Doce días después, en Sypar...
Giselle frunció los labios mientras caminaba por los frescos jardines invernales del Palacio de Hielo con sus nuevas cuñadas. Sacudió la cabeza hacia un lado y hacia el otro y suspiró cuando el grupo se encontró con el Gran Rey Jor. El Rey tenía los ojos cerrados de placer mientras su harén le atendía las necesidades en ese mismo lugar, en medio de los jardines de hielo.
Las sirvientas cautivas desnudas rodeaban al enorme guerrero, le masajeaban el pecho, le metían los regordetes pezones en la boca y le montaban la verga hasta hacerlo acabar.
"Odio tener que preguntarles esto", les dijo Giselle a Kyra y a Geris, "pero, ¿yo también tendré que pasar por esto con Kilak?".
Kyra suspiró como si fuera un mártir. "Ajá". Miró en dirección a su hijo en plena copulación y dijo no con la cabeza, derrotada. "A decir verdad, ya no me molesta. Quiero decir, al menos no se esconde y lo hace donde yo pueda verlo".
Giselle quedó boquiabierta ante ella. "¿Quieres verlo?".
Geris se rió por lo bajo. "No quise decir eso". Ella negó con la cabeza y sonrió. "Recuerdo el día que mi hijo Dar cumplió trece años y recibió su harén de regalo. No tuve noticia alguna de mi hijo durante tres semanas enteras. No salió de su habitación y jugueteó con sus sirvientas cautivas día y noche".
Giselle se rió. "Te entiendo. En otras palabras", le dijo a Kyra, "soportas tener que verlo copulando simplemente para poder verlo".
La Emperatriz miró en dirección a su hijo en el mismo instante en el que derramaba su fuerza de vida en el canal de su sirvienta cautiva preferida. Ella apretó los labios. "Sí. Así es, en pocas palabras".
Giselle resopló y rió a la vez cuando el trío giró sobre los talones y se dirigió de regreso al gran salón. Resultaba sorprendente, simplemente extraordinario, que su vida se hubiera alterado tan dramáticamente en tan poco tiempo. Pero para mejor, en todos los aspectos. Definitivamente para mejor.
"Este palacio es precioso", señaló Geris mientras caminaban con paso firme hacia el lugar donde los guerreros y los niños estaban sentados alrededor de la mesa elevada y hablaban, bebían matpow, comían y reían. Como Giselle no podía tener una fiesta de consumación, la familia había decidido realizar una fiesta de celebración en su honor. "Cuando Dak me dijo que se llamaba Palacio de Hielo no tenía idea de que lo había dicho literalmente".
Giselle asintió con la cabeza adentrándose en el tema. A ella también le encantaba el lugar, pese que sólo había sido su hogar unos pocos días. "La atmósfera de la luna es bastante gélida y, de hecho, el mismo palacio está moldeado con joyas heladas".
Kyra arrugó el ceño. "¿Joyas heladas?".
"Sí". Ella señaló una pared de hielo y joyas. "En las minas de hielo más profundas de Sypar, las barras de hielo se funden con gemas preciosas blancas para crear las joyas heladas. El proceso completo demora miles de años Yessat; por eso la gema es tan costosa".
"¡Qué bueno!". Kyra sonrió. "Ni siquiera sabía que existiera algo así. Pero, por el otro lado, Harry siempre fue un hombre de pocas palabras. Hasta que te encontró a ti".
Giselle sonrió. "Realmente lo amo".
"Lo sé. Y él realmente te ama a ti. Me alegro de que se hayan encontrado".
Cuando la mirada de Giselle colisionó con la de Harry mientras ella caminaba con paso firme hacia él, ella se repitió lo afortunada que era. Giselle nunca había esperado sentirse tan ampliamente satisfecha, ni en sus sueños más salvajes en el pequeño pueblo rural de Shoreham.
Mientras se acomodaba al lado de su Pareja Sagrada, que estaba ocupado mostrando con orgullo sus panis a sus hermanos, Giselle deslizó una mano por la fuerte de mandíbula de Harry para luego acurrucarse contra él mientras escuchaba la conversación que se desarrollaba.
"Discúlpenme, hermanos", dijo Kil mientras se llevaba la copa de matpow a los labios, "pero me temo que debo irme esta noche para verificar mis sectores".
Zor levantó una ceja. "Has venido verificando tus sectores con exceso últimamente. Espero que no haya ningún problema".
Ah, pero hay muchos problemas. Tu estúpido hermano no puede soportar estar separado de su propia y seductora sirvienta cautiva. "No", murmuró Kil, "no hay ningún problema".
Giselle miró a Harry desde abajo y sonrió cuando sintió que él le posaba un beso en la punta de su nariz con lunares. "¿Sabes qué noche es ésta, no?", susurró ella.
Harry le paseó la mirada por el cuerpo con apetito y reposó demasiado tiempo en sus exuberantes senos. Sus melones, notó él, se veían espléndidos esta noche debajo de la brillante qi'ka negra que llevaba puesta. "¿Crees que me olvidaría, mujer?". Harry inclinó el cuello para posarle tentadores besos detrás de la oreja y sobre el cuello. "Lleva a mis bebés arriba, nee'ka, y mételos en la cama", dijo él con voz gruesa. "Me disculparé por los dos y te seguiré".
"Mmm", susurró ella; la carne entre sus muslos ya se mojaba por él, "está bien". Mientras se ponía de pie, le guiñó un ojo a Kyra y a Geris por sobre la mesa; ellos respondieron con una sonrisa y, luego, ella tomó a Zari y a Kilak de los enormes brazos de su esposo. Giselle les besó la acolchada cabeza dorada a cada uno, e inhaló el fresco aroma de sus bebés.
Harry la miró con preocupación. "Es demasiado peso, Gis. Dame uno de mis hijos y subiré lo antes posible".
Entonces, ambos se disculparon con la familia antes de subir apresuradamente las escaleras para hacer dormir a sus hijos. "Tengo una sorpresa para ti cuando finalmente estemos solos", murmuró Harry cuando finalmente llegaron al segundo piso.
Ella sonrió. "Muero por verla".
Cinco minutos después, cuando se encontraban a solas en el dormitorio y cuando Harry le quitó la qi'ka, Giselle comenzó a reírse histéricamente cuando su esposo le ofreció su regalo.
Él le respondió con otra sonrisa y un encantador hoyuelo sobresalió en su rostro. "Lo mandé hacer especialmente para ti, corazón. Te diré que cuesta mil quinientos créditos".
Ella dijo no con la cabeza y se rió por lo bajo. "¿Una bolsa de joyas y hielo?".
Harry movió las cejas. "Sí. Y es suave como la vesha", dijo él con ojos vidriosos.
Giselle contuvo la respiración mientras Harry la metía dentro del arnés levantándola del piso, deslizándola por la bolsa, y empalándola con un único y fluido movimiento. "Oh, Harry", dijo ella al exhalar, "extrañaba tanto tu verga".
"¿En serio?", dijo él entre dientes mientras apretaba la mandíbula a medida que comenzaba a caminar por el dormitorio.
"Oh, sí".
"¿Quieres que camine más rápido para ti, mi pequeña puta lujuriosa?".
"Oh, Harry—oh, sí".
Harry la hizo rebotar hacia arriba y hacia abajo sobre su palo; el sonido de sus ávidos gemidos fue como música para sus oídos. Sus exuberantes senos se sacudían desenfrenadamente y lo inducían a palmotearle y chuparle los pesados globos.
"Más rápido. Camina más rápido".
"Mmm", murmuró él mientras le lamía los pezones, "una buena nee'ka es la que ruega por la verga de su Pareja Sagrada". Harry caminó más rápido, el sonido explosivo que produjo un pezón al salir de su boca resonó en el dormitorio cuando él apretó los dientes contra la tensa carne de Giselle. "¿Cómo se siente?", preguntó él con arrogancia mientras le empalaba el canal sin piedad.
Giselle gimió. Se lamió los labios seductoramente y le encontró la mirada mientras de deslizaba los dedos sobre los lunares. "Me los hace cosquillear", susurró ella.
Las fosas nasales de Harry se ensancharon cuando la agarró de las caderas y se preparó para derramar su fuerza de vida profundamente dentro de su canal. "Entonces, esto debería hacerlos gritar, mi pequeña seductora en bolsa".
Cuando su collar nupcial comenzó a pulsar, lo único que pudo hacer Giselle fue estar de acuerdo.
¡Maldito infierno! ¡Le encantaba su bolsa!
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Sin Piedad (H.S) 2
Ciencia FicciónEl siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E por un mínimo de tres críticos independientes. Las escenas de amor sensuales son explícitas y no dejan nada l...