11. Fumar te hace daño.

75 16 6
                                    

11. Fumar te hace daño.

Era la quinta vez en la semana que Tim visitaba el hospital. Llevaba colgando de su brazo una pequeña bolsa plástica donde llevaba un par de frascos con su medicina, mientras que con su otra mano sostenía su teléfono y marcaba el número de Brian. Comenzaba a creer que en el departamento había un duendecillo que robaba sus pastillas todas las noches, bien podía tratarse de alguno de sus vecinos: él y Brian habían elegido el peor barrio para vivir y todas las personas que vivían por allí eran, mayormente, drogadictos. Por suerte ellos no tenían nada de valor que pudieran robar. Pero gracias a la misteriosa desaparición de sus pastillas tenía una excusa visitar constantemente el hospital y ver a la hermosa enfermera que lo traía loco hacía tiempo: Ann.

Tim miró hacia todas partes, algo nervioso, apenas abandonó el hospital. Caminó unas cuadras hasta llegar al McDonald's cerca de la gasolinera y tomó asiento sobre unas macetas. Encendió un cigarrillo. Esperó un rato y volvió a marcar el número de Brian, la primera vez que lo llamó no contestó.

-Ya era hora -dijo Tim-. ¿Ya estas allá? Idiota, ni siquiera me esperaste.

-Toby dijo que era urgente. -contestó Brian al otro lado de la línea.

-No me importa lo que diga Toby, es un zopenco... ¿Vienes por mí?

-¡Este zopenco puede oírte! -se escuchó gritar a Toby.

-Cierra la boca -calló Tim de manera burlona-. Estoy cerca del McDonald's, no tarden.

-Enseguida vamos. -Brian cortó.

Una camioneta de policía iba saliendo del estacionamiento del McDonald's y frenó al lado suyo. Tim sacó el cigarrillo de su boca.

-Oye, chico, hay unas madres que se quejan del humo. Apaga eso, ¿quieres? -Dijo uno de los policías cuando bajaron la ventanilla-. Tampoco puedes sentarte ahí.

Tim frunció el ceño y miró de mala manera al oficial. Arrojó el cigarrillo al suelo, lo pisó para apagarlo y se alejó con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, mirando con recelo a los policías, que se alejaban por la calle principal. Frenaron en el semáforo y entonces Tim pudo ver a uno sacar la mano por la ventanilla: el que conducía tenía un cigarrillo en su mano.

Entonces, muy enfadado, volvió a encender un cigarrillo. Debía ser el sexto que fumaba en el día.

Estúpidos policías, no sirven de nada. Se creen muy correctos porque llevan un estúpido uniforme. Tim tuvo que detenerse a mitad de camino, pues había comenzado a toser muy fuerte. Comenzó a dolerle la cabeza. El cigarrillo cayó al suelo.

Escuchó un par de bocinazos a sus espaldas. Al voltear encontró a Toby conduciendo su viejo y oxidado Alfa Romero 2600. Si bien su vehículo era bastante "cutre", Tim lo amaba. Lo llenó de rabia ver a Toby conduciéndolo, ¡él era un desastre! Podía ser capaz de dejarlo peor de lo que ya estaba. Tim se irguió y caminó hacia la ventanilla del conductor. Dio a Toby una mirada que dijo todo: "saca tus sucias manos del volante y vete para atrás", Toby obedeció a regañadientes.

Tim subió, abrochó su cinturón y encendió el motor con una sonrisa en el rostro.

-¿Estuvo movido el día? -preguntó Tim, mirando por el espejo retrovisor a Toby, que dibujaba en el vidrio cubierto de polvo.

-Cobrar, ajustar cuentas con algo de sangre... Ya sabes, lo típico -respondió él-. ¿Y a ti cómo te fue en el hospital?

-Tuve que comprar más pastillas. ¿Seguro que no eres tú quien las roba? -Toby negó con la cabeza sin ningún deje de culpa en el rostro, decía la verdad-. Bien, bien.

Brian iba en el asiento de acompañante, junto a Tim. No había dicho palabra desde que subieron al auto, iba con el rostro fijo en la pantalla quebrada de su teléfono. Toby se asomó por su hombro y frunció el ceño cuando leyó el nombre de la persona con quien Brian se encontraba hablando.

-¿Por qué hablas con ella? -preguntó sin ocultar que estaba enfadado.

Él no respondió, simplemente sonrió mientras hablaba por WhatsApp. Toby se echó hacia atrás en el asiento, bufando sonoramente.

-Te noto muy concentrado, Brian -dijo Tim con algo de picardía, pero Brian lo ignoró también-. Hijo de puta...

El resto del viaje fue en silencio y las pocas veces que charlaron, la conversación fue entre Tim y Toby. Brian no despegó la vista de su teléfono en ningún momento. Tardaron bastante en llegar al departamento, el viaje duraba alrededor de treinta minutos. Había un poco de tráfico y eso era desesperante para Tim, quien más de una vez hizo sonar con fuerza la bocina y gritó insultos sacando su torso por la ventanilla del auto. Toby solo observaba divertido, hasta que miraba a Brian y su malhumor regresaba.

-Fumar te hace daño. -Toby trató de quitarle el cigarrillo de las manos a Tim, pero lo único que consiguió fue que le cayera en su mano y gritó.

Brian se sobresaltó y lo miró molesto.

-Toby, fíjate lo que haces -regañó levantando el cigarrillo y arrojándolo por la ventana-. Podrías haberte hecho peor daño.

-Cállate y continua hablando con Adalynn, no te metas -dijo el adolescente, quien le tiró a Brian su teléfono en la cara-. Me caes mejor cuando cierras la boca.

Tim estacionó el auto afuera de un pequeño edificio. Sin prestar atención a la discusión de sus compañeros, bajó y sacó las llaves del departamento, aunque ya sospechaba que alguno de sus vecinos había entrado. Siempre dejaban la puerta abierta y un pedazo alambre tirado en el suelo, al cual utilizaban para forzar la cerradura.

-Estás celoso. -soltó Brian, sonriéndole de una manera que a Toby le molestó demasiado.

Abrió bruscamente la puerta y cerró de la misma manera, ésta casi se cae. Menos mal que Tim ya había subido, sino Toby hubiera terminado con un moretón en el ojo. Nadie maltrataba a su auto por muy cutre que fuera. Brian simplemente lo observó riendo, tal vez él era el más bromista de los tres y disfrutaba de hacer enfadar a Tim y Toby, sobre todo a éste último.

Ya dentro del departamento, Tim dejó sobre la mesa sus pastillas y se tiró sobre el sofá. No tenían televisión, por lo que debía conformarse con mirar el techo. Toby se sentó en una de las sillas, mirando con mala cara cualquier cosa que se le cruzara, incluido Brian, a quien le llegó la notificación de que su teléfono estaba a segundos de apagarse por batería baja.

-Mierda. -murmuró, buscando con la mirada el cargador.

Te lo merecías. Toby rió en sus adentros.

-To... by... -llamó Tim tosiendo sonoramente con una mano sobre su pecho-. Trae... tráeme un vaso de agua.

-Lo dije y lo repito: fumar te hace daño, Tim.

Se ahorró las ganas de reclamarle por "cuál era la palabra mágica" y fue en silencio a la cocina. Mientras buscaba un vaso por las alacenas, las cuales apenas tenían unas cajas de cereal, divisó por la pequeña ventana junto al fregadero que un auto lujoso se estacionaba en la calle frente al edificio. Sonrió emocionado.

-Llegó. -anunció feliz, tendiéndole el vaso a Tim.

El enojo que Toby sentía hacia unos segundos fue sustituido por una gran felicidad. Brian y Tim se levantaron del sofá. Se miraron en el espejo quebrado que había en la pared, junto a la puerta de su habitación. Sus prendas estaban limpias, salvo por una pequeña mancha de sangre en la manga de la sudadera amarilla de Brian. Toby, en cambio, lucía impecable.

Escucharon que llamaron la puerta. Tim y Toby corrieron hacia ella, empujándose para ver quién sería el que atendiera primero a su "jefe". Tim terminó de espaldas en el suelo mientras Toby observaba de manera burlona con su mano envolviendo el pomo de la puerta. Brian lo ayudó a levantarse, sacudió un poco la chaqueta de Tim y asintió para que Toby abriera.

-Buenas, señor. -saludó el más joven de los tres.

-No perdamos tiempo -dijo el hombre, pasando una mano por los botones de su saco-. Tenemos algo que hacer el próximo mes.

The proxy symbol. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora