"¿Quién", dijo Giselle claramente y enunció cada palabra a través de dientes fijos, "eres?". Sólo pudo quedar boquiabierta ante el perfil del gigante de cabellos rubios que estaba recostado a su lado y que, con los dedos, jugueteaba a unir los puntos con las pecas esparcidas por todo su pecho. "¿Y qué estás haciendo?".
¡Maldito infierno! ¡La había secuestrado el peor de los perversos!
"Admiro tus lunares, nee'ka", resonó la voz más profunda que alguna vez había escuchado. Era rica u oscura, y evidenciaba el más ínfimo indicio de resonancia; era como si Giselle estuviera escuchándolo a través de un sintetizador musical.
Giselle eliminó ese pensamiento cuando sus labios se cerraron. Se le ocurrió que, probablemente, no era el mejor momento para ofenderse por sus rojas pecas que le cubrían el cuerpo pero, entre los fracasados planes de ayer y el hecho de que estaba recostada, ¡desnuda!, al lado del hombre más grande que jamás había visto en la vida, todo era suficiente como para desbaratar sus ya crispados nervios. "No son lunares", bramó ella. "Son pecas".
"Mmm", murmuró el gigante mientras sacaba la lengua para lamerle las pecas en cuestión, "son como los de las diosas, tus lunares".
"Que no son", repitió Giselle lentamente, "lunares. Son—". Se percató de que le estaban lamiendo los lunares, esteee, las pecas. También se dio cuenta de que estaba hablando en un idioma que le resultaba extraño. Respiró hondo y contuvo el aire; no estaba segura de qué pensar o qué hacer acerca de ambas situaciones. "¿Quién eres?", dijo ella al exhalar. "¿Qué harás conmigo?".
La cabeza de cabellos rubios se erigió desde su pecho y el perfil de Harry entró lentamente en su campo visual. Ella jadeó cuando vio sus familiares y brillantes ojos azules y, luego, volvió a hacerlo cuando fue testigo, por primera vez, de la hermosura de su rostro. Nunca, ni siquiera una vez en la vida, había estado tan cerca de un hombre tan increíblemente atractivo. Darse cuenta de eso la hizo tambalear ligeramente, pero se reagrupó rápidamente. Supuso que incluso los peores perversos sádicos podían ser atractivos.
Giselle apretó los labios mientras lo contemplaba. Ignoró la extraña sensación de conexión que sentía para con el gigante, una sensación que parecía profundizarse cuanto más lo miraba. Decidió que, probablemente, se volvería loca con toda esa aventura sórdida. "¿Quién eres?", preguntó ella violentamente.
Una de sus cejas doradas se elevó. "Soy el Rey Harry Q'an Tal. Y será mejor que aprendas a no hablarle a tu Pareja Sagrada con semejante falta de respeto, nee'ka".
"¿Mi pareja Sagrada?", dijo ella presuntuosamente. "¿Un rey? ¡Ja!". Se llevó las manos a los senos para ocultarlos de su visión. "Nunca escuché de—".
Sus ojos se abrieron de par en par ante el sonido de un gruñido de timbre grave que emanó del gigante que tenía apoyado sobre el codo a su lado. Su cerebro reconoció ese gruñido como algo familiar. La última vez que lo había escuchado había sido justo antes de que...
¡Maldito infierno! ¡El perverso de las pecas me va a clavar un tenedor!
Al recordar que Anthony casi había perdido la vista por un cubierto que salió catapultado hacia su ojo, Giselle se llevó las manos velozmente desde los senos hasta los ojos para protegerlos. Lloriqueó; su mente le decía que estaba a punto de morir.
El gruñido se detuvo inmediatamente. Giselle elevó las cejas desde debajo de las manos y se sorprendió ante la repentina ausencia de ruido. Pensó que la situación era lo suficientemente curiosa como para aventurarse a espiar desde detrás de los dedos.
Giselle contuvo la respiración mientras observaba, y sentía, que la lengua del gigante se enredaba alrededor de uno de sus endurecidos pezones. El traicionero se clavó dentro de su boca y lo hizo gemir mientras seguía chupándolo. Ella sintió que se mojaba y se avergonzó y horrorizó por la reacción, aparentemente innata de su cuerpo, ante él.
"¡Detente!", chilló ella mientras bajaba las manos velozmente para alejarle el rostro de sus senos. Los volvió a ocultar de su vista; y de su boca.
El grave gruñido regresó.
Las cejas de Giselle formaron un curioso arco por encima de sus ojos. Él también había gruñido la última vez que ella se había cubierto los senos. Al darse cuenta de lo que él pretendía, Giselle apretó los labios mientras lo contemplaba severamente. "Ya te entendí el juego", dijo ella con un tono de voz solterón y desaprobador. "Si crees que el gruñido—oh Dios mío".
Giselle quedó boquiabierta cuando el gruñido se volvió más fuerte, más frenético y hasta más enloquecedor. Observó horrorizada mientras los brillantes ojos azules del gigante colisionaban con los suyos y comenzaban a...transformarse. Un destello verde, luego volvió el azul, otro destello verde, y otro más. Rápidamente. Más rápidamente. Más rápidamente...
El extraño collar que le había sujetado al cuello comenzó a palpitar. Verde—un verde de advertencia. Harry dejó ver sus dientes.
Giselle comenzó a sentir pánico, su respiración se volvió dificultosa y el sudor brotó de su frente. Se estaba enloqueciendo; ella también. Ella pudo sentir la emoción del rey tan fuertemente como si fuera la suya propia; eran las suyas.
¿Qué está sucediendo?, pensó ella histéricamente y nacieron lágrimas en sus ojos. Locura; sintió que la consumía la locura. Soledad; semejante dolor y una embriagadora soledad. Denegado del placer de una Pareja Sagrada... ¿denegado del placer de una Pareja Sagrada?
El gruñido era tan fuerte. Horrorosa y aterrorizantemente fuerte. Ella estaba enloqueciendo...ay, Dios, estaba enloqueciendo.
Giselle se soltó los senos y se llevó las manos a los oídos. Su respiración era áspera y dificultosa. Cerró los ojos y comenzó a gritar. Era insoportable. Tan condenadamente insoportable. ¡Ayúdame!, gimió su mente. Ayuda—
El gruñido cesó. Harry le enmarañó la lengua alrededor del pezón y volvió a chuparlo.
Giselle tardó un buen rato en darse cuenta de que la amenaza que se cernía sobre ella había desaparecido. Había terminado.
Respirando hondo y entrecortadamente, abrió lentamente los ojos y bajó la mirada en dirección al gigantesco macho que la tenía clavada a la cama, el mismo que le estaba lamiendo el pezón con satisfacción. Lo que fuese que fuera, quien fuese que fuera, el gigante los había juntado de algún inexplicable y bizarro modo. Él vivía porque ella vivía, respiraba porque ella respiraba y no perdía la cordura porque ella ya no intentaba combatir su necesidad de estar tan cerca suyo. Giselle tenía todas las respuestas. Ella simplemente deseaba saber cuáles eran las malditas preguntas.
Como a la distancia, Giselle observó que el gigante le posaba las palmas de las manos sobre los senos y lo unía para poder lamerle los pezones uno a la vez.
Se sentía feliz, ella lo notó. Feliz y tranquilo. Giselle decidió dejarlo en ese estado; por ahora.
Repentinamente, se sintió demasiado exhausta como para hacer otra cosa que no fuera dormir y tomó aire para tranquilizarse a medida que su cabeza caía sobre las almohadas. Fue en ese momento en que notó el techo desde la primera vez que se había despertado. Sus ojos se entrecerraron especulativamente...luego, se abrieron de par en par al comprender.
Estaba mirando fijo a un ojo de buey que se parecía bastante a los que pueden encontrarse en los camarotes a bordo de un barco.
Sólo que, detrás de él, no fueron los océanos conocido de la Tierra losque la saludaron. Fue el espacio exterior. a

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Sin Piedad (H.S) 2
Fiksi IlmiahEl siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E por un mínimo de tres críticos independientes. Las escenas de amor sensuales son explícitas y no dejan nada l...