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Mientras tanto, en Sand City, Planeta Tryston...

El Gran Lord Cam K'al Ra se dirigía desde la pista de aterrizaje de transporte hasta el interior del castillo de cristal negro conocido como el Palacio de las Dunas. Si bien había ingresado a la morada del emperador muchas veces a lo largo de los años, Cam no estaba autorizado a posarle la mirada a Kara Q'ana Tal desde el año en que ella cumplió trece.

Kara, la niña que él reclamaría como Pareja Sagrada cuando cumpliera veinticinco años, tenía diecisiete en este momento, cumpliría dieciocho en poco tiempo y tendría su presentación en sociedad en unos pocos días. Debido a la celebración en honor a su presentación, a Cam se le permitiría verla en menos de una semana.

Muchas noches, mientras yacía en su cama elevada, y observaba desapasionadamente cómo sus sirvientas cautivas y Kefas lo llevaban al éxtasis, Cam había pensado en la niña que, pronto, en sólo siete años Yessat, se convertiría en su esposa. Alrededor del cumpleaños número dieciséis de Kara, Cam había comenzado a pensar en ella cada vez con más imaginación...y cada vez con más lujuria.

¿Cómo se veía? ¿Qué aroma tenía? ¿Qué sabor tendría su canal?; ¿qué sentiría cuando le ordeñara la fuerza de vida?

Cam había llamado libidinoso a sí mismo y se horrorizaba por haber entretenido sus pensamientos con una niña que todavía vestía una kazi. Pero, pensó con una sensación de destino inminente, cuando Kara tuviera su fiesta de presentación social, ya no vestiría ropas de niña. Llevaría puesto un mazi, el atuendo de las mujeres jóvenes en edad reproductiva, sus senos quedarían expuestos a su hambrienta mirada debajo de la remera transparente que vestiría.

Cuando Cam caminó a través del pasillo sin techo e ingresó al gran salón tallado de cristal negro, los primeros integrantes de la familia real Q'ana Tal que distinguió, fueron las mayores: Zora y Zara, las primogénitas hijas gemelas no idénticas del Emperador y la Emperatriz. Las Princesas Reales de dieciocho años ya habían tenido su presentación en sociedad varias semanas atrás por lo que, ahora, se les permitía socializar entre los guerreros invitados a cenar con la familia real. Las niñas parecían estar divirtiéndose, la siempre sociable Zara daba vueltas por aquí y por allá mientras se jactaba de lo bien que se veía en su nuevo mazi ante un guerrero sentado a la mesa elevada que parecía preparado a derramar su fuerza de vida de sólo mirarle los jóvenes y bamboleantes senos.

Cam sonrió y pensó que sería mejor que Gio se guardara la provocativa lengua en la boca antes de que el Emperador notara su lujuria y se la rebanara de un solo corte. Los labios de Gio se encontraban a pulgadas del pecho de Zara; los largos y rosados pezones de la princesa sobresalían por la casi transparente remera que llevaba puesta. Cam decidió que, tal vez, resultaba mejor que la pollera estilo sarong del mazi no fuera también transparente porque, si el pobre Gio pudiera verle el área púbica a Zara, una zona que, indudablemente contaba con vellos del mismo color rojo fuego de su cabellera, el guerrero quizás no podría evitar derramar su semen.

Cam le hizo una seña a Gio con la mano y le hizo un gesto afirmativo con la cabeza y le sonrió para hacerle saber que luego hablarían. Después, siguió caminando con paso firme por el gran salón. Apenas un Nuba-segundo después, su mirada finalmente reposó sobre la mismísima pareja real, el Emperador Zor y la Emperatriz Kyra.

La Emperatriz se veía radiante hoy, la qi'ka transparente que llevaba era de un color negro reluciente. Tenía los senos totalmente hinchados: evidencia de que el Emperador no había podido abstenerse de darse un festín con ellos al aparearse con esta hermosa nee'ka durante la cantidad necesaria de años Yessat que le permitirían que se secara el dulce jugo de la Emperatriz. La Pareja Sagrada real había tenido siete hijos; las mayores eran Zora y Zara, y el menor era el pequeño de dos años, Jun.

Sin Piedad (H.S) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora