En nuestro regreso de París hubo de todo. Jazzie y Sam se encargaron de hacer sentir a Dougie la persona más culpable del mundo, y en parte (muy en parte) las entiendo, no creo que lo pasaran mucho mejor que yo. A ninguno le sorprendió la noticia de nuestra boda, cosa que me sorprendió bastante.
Y allí estábamos, Dougie Poynter sentado en el sofá, y Annet Falcone tumbada con la cabeza apoyada en sus piernas.
—Todavía nos queda mucho que averiguar —abrí la libreta—. ¿Por lo civil o por la Iglesia? La verdad es que no hemos hablado nunca de si crees en Dios o no... ¿Crees en Dios? —Dougie me contestó sin despegar la mirada de la televisión.
—Es una pregunta un poco profunda —levanté las cejas—. Pero que nos casamos como tú quieras —escribí en la libreta una interrogación al lado de tipo de ceremonia.
—Tenemos que hacer también la lista de invitados.
—Yo con que vayan mi hermana, mi madre y los chicos me basta.
—¿De día o de noche?
—Como tú quieras.
—Supongo que tú irás de negro ¿no?
—Sí, pero que vamos, como tú quieras.
—Hay que probar menús.
—Sí.
—Y... la ceremonia la podríamos hacer parecida a la de Tom y Giovanna, a mi me gustó mucho.
—Y a mí también, pero que vamos...
—Como tú quieras —le corté antes de que contestara. Por fin conseguí que sus ojos se centraran en mí en lugar del televisor.
—¿Qué?
—Como que ¿Qué? ¿Piensas dejarme a mi sola con toda la boda?
—No, claro que no.
—Si yo solo lo digo por los "como tú quieras".
—No te lo tomes a mal, si es que, como tú tienes más experiencia en esto de preparar bodas...
Mi cara lo dijo todo. Me incorporé.
—Lo siento —me dijo Dougie intentando que no me levantara del sofá.
—¿Más experiencia no?
—Annet de verdad que no pretendía decirte eso.
—¿Ah no? Pues entonces explícate porque no te he entendido —claramente no pudo, había dicho lo que quería decir.
Tiré la libreta al suelo y salí del salón hacia el dormitorio.
—Annet escúchame un momento por favor —pegué un portazo—. Lo siento.
—¡Siempre lo sientes Dougie!
—Es que soy tonto ¿Vale? —no obtuvo respuesta—. Sal por favor... hablando se arreglan las cosas...
—Tú las estropeas.
—Annet... por favor.
—Que si no quieres que nos casemos no nos casamos —abrí la puerta enfadada.
—No vuelvas a decir eso.
—Digo lo que me da la gana, igual que tú —me ofreció su mano y la cogí.
—¿Me perdonas? —aparté la mirada—. Anda —tiró de mí hacia él.
—No me digas esas cosas.
—Si es que eres muy chica —le sonreí y me besó los labios—. ¿Dónde te has dejado tu libreta?
Todo fue muy rápido, o al menos para mí. No pensé que el tiempo fuera a volar de aquella manera, cuando quise darme cuenta, estaba en la habitación de un hotel, echando el último vistazo a mi maquillaje. Me fui delante del espejo de cuerpo entero. Me veía radiante, aquel era mi día, sin duda alguna estaba en el lugar en el que quería estar, de la forma en la que quería estar.
Mi vestido era de palabra de honor, totalmente ajustado hasta la cintura, donde empezaba a ganar forma gracias al tul. El pelo lo llevaba recogido en un moño en el que estaba enganchado el velo. Del cuello llevaba un pequeño brillante y el anillo de compromiso que Dougie me había regalado en su día, estaba perfectamente guardado en su caja, el que me iba a dar ahora era mucho más importante.
—Toc Toc —escuché. Me di la vuelta para ver a Giovanna.
—Gi —le sonreí.
—Estás... ¡Buf! No tengo palabras suficientes —me abrazó para darme fuerzas—. ¿Estás lista?
Mis damas de honor iban a ser ella, Steph y Alison. Mi padre, por segunda vez, me acompañaría al altar.
He de admitir que el momento previo a entrar en la carpa que habían montado en el jardín del hotel, fue uno de los peores momentos de mi vida sin duda alguna.
—Cariño, ¿Estás segura? —mi padre estaba asustado.
—Nunca he querido algo tanto.
Me ofreció su brazo, era el momento, mi momento. El órgano comenzó a sonar. Mis chicas entraron delante de mí, y yo, hasta que no estuve dentro no levanté la mirada. Los invitados, con forme iba pasando, me iban diciendo lo guapa y lo maravillosa que estaba, pero yo no podía atenderlos, yo solo tenía ojos para él. Dougie se giró desde el pequeño altar y ni siquiera me sonrió, creo que estaba demasiado nervioso para hacerlo, pero su mirada me lo dijo todo. Mi padre me cogió la mano y se la dio a Dougie, él, sin apartar ni un segundo su mirada de la mía, entrelazó los dedos. Minutos después, con un simple sí, Dougie Poynter se convertía en mi marido.
Me levantó el velo, y puedo jurar que ese ha sido el mejor beso que me ha dado, el más dulce, el más lento, el más bonito, el más sincero, el más Dougie. Un beso de esos en los que el tiempo se para y los únicos que estáis allí sois él y tú, girando al compás de una música que solo suena en vuestros oídos. No pude evitar que las lágrimas se derramaran de mis ojos, quería gritarle al mundo que era suya, que él era mío, y para siempre. Comenzamos a saludar a la gente, todos te daban la enhorabuena, excepto Tom. Que te daba la enhorabuena y lloraba a la vez. ¿Por qué? No se sabe, Tom es así. Nadie exagera cuando dice que es todo un sentimental.
Podría pasarme horas y horas hablando sobre el banquete... sobre los discursos que... menos mal que se los habían preparado... y sobre millones de cosas más, pero yo creo que a todos nos interesa el momento en el que la puerta de nuestra habitación del hotel se cerró.
—Dios... —Dougie tiró la corbata encima de la cama. Yo me apoyé en la pared, nos miramos y comenzamos a reírnos.
—No sé qué decirte –confesé. Dougie me cogió la mano y me llevó hasta él.
—No se... dime algo bonito por ejemplo.
—Tú —me sonrió y me dio un pequeño beso en los labios.
—¿Te he dicho alguna vez lo enamorado que estoy de ti? —en estas situaciones se me subía, y se me sigue subiendo el color a las mejillas.
—No, solo te has casado conmigo —que sonrisa...
—¡Ah! Pero eso... eso no sirve.
—¿A no? —negó—. ¿Y qué es lo que sirve?
Pues estaba claro, sus besos, sus caricias, su forma de tocarme y hacerme sentir única.
Me ayudó a quitarme el vestido y a deshacerme el moño. Los dos nos metimos en la cama.
—¿Por qué lloras? —me preguntó divertido cuando escondí mi cara en su pecho.
—Porque se ha acabado.
—¿El qué? —me puse bocarriba sin dejar en ningún momento de acariciar su mano.
—Pues lo del vestido, el peinado... la boda en general...
—No cariño, no —lo miré—. Esto solo acaba de empezar.
Me sequé las lágrimas y fui echándome sobre él conforme lo besaba, tenía razón, solo acabábamos de dar el primer paso hacía una vida juntos.
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No tienes que decir nada (McFly)
FanficAmor, música, pasión, traiciones... Annet siempre se ha considerado una chica muy independiente, pero después de desaparecer su padre en extrañas circustancias, se ve en la obligación de mudarse a casa de su tía Giovanna y su tío Tom. Allí también e...