Shoreham, Australia
Planeta Tierra, tiempo presente
Los labios de Giselle McKenzie se fruncieron y tensaron mientras contemplaba a la cita con la que estaba cenando al otro lado de la reducida extensión de la pequeña mesa íntima para dos del restaurante en el que se encontraban. ¿Acaso había llegado a esto?, pensó ella sombriamente. ¿Acaso en verdad había llegado al punto de semejante desesperación por contar con compañía masculina, que estaba dispuesta a entregar su virginidad a este cerdo vestido con ropas de hombre?
Las fosas nasales de Giselle se ensancharon de malicia mientras observaba cómo Anthony sorbía otra porción de spaghetti de su plato; la salsa se le adhería al mentón cuando atacaba su comida. La escena que se desarrollaba frente a ella, le recordó a un cerdo cenando en su comedero, salvo por el hecho de que los cerdos no suelen ensuciarse tanto.
Ella suspiró; la expresión de su rostro era lejana, mientras apoyaba los codos sobre la mesa y reposaba el mentón sobre la palma de la mano mientras lo observaba comer. "¿Estás disfrutando tu comida?", preguntó ella insulsamente.
"Tremendamente", entonó Anthony a través de los bocados que le daba a la pegajosa pasta roja.
Giselle hizo un gesto de dolor: ver las hebras de spaghetti a medio comer entre sus dientes era más de lo que su estómago podía soportar. Cerró los ojos fugazmente y, luego, respiró para tranquilizarse y se enderezó en su asiento.
Independientemente de los malos modales de Anthony en la mesa, Giselle se dijo con firmeza que haría todo lo que tenía que hacer esta noche. Luego de hoy, ya no sería virgen. Luego de esta noche, no tendría que acarrear con la vergüenza secreta por la calle, esa vergüenza que se generaba por el hecho de saber que nunca había conocido la cama de un hombre...y que ya tenía treinta y seis años de edad.
¿Adónde se habían ido los años?, se preguntó con nostalgia; su estado de soltería todavía le parecía surrealista de alguna manera. No se trataba de que fuera una puritana o que no deseara compañía masculina; definitivamente ése no era el caso. Simplemente, nunca se le había presentado la oportunidad para establecer una relación con un hombre en la puerta de su casa del campo. Y ella nunca había salido para remediar la situación, hasta ahora.
Pero, en este momento, luego de treinta y seis años de solterona y de no haber conocido nunca el roce de un hombre, estaba decidida a modificar el curso de su existencia. Y también estaba decidida a hacerlo esta noche.
Giselle había sido una niña tímida y retraída entre los veinte y los veinticinco años. Había preferido perfeccionar sus habilidades ecuestres a preocuparse por conseguir citas con los integrantes del sexo opuesto. Cuando, finalmente, pudo superar su timidez entre los veinticinco y los treinta años de edad, no había tenido tiempo de iniciar una vida social activa. Además, su padre, en ese momento su único progenitor vivo, se había infectado de una rara enfermedad sanguínea y había necesitado de su constante atención. Tal el caso de la mayoría de las personas en todo el mundo, su familia no tenía suficientes recursos económicos como para contratar una enfermera profesional, por lo que el trabajo recayó en manos de Giselle desde el comienzo; tampoco era que le molestara.
Pero la enfermedad de su padre, la única persona en el mundo a quien ella realmente había amado, perduró durante siete largos años. Giselle había atesorado cada momento que había pasado con él y se había esforzado al máximo para que su dolorosa existencia fuera lo más cómoda posible.
En ocasiones, eso había resultado difícil: a veces Giselle se había sentado llorando por las noches porque sabía que, sin importar lo que hiciera, el resultado final sería inevitable. Y, de hecho, así fue. Murió casi siete días antes de la fecha del diagnóstico original y dejó a Giselle vacía, quebrada y totalmente sola.

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Sin Piedad (H.S) 2
Science-FictionEl siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E por un mínimo de tres críticos independientes. Las escenas de amor sensuales son explícitas y no dejan nada l...