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Mientras tanto, en Sand City...

La Gran Princesa Kara eligió su mazi blanco para el primer encuentro privado que tendría con su futura Pareja Sagrada. Cam había tenido que irse inesperadamente inmediatamente después de su presentación en sociedad, debido a cierto problema en su sector y ella no había vuelto a saber de él desde entonces.

Tampoco era que le importara, se recordó a sí misma. No sabía cómo tratar con una pareja asignada sin estar completamente segura de quererla; o de poder quererla en algún momento. Era atractivo, hay que reconocerlo, pero a una niña que había llevado una vida escudada del mundo exterior también le resultaba atractiva la libertad.

Pese a que, en lo profundo de su corazón, ella sabía que sería mejor que se acostumbrara a la idea de que la reclamaran dentro de siete años Yessat, su mente no dejaba de dar gritos por la necesidad de tener opciones y libertad. Quería pasear por Galis con Jana y pasar el tiempo juntas gastando todos sus créditos en los centros comerciales durante el día y, luego, permanecer despiertas toda la noche coqueteando con guerreros. Quería hacer todo lo que hace la mayoría de las hembras cuando llegan a los veinticinco años de edad, lo que sus otras hermanas y primas podrían hacer algún día.

Pero no, pensó con un suspiro, al igual que en el caso de Dari, el curso de su existencia ya había sido planificado. Toda la vida de Kara había estado diseñada para su futuro rol como la Pareja Sagrada de Cam K'al Ra, al igual que Dari estaba preparada desde siempre para que Gio la reclamara.

Hoy Kara no tenía alternativa: tendría que enfrentarse con Cam. Ella lo admitió mentalmente al salir de sus aposentos y caminó con paso firme por el pasillo que llevaba a la habitación de Jor. Quería hablar con el hermano del que siempre se había sentido tan cerca antes de que culminara el aplazamiento y se viera obligada a responder al llamado de Cam por cortesía. Supuso que podría rehusarse a verlo pero, de hacerlo, su padre se enojaría y le ordenaría que hablara con su pareja asignada de todos modos. ¿Para qué rehusarse, entonces? suspiró ella.

Cuando Kara llegó a la habitación de Jor, una sirvienta cautiva cuyos labios rojos y acolchados parecían haber chupado algo recientemente, abrió las puertas. En primer lugar, ella se preguntó por qué una sirvienta cautiva abriría las puertas de la habitación de su hermano cuando se suponía que sólo le regalarían un harén en una semana.

Al ingresar a su dormitorio, obtuvo la respuesta a su pregunta. "Oh, por supuesto", murmuró ella para sus adentros mientras paseaba la mirada por la recámara y veía a todas las sirvientas desnudas de pie en línea que esperaban su turno de darle placer a su hermano con sus manos y bocas. Kara se había olvidado de que Jor elegiría a las integrantes de su harén esta noche para que pudieran reunirse y esperar descargar su lujuria sobre él día de su cumpleaños.

Kara se alegraba de que a Jor le regalaran un harén la semana siguiente. A diferencia de su mani quien, por inexplicables motivos, se mostraba reacia a debatir cuestiones sexuales con sus hijos, Kara había hablado con su hermano varias veces acerca de sus necesidades y él le había confiado que no lo dejaran derramar su fuerza de vida en un estrecho canal sólo era una tortura. No quería que Jor padeciera dolor físico; entonces, pensaba que era maravilloso que tuviera cincuenta canales estrechos esperándolo en apenas una semana.

Kara se sintió culpable de molestarlo cuando miró en dirección a la cama elevada y notó la expresión de alegría en el rostro de su hermano. Jor tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre un enorme par de senos adheridos a los distendidos pezones que él chupaba, uno a la vez. Otra sirvienta cautiva le mostraba a Jor su habilidad para chupar palos con la esperanza de que la eligiera, mientras que otra le atendía el escroto con la misma expectativa.

Sin Piedad (H.S) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora