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El buen humor que Giselle había mostrado hacia su esposo durante su siesta se sometió rápidamente a una prueba esa noche en el ágape. Harry hizo a un lado las expresiones malhumoradas del rostro de Giselle de su mente, porque había recuperado su propio humor demasiado bien como para preocuparse por eso.

Giselle apretó los labios y entrecerró los ojos mientras su exasperante Pareja Sagrada le señalaba cada una de las pecas de su pecho desvergonzadamente expuesto a su mejor amigo, un gigante de ocho pies de altura, atractivo pero atemorizante, con un cráneo tatuado en la frente.

Aparentemente, pensó ella sombriamente, este fetiche que tenía su esposo por las pecas no le era exclusivo. El gigante llamado Lord Death los miró con lujuria y con la mandíbula ligeramente relajada mientras envidiaba la "buena fortuna" de Harry.

¡Maldito infierno! ¡Qué incómodo!

"Este patrón de lunares es mi preferido", anunció Harry con arrogancia mientras deslizaba uno de sus grandes dedos sobre un conjunto de pecas que Giselle siempre había considerado parecido a la Osa Menor. "Es suficiente como para que un guerrero derrame su fuerza de vida de tan sólo mirarlo".

Ella contuvo la respiración, se sintió ofendida ante su atrevimiento.

"Sí", dijo Death con voz áspera, aparentemente a punto de derramar algo de su propio semen, "has reclamado un maravilloso par de senos como golosinas migi". Él se lamió los labios. "Sus pezones también son bastante grandes. Tal vez también podrías hacerme el honor de mostrarme esos botines...".

"¡No, definitivamente!". Dijo Giselle abruptamente; al menos encontró su voz. "Mis senos no son botines", dijo entre dientes mientras cruzaba los brazos sobre los senos con indignación. "Son— ¡ay!".

Giselle abrió los ojos de par en par con desdén cuando Harry comenzó a gruñir. Se agitó tanto por su instintivo movimiento protector de sus senos que, desatentamente, volcó una copa de cristal de matpow mientras dejaba asomar los dientes; el brillante líquido turquesa se derramó sobre la mesa de cristal blanco. Death pareció alarmarse y preocuparse por su mejor amigo pero no tenía idea alguna de qué hacer.

Giselle frunció el ceño severamente y resaltó el hecho de que ya había tenido suficiente de sus momentos de locura. Realmente, pensó ella exasperada, ¿cuánto puede soportar una mujer? Mientras tomaba su copa de matpow, le arrojó el líquido turquesa al rostro de su esposo con un jadeo de enojo. "¡Basta ya!", chilló ella. "¡Por un maldito infierno, ya tuve suficiente!".

Harry se sobresaltó tanto que su gruñido cesó de inmediato. Su respiración era dificultosa y sus dientes apenas se dejaban ver, pero había recuperado la cordura lo suficiente como para contemplarla.

Giselle se puso de pie de un salto. "Ya no toleraré que muestres los colmillos en mi presencia", sollozó. "Death", bramó ella, "cierra los ojos".

"¿Por qué?", gruñó el gigante mientras se le arrugaba el cráneo de la frente.

"Porque", dijo ella majestuosamente mientras se le acababa la paciencia, "tengo que ocuparme de mi esposo".

Death pensó en eso por un momento. "Aún no comprendo por qué es necesario—".

"Oh, ¡por un maldito infierno, olvídalo!", bufó ella. Con una fuerza que ni siquiera sabía que poseía, Giselle rasgó y se quitó el top qi'ka de los senos y le metió un pezón en la ansiosa boca de Harry. Eso lo calmó inmediatamente y cerró los ojos de placer. Ella puso los ojos en blanco y su rostro se sonrojó de vergüenza al hacer esto frente a otra persona.

¡Maldito infierno! ¡Aquí vamos de nuevo!

"La golosina migi lo tranquiliza", gruñó Death con un tono de voz más que sorprendido. "Es un elixir divino", murmuró él.

Sin Piedad (H.S) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora