38. Nathan

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Me desperté por los golpes que sonaban en la puerta, uniéndose una voz gritando:

- Chicos, ¡Levántense! - decía papá.

Ligeramente sorprendida, me levanto. Era muy extraño lo que estaba haciendo papá, comportándose como si fuera un padre común y corriente, que hiciese esto por sus hijos siempre.

Hacía calor, y entraban rayos de sol por mi ventana, (el clima estaba algo cambiante) por lo que me puse una blusa blanca acompañada de mi usual short, más unas sandalias altas negras.

Bajé al comedor, donde papá ya había hecho el desayuno y lo había dejado en la mesa, y en este momento se encontraba viendo la televisión, algo despreocupado.

- ¡Buenos días, Celeste! - me saludó el desde la sala.

- Hola papá. - respondí seca.

Me senté y empecé a comer, tranquila, y al poco tiempo mis hermanos ya habían bajado y estaban comiendo junto a mí.

Nos aseamos, y al salir, papá no dejó de insistir en que saliésemos los tres juntos, reclamando en que no nos veía mucho juntos, por lo que agradecería vernos unidos.

- Por favor, hagan el favor de complacerme un poco, aunque sea por hoy.

Y un poco a nuestro pesar, salimos los tres juntos, y papá se quedó viéndonos desde la ventana, hasta perdernos de vista. Al no poder vernos más, aprovechamos mis hermanos y yo para charlar acerca de lo ocurrido.

- ¿Entonces? ¿Qué opinan de papá? - pregunta Cris.

- Parece que quiere rectificarse... - dijo Axel.

- ¿Y si tiene un plan? - les pregunté.

Después de todo, no sé que puedo esperar de él en éstos momentos.

- ¿Tu crees? ¿Será tan... retorcido? - dijo un poco asustado Axel.

- No, no creo. Tal vez, como dijiste Axel, intenta redimirse de sus anteriores hechos, yo que sé.

Ese último comentario nos dejó pensativos a los tres, y el resto del camino conversamos un poco más sacando extrañas teorías de que es lo que podría estar pasando, pero al momento de separarnos, decidimos dejar un poco de lado el tema, y nos despedimos, para llegar a nuestros propios colegios, cada uno por su lado.

Llegué un poquito tarde, (no demasiado :v) por lo que me dirigí de frente a mí salón, donde cada compañero iba llegando, pero por el camino, me extrañó que mucha gente que no conocía me saludaba, al parecer ellos si me conocían de alguna forma, como por ejemplo, alguien podría haberles hablado de mi, o yo que sé.

Para ser de alguna forma educada, les respondía el saludo, pero a la vez pensando "Jamás me había enterado de la existencia de esta persona." Sé que suena algo cruel... pero es la verdad.

Cuando entré a mi salón, observé a las personas que se encontraban ya dentro, yo me senté y arreglé mis cosas. Luego llegó el profesor y nos saludó, al igual que en las otras clases, y empezó a hablarnos sobre algunos eventos que se aproximaban en un futuro, aunque afirmando que nada era seguro. Luego de toda esa charla, nos sorprendió con una última noticia:

- Bueno, chicos, antes de dejarlos con su estupendo día lleno de aprendizajes nuevos, tengo el deber de presentarles a un nuevo alumno, un compañero que espero que reciban agradablemente, y que traten como un chico más. Bueno, pasa.

Acto seguido la puerta se abrió, llamando la atención de los chicos, y de la mayoría de las chicas, que parecían emocionadas por ver a un nuevo chico.

Entró entonces al salón un chico alto, de cabello entre castaño claro y rubio de ojos verdes, que al vernos a todos, nos dirigió una amplia sonrisa.

- Por favor, preséntate. - le dijo el profesor.

Y él, sin parar de sonreír, levantó una mano y nos dijo:

- ¡Hola a todos! Mi nombre es Nathan Brooks y espero que entre todos podamos llevarnos bien.

Algunas compañeras se rieron, ni idea de por qué, pero se pusieron a conversar.

Mientras tanto, el profesor le dijo unas cosas a Nathan relacionadas con su buen comportamiento, además de que le deseaba un buen año escolar.

Luego miró a su alrededor en dirección a las carpetas, y viendo que quedaba un sitio libre a mi lado el cual yo no había notado (no me juzguen. No recuerdo si lo he dicho antes, pero soy muy distraída :'v) le dijo a Nathan que se sentase allí. El obediente caminó hasta estar a mi lado, y luego se sentó.

- ¡Hola chica! ¿Cómo estás? - me dijo tendiéndome su mano.

- Bien...

Nathan estaba llamando la atención de mucha gente en general, siendo específica, CHICAS. Ellas no paraban de mirarlo como si fuera un dios viviente o que se yo.

- ¿Te incomodo?

Miro nuevamente a mi lado, donde estaba el, mirándome nuevamente, haciendo pucheros... y viéndose realmente... tierno.

- No, no. Es sólo que es un poco extraño... todo esto. - dije mientras hacía un movimiento amplio, como intentando señalar todo el salón.

Se había quedado mirándome con su ya repetida sonrisa, aunque seguía siendo igual de alegre que antes. Pero esa rara sonrisa que no apartaba de su rostro estaba empezando a incomodarme, especialmente por la extraña forma con la que me miraba.

- Qué... ¿Qué miras? - pregunté extrañada.

- Es que eres muy linda. Si eres así, puedo disfrutar el verte.

Ese comentario por su parte hizo que me sonrojase, no esperaba algo así.

- Eh... ¿Gracias?

- No hay de qué. - me dijo sonriéndome mientras cerraba sus ojos.

Acto seguido, sacó un cuaderno y se puso a dibujar.

Raro, si. Pero a la vez, me dio gracia y me reí. Entonces el se giró y me miró, de nuevo.

- ¿Qué? - su mirada había cambiado.

- No sé, eres muy raro. - respondí riendo.

- Jeh, me lo han dicho mucho. ¡Gracias por el halago!

Y así, las primeras horas de clase pasaron, Nathan era buen persona dentro de lo que cabía, un poco loco, pero a su manera.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora