Capítulo 43: Segundas oportunidades.

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Seis años después.

Parece mentira cómo pasa el tiempo. De vez en cuando me gusta sacar los álbumes de fotos y recordar los momentos vividos, aunque no todos merezcan estar en mi memoria...

Y de repente se escuchó un disparo. Miré a Dougie por última vez y cerré los ojos con fuerza... Pero el pinchazo de dolor no llegaba. Edward se desplomó detrás de mí, y su pistola calló a mis pies. Dougie apenas tardó milésimas de segundo en pegarle una patada al arma para mandarla a la otra punta de la carpa y abrazarme con todas sus fuerzas.

Tenía la sensación de que todo iba a cámara lenta, de que los sonidos habían desaparecido por completo de mi vida. Vi como la policía empezaba a esposar a Edward que tenía el brazo sangrando, y estaba tirado en el suelo. Dougie me cogió la cara entre sus manos. Estaba llorando... Ese fue el momento en el que reaccioné. Nada era mentira, todo había sucedido. Me volví a pegar a él con toda la fuerza que mi cuerpo tembloroso me permitía.

—¡ANNET! —mi padre y Tom acababan de entrar.

Me tiré a sus brazos. Aunque en aquel momento lo pasé realmente mal, tenía la sensación de que había vuelto a nacer, de que alguien había querido que yo tuviese una segunda oportunidad.

La policía nos pidió a Dougie, al amigo de Edward y a mí que fuésemos a comisaria. Dougie fue en su propio coche, Jimmy y yo en el coche patrulla.

El interrogatorio no fue para tanto. Preguntas sobre si me había pegado alguna vez... si Edward andaba con las drogas... y por supuesto, que pusiera la denuncia.

Salí del despacho y cerré la puerta detrás de mí.

—Eyeyeyeyey —una voz intentaba llamar mi atención cuando comencé a caminar directa a la recepción. No me giré, simplemente me detuve, sabía perfectamente quien era—. ¿Te vas a casa?
—Iba a llamar a mi padre para que viniese a buscarme, no me apetece irme a mi casa sola.
—A mi tampoco.

Me giré para mirarlo a la cara. Dougie tenía el pelo revuelto, en algún momento su cazadora había desaparecido y entonces se podía ver perfectamente su camiseta de Zuckie. Al contrario de mí, que el pelo se me había escapado por completo del recogido y el maquillaje estaba esturreado por mi cara a causa de las lágrimas, Dougie estaba especialmente guapo.

—No llames a tu padre Annet. Vente a mi casa, por favor.
—No creo que sea el mejor momento...
—No voy a poder dormir si no te tengo a mi lado sana y salva —agaché la cabeza ¿Quería? ¿Quería dormir con Dougie? Levanté la mirada.
—Pero estoy bien... quizás mejor que nos veamos otro día...

—Annet por favor... —me cogió una de mis manos y me miró a los ojos. Creo que sobra decir cuál fue mi respuesta.

Ocultó la sonrisa de triunfo y me cogió de la mano. Fuimos andando por la comisaria hasta que conseguimos llegar a la entrada. Perfecto, diluviaba. Le solté la mano a Dougie y me levanté un poco el vestido, un acto un poco tonto... pero en fin. Dougie corrió un poco más rápido debajo de la lluvia para que cuando yo llegara la puerta del coche estuviese abierta.
El viaje transcurrió prácticamente en silencio, solo le hablé para preguntarle si me dejaba su móvil para llamar a casa y avisar a mi padre.

◘◘◘

—No tenía ni idea de que te hubieses mudado —le dije conforme fue abriendo la puerta de su casa. Entramos dentro.
—Si, hace un año que vivo solo —solo—, ven, vamos arriba, estarás mejor con ropa seca.

Volvimos a subir en silencio. Empezaba a no estar segura de que dormir en la misma casa que Dougie fuese buena idea.

—Creo que esto te servirá —sacó una camiseta negra.
—¿Me puedes bajar la cremallera? —estaba en el costado y era un poco difícil poder bajármela yo sola.
—Claro.

Levanté el brazo y puse la palma de mi mano sobre mi hombro. Dougie cogió la cremallera y empezó a bajarla con cuidado haciendo que su dedo índice acariciara mi costado y que mi cuerpo se estremeciera. Puse el otro brazo sobre la parte del vestido que tapaba mi pecho. Una vez que la cremallera estuvo bajada, le di la espalda a Dougie y me puse la camiseta encima del vestido que cayó en mis tobillos en cuanto lo solté. Me quité los tacones que aun llevaba puestos y me deshice de las medias. Cuando me incorporé, noté el calor del cuerpo de Dougie rozando mi espalda. Noté como sus manos ascendían por mis brazos hasta llegar a mis hombros y sacaban el pelo que se me había quedado por dentro de la camiseta.
Inconscientemente cerré los ojos ante el tacto. Él volvió a bajar sus manos hasta las mías, cogiéndolas y haciendo que me volviera hacía él. Me acarició la espalda y me pegó a él. Su boca tocaba mi frente, y poco a poco fue descendiendo hasta mi labio superior, donde depositó un leve beso.

Aunque solo hacían algunas horas desde la última vez que me besó, parecía que habían pasado años. ¿Tanto echaba de menos su tacto, sus besos...? Pero me estaba engañando a mi misma tratando de pasar por alto a la persona que se había encargado de marcar ese día como el peor de mi vida.

Dougie volvió a besarme, pero esta vez me separé de él.

—Dougie... —le dije apenas sin voz—. Yo... yo no puedo —puso su mano sobre mi nuca, debajo del pelo.
—Te necesito —no contesté. ¿Le necesitaba? si, claramente sí, pero... ¿Y Edward?
—No puedo hacer como si no hubiese pasado nada.
—Pero no tienes por qué preocuparte de nada, se van a encargar de él.
—¿Por qué crees que me iba a casar con él? —agachó la mirada ante la evidencia.
—Le sigues queriendo... —me mordí el labio.
—Hemos pasado mucho tiempo juntos, si iba a casarme con él no era por pasar el rato. No se deja de querer a una persona de la mañana a la noche Doug... —varias lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos. Acababa de recordar el día en el que un bonito barco iluminado y decorado con cientos de rosas había sido preparado para mí, y de la forma en la que Edward abrió una pequeña cajita en la que encontré el anillo que se suponía que en un futuro significaría felicidad.

Cogió mi barbilla suavemente para que le mirara a los ojos.

—Pero no puedes negarme que aun sientes algo por mí.
—No puedo... —me miraba serio. Se notaba que él quería encontrar esa esperanza, que necesitaba encontrar una esperanza.

Después de varios segundos se separó de mí. Metió la mano debajo de la almohada para sacar su pijama... pequeños detalles que lo hacen ser tan Dougie. Se fue hacia la puerta, pero lo llamé antes de que se fuera.
—Doug... —se giró—. No he dicho que quiera dormir sola.

Una puta, así fue como me sentí. Le acababa de negar sus besos y entonces le pedía que durmiese conmigo. Pero es que lo necesitaba, notar a alguien a mi lado que se preocupara por mí.
Dougie no dijo media palabra, volvió a introducirse en la habitación, quitó los cojines de encima de la cama y apartó la colcha. Yo seguía inmóvil en medio del dormitorio.

—Ven aquí —me dijo cuando se sentó en la cama. Me senté a su lado y me abrazó. Yo apenas tardé unos segundos en corresponderle al abrazo. Noté que su respiración se entrecortaba y como sus lágrimas mojaban mi cuello—. Te perdía Annet, esta mañana veía como te escapabas de mis manos y no podía volver a decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que significas para mí... Yo... —tragó aire. Yo había enterrado mi rostro en el hueco que había entre su cuello y su hombro para ahogar mis lágrimas—. Prefiero mil veces verte con otro hombre a imaginarme un mundo sin ti —cogió mi rostro entre sus manos.

Mis ojos llenos de lágrimas lo miraron por un momento y luego me volví a abrazar a él. Los dos caímos hacia atrás. Y así nos quedamos, abrazados, escuchando nuestros propios corazones latiendo al mismo compás.

Me despertó el ruido de la ducha. Estaba arropada con una manta y hecha un ovillo. Me desperté un poco desconcertada hasta que lo recordé todo. Me puse bocarriba y me eché el pelo hacía atrás. Dougie salió del baño con una toalla liada en la cintura. En cuanto lo vi salir aparté la mirada, estaba claro que habíamos perdido confianza...

—Lo siento, pensaba que estabas todavía dormida.
—No... Si yo... no miro.
—De todas formas no ha cambiado mucha cosa desde la última vez —me sonrojé.

Dougie se puso un chándal y se secó el pelo con la toalla.
—Te has vuelto a dejar el flequillo.
—Si... no sé, me dio por ahí —me sonrió y yo bajé la mirada—. ¿Que quieres desayunar?
—No... No me apetece nada, creo que me voy a ir a casa.
—Te llevo.
—No hace falta, puedo pedir un taxi.
—Insisto.
—Bueno... si quieres... pero te voy a pedir el favor de que me dejes la camiseta y unos pantalones.
—Eso está hecho.

Imaginadme a mí, dentro de unos pantalones de Dougie, que si ya de por sí él es poca cosa, yo ya...
Nos subimos a su coche y le fui indicando por donde tenía que ir. Al principio nos perdimos... pero luego ya me fueron sonando un poco los barrios.

Por aquel entonces vivía en un piso. Al principio era compartido entre Alison y yo, pero ella se había ido a vivir con su novio, y yo estaba empaquetando las cosas para la mudanza a la casa nueva que Edward y yo habíamos comprado.

—Sube, me cambio y te doy la ropa.

La casa estaba realmente desastrosa, dejé el vestido de novia sobre el sofá, ya vería que hacer con él. Todo lleno de cajas de cartón y bolsas.

—Siento el desorden...
—No pasa nada, es comprensible.
—Tengo que llamar a la dueña del piso... espero que no tenga ya nuevos inquilinos.
—Sobra que te diga que tienes mi casa para lo que quieras.
—Gracias. Espera aquí un momento, haz un hueco en el sofá y te sientas.

Entré al dormitorio y me puse mis propios shorts y la primera camiseta que pillé. También pasé por el baño para lavarme la cara y quitarme todo el maquillaje en condiciones.

—Toma, aquí tienes tus cosas. Te ofrecería algo... pero aparte de agua no tengo nada.
—No, no hace falta, me he tomado un café antes de venir —me senté a su lado en el sofá.
—Muchas gracias Dougie.
—¿Por qué?
—Por salvarme ayer la vida.
—En realidad las gracias se las tienes que dar al amigo...
—No, las gracias te las doy a ti que fuiste el que ayer intentó dar su vida por salvar la mía.
—Es que mi vida sin la tuya no tiene sentido.

Aparté mi mirada aunque tuviese la de Dougie clavada en mis ojos.

Me sentía mal cuando me decía esas cosas... tenía la sensación de que estaba engañándolo cuando en realidad yo no estaba haciendo nada malo.

—Tengo que irme...

—¿Por qué no te quedas a comer? Podemos pedir algo...

—Sabes que me encantaría, pero dentro de dos semanas sale el nuevo disco y tenemos muchas cosas que hacer.

—Entiendo.

—Pero te llamo en el primer hueco libre que tenga ¿Vale? —asentí.

La esperanza de no tener que estar sola había desparecido.

Me dio un beso en la frente y se marchó.

Yo me tumbé bocarriba en el sofá... ¿De verdad todo aquello había pasado?

De repente noté un pinchazo enorme en la barriga. En mi vida me había dolido tantísimo. Me encogí intentando que el dolor cesara, pero no... no desaparecía y cada vez era más insoportable.

Intenté levantarme para ir a por el teléfono y llamar a alguien, pero en cuanto me senté en el sofá, mis pantalones empezaron a teñirse de rojo ¿De dónde salía tanta sangre? La regla era imposible...

Otra punzada hizo que me retorciera de dolor.

Alcancé el teléfono.

—¿Quién es?

—Alison, creo quealgo no va bien.2

No tienes que decir nada (McFly)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora