Tomó su mano y entraron corriendo a la casa por la puerta trasera, teniendo cuidado de no hacer ruido para despertar a Smile, que dormía en la su perrera. Ben se dio cuenta de que todavía agarraba con fuerza la mano de Sally y se soltó bruscamente. Ella simplemente rió.

–Ben, oye –Jeff entró a la cocina, se veía enfadado–. ¿Dónde estabas, tarado? Ve a vestirte, el señor Hoffman está hablando con Jack en la sala y pronto iremos a comer. ¡Apúrate!... Oh, hola, pequeña Sally. ¿Quieres algo de comer?

The proxy symbol. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora