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Cuando un nuevo e implacable orgasmo le arrasó el vientre, Giselle no supo si reír o llorar. El grupo había viajado durante horas y, según Death, se encontraban muy cerca del holopuerto.

A lo largo de todo el recorrido de cuatro horas a través de la niebla roja y el humo negro, Giselle siempre permaneció en la bolsa de cuero mientras su esposo la empalaba. Harry había dejado muy en claro con un pequeño gruñido y el cambio del color de sus ojos que ya no era aceptable que el cuerpo de Giselle permaneciera separado del de él siempre que fuera posible copular.

Y ella había obedecido; no deseaba ocasionarle ninguna clase de angustia emocional, especialmente al pensar en el hecho de que necesitaba permanecer calmo y alerta en caso de que cualquier imprevisto pudiera sorprender al grupo de siete personas.

Sin embargo, cada paso de Harry era extremadamente enloquecedor. Los embates eran fuertes y lograban dar contra el punto más sensible dentro de su temblorosa vagina sin fallar ni una sola vez. Giselle acabó una y otra vez y, en una que otra de sus explosiones, Harry se le unió con su propio orgasmo; eso sólo hizo que el collar nupcial de Giselle pulsara y que sus orgasmos se volvieran tan intensos que el grado de placer limitó con el dolor.

Si las erecciones múltiples sirvieran de señal, entonces los guerreros que caminaban a su lado definitivamente parecían apreciar el interminable espectáculo. No separaban los ojos de las golosinas migi que llevaba como senos; sus pecas evidentemente eran un afrodisíaco para todos.

¡Maldito infierno! ¿Qué fijación tenían con las pecas?

Finalmente, sin poder soportar otro orgasmo sin perder la cordura, Giselle lo abrazó firmemente a la altura del cuello para estabilizarse...y para evitar que le empalara el cuerpo tan profundamente. "Harry", jadeó ella con el cabello húmedo por la transpiración, "te ruego que dejes eso a un lado. Podrías matarme si sigues así".

El grave gruñido comenzó. Giselle apretó los labios mientras le golpeaba el pecho con un fuerte ruido. "¡Detente!", chilló ella. "Ni siquiera el peor gruñido del mundo me haría cambiar de parecer en este preciso momento. Necesito algo de comida y bebida".

Harry dejó de gruñir de inmediato; se veía casi arrepentido. Suspiró profundamente. "No puedo soportar separarme de ti todavía, corazón. Al menos, en el mejor de los casos creo que me sentiré en condiciones de liberarte en unas pocas horas—".

"¿Unas pocas horas?", dijo ella abruptamente.

¡Maldito infierno! ¡Giselle sería un cadáver tembloroso en cuestión de minutos!

"Harry", gimió ella como un mártir, "honestamente alcancé el límite de lo que puedo soportar". Se llevó la mano drásticamente a las cejas y le mostró la palma. "¿Acaso no podemos llegar a un acuerdo?".

Él gruñó; evidentemente no le gustaba su plan. Al final, sin embargo, su deseo de hacerla sentir cómoda superó a su necesidad de que lo ordeñara. "Está bien", dijo él entre dientes, "permitiré un acuerdo". La abrazó con fuerza para que sus cuerpos no se separaran pero, también, para que su Pareja Sagrada no sufriera los constantes embates hasta el punto límite de la locura. "¿Así te gusta más?".

Giselle suspiró; se dio cuenta de que era la mayor concesión que iba a conseguir. Supuso que no era tan malo. Harry todavía la llenaba, aún existía cierta fricción allí abajo, pero se parecía más a un dolor lánguido a un agudo anhelo.

Sin embargo, saber eso no evitó que Giselle apretara los labios o que sus fosas nasales se enardecieran. "Tendré que nominarte para el premio Pareja Sagrada del año", declaró ella majestuosamente. Agitó los brazos con sus gestos más teatrales posibles. "Los colonizadores viajarán desde las galaxias y más allá para contemplar la gloria del Rey Harry Q'an Tal, extraordinaria Pareja Sagrada".

Sin Piedad (H.S) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora