¡Qué día! Pensó dramáticamente Giselle mientras se desplomaba sobre la cama con un gemido. Se colocó un paño frío sobre los ojos y pensó melancólicamente en el resultado de sus intrincados planes.
Se habían convertido en basura. Todos.
Su cita había sido agotadoramente aburrida, le había clavado inexplicablemente un tenedor en la mejilla a Anthony, lo había llevado de urgencia al hospital local donde le habían dado cinco puntos de sutura para cerrarle la herida y, como si todo fuera poco, pensó ella con un gruñido, Anthony se había rehusado a permitirle estacionar el coche a la vera del camino para que él pudiera desvirgarla rápidamente antes de seguir camino hasta el hospital. El pelele.
¡Maldito infierno! ¡Qué suerte de mierda que tengo!
El sonido de fondo de los maullidos de los gatos, hizo que la expresión de labios apretados de Giselle se tensara aun más. El maldito infierno que se apoderó de ella y la obligó a comprar dos gatos escapaba del entendimiento de Giselle. Bien podría escribirse la palabra "patética" en la frente con un color rosa destellante de neón y aceptarlo.
Bueno, lloriqueó, al menos podría reconfortarse con el amor de sus siempre fieles caniches, Bryony y Tess. Habían sido sus adorables compañeros durante más de tres años y le ofrecieron su suave y dulce pelaje para que llorara a medida que empeoraba el estado de salud de su padre. Y, mejor aún, tener caniches no estaba asociado con su soltería de modo alguno. Tendría que regalarle los gatos a la Sra. Hiram, que vivía a tres millas.
Bryony y Tess saltaron sobre la cama unos momentos después y se quejaron de una u otra cosa. Giselle pasó un brazo alrededor de cada uno de ellos y los consoló con su aroma y roce. Los perros estaban nerviosos; ella lo notó distraídamente mientras les acariciaba los suaves costados del cuerpo. Giselle ni siquiera podía comenzar a imaginarse el motivo de su nerviosismo. No se trataba de que nunca ocurriera nada excitante en la aburrida ciudad de Shoreham. De hecho, ella se agitó, ninguna mujer parecía poder perder su virginidad en este condenado agujero que llamaban ciudad.
Giselle se limpió la garganta y decidió que lo que fuese que asustaba a las niñas, iba a desaparecer pronto. Tal vez, algún roedor se había escabullido por las puertas exteriores o algo así. Lo que haya sido se alejaría si supiera qué era lo que más le convenía. Ella no estaba, después de todo, de humor para que la molestaran.
Las cejas de Giselle saltaron desde debajo del paño húmedo cuando se dio cuenta de que su camisón se estaba abriendo. No sólo eso, pensó asombrada, también alguien... ¿se lo estaba haciendo trizas?
Mientras se sacaba el paño del rostro, abrió los ojos rápidamente y se encontró con una brillante mirada azul. No se podía mover, no podía hablar, se sintió impotentemente paralizada por la figura masculina que se acercaba a la cama; la luz de la luna revelaba que era un gigante tan enorme que ella casi se desmaya.
El hombre le clavó la temible mirada y la inmovilizó. El sudor brotó de la frente de Giselle mientras sus pezones saltaban como picos hacia arriba y se fruncían por la baja temperatura del aire. El gigante pareció notar la reacción de su cuerpo porque extendió los brazos y le tironeó uno de los endurecidos pezones entre sus enormes dedos y, luego, lo rodeó sin dejar de clavarle la mirada.
Giselle jadeó; estaba tan atónita que comenzó a sentir histeria. Esa condición, junto con la bizarra parálisis que sentía, se le entumeció el cuerpo. Intentó desviarle la mirada, trató desesperadamente de reclamar su propio cuerpo, pero no pudo hacerlo. Era como si ese hombre, ese...gigante...la dominara por completo.
Le soltó el pezón y se sentó sobre el borde de la cama a su lado. Esos bizarros ojos azules se pasearon apetitosamente por su cuerpo mientras los dedos de una de sus manos se abrían paso entre el mechón de rulos, color rubio frutilla, que Giselle tenía entre los muslos. Ella volvió a jadear y su respiración se volvió dificultosa.
No pudo ver mucho del hombre, sólo pudo distinguir que era excesivamente alto y muy musculoso. Y esos punzantes ojos azules. Por Dios en el cielo, pensó ella histéricamente, ¿qué clase de hombre tiene ojos así?
Giselle comenzó a jadear cuando las manos del gigante se dirigieron hacia su cuello con cierta clase de collar bizarro que latía con colores tan vibrantes que no podían describirse con palabras. ¿Acaso quería estrangularla con él?, pensó ella histéricamente. ¿La mataría aquí mismo, en su propia cama?
Sin poder soportar el suspenso, puso los ojos en blanco mientras se desvanecía lentamente en la perdición. Lo último que pensó fue que, luego de haber estado tan cerca de tener sexo con Anthony esta noche, estaba a punto de morir virgen. O peor aún, morir sin ser virgen y violada por Paul Bunyon, el leñador gigante del cuento infantil.
¡Maldito infierno! ¡Qué día de mierda!
* * * * *
Luego de bramarle a Death para que se apresurara por llegar al crucero gastroláctico con los animales ladradores amigos de su nee'ka, Harry recogió el cuerpo desnudo de su pequeña esposa dormida y lo levantó entre sus brazos.
Él sonrió. Realmente sonrió. Era la primera vez que había hecho eso en más años Yessat de los que se atrevía a recordar.
Lo había hecho. Y ella le pertenecía.
Luego de explorar las galaxias durante años y sólo encontrar la derrota una y otra vez, finalmente había adquirido a la única mujer de la existencia biológicamente capaz de completarlo. Se aferró a su cuerpo desnudo firmemente mientras una corriente de gastroluz elevaba al Rey y a la Reina de Sypar hacia el vientre de la nave que flotaba sobre el extremo alejado de la luna, a salvo de la detección de los primitivos.
El viaje de regreso a Tryston sólo demoraría unas pocas noches y, entonces, podría presentar a su esposa pani a su familia. Y, luego, pensó él con satisfacción de predador, sólo una simple fiesta de consumación se interpondría a su unión.
Harry inclinó el cuello para besarle dulcemente la punta de la nariz. Tenía lunares, notó él asombrado, al igual que las imágenes de la diosa Aparna. Con el palo erecto hasta el límite del dolor, Harry se apresuró en dirección a su dormitorio a bordo del crucero; estaba ansioso por examinar su nuevo premio lo antes posible.
Cuando llegó a sus aposentos, la recostó cuidadosamente sobre la cama y, luego, se elevó a su lado. Mientras se quitaba el atuendo de guerrero, se sentó sobre las rodillas a su lado y deslizó sus temblorosas manos por todo su cuerpo. Su cabello, su rostro, sus senos y pezones, el suave mechón de vello que tenía entre los muslos...todo le pertenecía.
Por todos los dioses, pensó él reverentemente, su pequeña esposa pani realmente había valido la pena de todos esos años de espera. Nunca antes había contemplado a una mujer más hermosa. Era un hecho que sus hermanos mayores habían formado pareja con mujeres que contaban con pieles de color poco habitual, una ónice y la otra, como la nee'ka de Harry, contaba con un pigmento similar al de una perla sekta. Pero ninguno de sus hermanos podía jactarse de haber reclamado una puta con piel sekta que tuviera lunares.
"Tal como la diosa", murmuró él, todavía sorprendido de su buena fortuna. Unos pocas y claros lunares en el rostro y otros algo más oscuros en los globos de sus pechos le recordaron la dulce apariencia de los caramelos migi. Harry sintió que su boca se secaba aun cuando ofrecía una rápida plegaria de agradecimiento a Aparna.
Harry se reclinó al lado de la figura dormida de su nee'ka y le deslizó las manos reverentemente por todo el cuerpo. Sus pezones reaccionaron y saltaron hacia arriba y, con un gemido, Harry inclinó el cuello y se metió uno de ellos en la boca.
Sus senos eran pequeños, él lo notó, pero sus pezones eran gruesos y largos, y de enorme belleza. A decir verdad, a Harry le importaba poco y nada el tamaño de sus senos. Al menos, admitió con una sonrisa, estarían repletos de un dulce jugo muy pronto.
Cerró los ojos y sus oscuras pestañas se abanicaron hacia abajo mientras Harry le chupaba el pezón a su nee'ka con satisfacción. Se durmió aferrándole la diminuta figura contra su cuerpo y los labios adheridos al pico rosado como si fueran parte de él.
![](https://img.wattpad.com/cover/88428028-288-k580811.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Sin Piedad (H.S) 2
Ciencia FicciónEl siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E por un mínimo de tres críticos independientes. Las escenas de amor sensuales son explícitas y no dejan nada l...