20

3K 110 4
                                    

Giselle y Yoli se alejaron de la bestia deteriorada; fue un acto reflejo que resultaría inútil. Los restos de la carpa habían sido esparcidos a los cuatro vientos púrpura, dejándolas así totalmente expuestas a los elementos. El instinto básico de sobrevivencia y de proteger a sus hijos se apoderó de Giselle y sus ojos comenzaron a mirar furtivamente a su alrededor en búsqueda de una vía de escape.

No encontraron ninguna. Detrás de ellas había un acantilado empinado que caía verticalmente al valle de abajo que las tentaba con el atractivo de una muerte instantánea. Delante de ellas estaba la criatura; sus enormes dientes en forma de daga sobresalían de su boca y se preparaban para el festín. Las mujeres se miraron y, en ese momento, decidieron que les convendría saltar el acantilado. Se acercaron aún más al borde.

Al percibir que estaba a punto de perder a su presa, la criatura se acercó de un salto; abalanzó sus enormes piernas en dirección a ellas con una velocidad atemorizante. Las mujeres gritaron al darse cuenta de que habían tomado la decisión de saltar un segundo demasiado tarde.

Con los ojos abiertos de par en par y la respiración entrecortada, Giselle lloriqueó cuando la bestia se acercó. Le entregó a Zari a Yoli y las escudó detrás de ella con un gesto instintivo. Sabía que estaba a punto de morir; pudo verlo en los ojos de la bestia. "¡Corre!", le dijo frenéticamente a Yoli. "¡Al menos, intenta hacerlo!".

Yoli obedeció: aferró a los bebés contra su pecho mientras corría directamente en dirección a la jungla. La criatura le rastreó el movimiento con sus ojos enardecidos y dudó. Como supo que la bestia estaba decidiendo si perseguiría o no a Yoli, Giselle volvió a captar su atención.

"¡Tan sólo mátame a mí!", gritó, sin poder soportar el pensamiento de lo que le ocurriría a Harry si la bestia mataba a sus bebés, ni el de que sus hijos murieran tan horrorosamente. "¡Estoy aquí, bastardo, justo frente a tus ojos! ¡Tan sólo mátame!".

La criatura decidió con oportunismo y giró la cabeza rápidamente para evaluarla. Sacudió sus enormes brazos y levantó a Giselle del suelo antes de que pudiera pestañear. Le clavó las afiladas uñas en la piel e hizo que unas gotas de sangre le recorrieran el brazo mientras la acercaba a su boca.

Ella cerró los ojos con fuerza; no podía mirar. Le costaba respirar y demoró un buen momento en darse cuenta de que nada estaba ocurriendo. Ningún diente la había mordido. Ningún colmillo le había desgarrado el cuello. Ya sin poder soportar el suspenso, abrió los ojos rápidamente sólo para descubrir el motivo por el que la criatura se había detenido.

La estaba mirando fijo. No, no precisamente a ella, sino a sus...pecas.

La criatura la soltó y Giselle se desplomó sobre el piso; el impacto de la caída le sacudió las rodillas. Estaba tan aturdida por lo que estaba sucediendo frente a ella, que lo único que pudo hacer fue ponerse de pie con dificultad y observar, nunca se le ocurrió correr.

Este ser deteriorado, esta criatura, estaba librando una batalla en su interior. Tal como los ojos de Harry habían alternado entre el color azul y los destellos verdes en el pasado, los de este monstruo también. Algo de ella había detonado cierto recuerdo lejano, alguna reconstrucción del pasado de una vida y formas anteriores.

Giselle sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas mientras miraba fijo a la cosa en la que casi se había convertido su esposo. Al igual que Harry, esta bestia alguna vez había sido un hombre con todas las esperanzas y sueños de tener un futuro feliz como las que albergaba cualquier otro hombre. Pero, en algún momento de la vida, le había sucedido algo y su mente se había quebrado. La biología se había apoderado de él desde ese momento y lo fue deteriorando hasta convertirlo en la versión de Tryston del eslabón perdido.

Los ojos de la criatura alternaban de color y, finalmente, permanecieron con el encendido tono verde. Mientras que Harry había podido defenderse de las transformaciones, este ser se encontraba mucho más allá de esa posibilidad: estaba perdido. Y, lo que es peor, lo sabía.

Giselle se llevó una mano a la boca apenas comprendió lo que la criatura intentaba hacer. En un momento fugaz e indudablemente pasajero de cordura, la miró desde arriba y susurró "perdóname Aparna" antes de lanzarse por el acantilado.

Giselle caminó los pocos pasos que la separaban del borde del acantilado y observó cómo caía la criatura por un buen momento antes de encontrar la muerte al clavarse contra la filosa rama de un árbol plateado en el valle de abajo.

Giselle cayó de rodillas y respiró hondo. "Maldito infierno", murmuró.

* * * * *

Harry encontró a su nee'ka sentada sobre el acantilado y mirando fijo sin pestañear los restos de la criatura deteriorada que se encontraba abajo. Ella no se movió cuando él le posó una mano sobre el hombro y Harry creyó saber el motivo. Él le había fallado. Ella ya no lo quería más.

"Giselle", dijo él suavemente mientras la acunaba por detrás, "cuando fui a buscar a mi hermano y a Death realmente creía que era imposible romper ese sello". Le deslizó las manos por los senos desde atrás; simplemente necesitaba sentirla, estar cerca de ella. "Sé que te llevará muchas, pero muchas noches, corazón, pero sólo te ruego que puedas perdonarme".

"Harry—".

"Definitivamente", la interrumpió con un tono de voz áspero por la emoción, "no merezco que me perdones. Nunca tendría que haberte dejado", susurró ferozmente, "nunca". La apretó con más fuerza. "Pero, en este mismo momento, puedo jurarte que no volverá a ocurrir".

"Harry—".

"Por el amor de la diosa", dijo él entre dientes mientras las venas de sus bíceps se congestionaban de sangre al sostenerla, "habría vuelto a deteriorarme si hubieras muerto".

Ella meneó la cabeza para mirarlo por sobre el hombro. "¿Puedo hablar ahora?", preguntó ella con una sonrisa provocativa.

Él la miró con cautela. "Depende de tu veredicto".

A Giselle se le arrugó la nariz. "¿Veredicto?".

"Si me perdonarás o no".

Ella suspiró. "A veces te tomas eso del macho alfa muy a la tremenda", Al ver que se le fruncía el ceño, Giselle le aclaró un poco esa afirmación. "No seas idiota, no hay nada que perdonar".

Harry le deslizó las manos por los senos y gimió. "Ah nee'ka, ojalá pudiera creer eso".

"Es verdad. No puedo culparte por hacer lo correcto". El gesto afirmativo que hizo con la cabeza fue definitivo. "Pensaste que podías ayudar a Kil y a Death y que el sello era impenetrable. Tomaste la mejor decisión en función de lo que sabías en ese momento".

"Ah, pequeña, me haces demasiado bien".

Ella sonrió mientras se acurrucaba contra el gran cuerpo de Harry y disfrutaba de la sensación de los masajes de sus cálidas manos en los senos. Permanecieron en silencio durante un buen rato; ambos estaban contentos de sostenerse el uno al otro sin hablar. Finalmente, fue Harry quien rompió el silencio.

"¿Cómo?", dijo simplemente.

Ella supo lo que quiso decir sin tener que preguntarle. "Pensó que yo era la diosa que tú adoras".

Las manos de Harry quedaron paralizadas sobre sus senos. "¿Los lunares?".

"Ajá".

Harry continuó con el masaje. "No te había mentido cuando te dije que eran cautivantes".

Ella cerró los ojos y sonrió cuando el masaje llegó a sus pezones. Ya no quería pensar en la criatura. Estaba muerta. Y no ocasionaría más dolor y dejaría de sufrirlo en carne propia. "¿Cuánto tiempo falta para que se cumplan las dos semanas?", murmuró ella para cambiar de tema.

Él suspiró agotado. "Doce días Yessat, treinta Nuba-horas y diecisiete Nuba-minutos".

"Maldito infierno".

e

Sin Piedad (H.S) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora