Prefacio

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Estoy empezando a ponerme nerviosa, y creo que no es el mejor momento. ¿Pero por que tiene que aparecer ahora, justo en este maldito momento? Lo odio, lo odio por hacer lo que me hizo y por aparecer justo ahora. ¿No se podía quedar en su maldita casa con sus amiguitos? No, tenía que venir a joderme el día...

Me miro en el espejo... es raro que diga esto de mi, pero... me veo guapa, mi pelo está colocado en un precioso recogido, y varias florecillas blancas adornan los tirabuzones. Supongo que en este día todas las mujeres se ven guapas, y es normal, el vestido de novia, el peinado, el maquillaje, todo está preparado para que te quede perfecto.

Agacho la cabeza y me miro las manos, todavía no se si quiero salir a verle. Pero parece que no voy a tener otra opción, porque acaban de llamar a la puerta y por el: "¿Puedo entrar?" se que es él, reconocería esa voz en cualquier lugar.

-Supongo.

Él abre la puerta y entra. Su pelo castaño ha dejado de ser un remolino para volver a ser un flequillo perfectamente ordenado, lo único, que no tan rubio como lo era antes.

No lleva traje, ni esmoquin ni nada, y me parece bien, porque lo último que quiero es que se auto-invite a mi boda; en su lugar, lleva unos pitillos azules, unas Vans grises y una cazadora debajo la cual lleva una camiseta en la que se puede leer ZUKIE.

-Te preguntarás porqué he venido -no me doy la vuelta para mirarlo, puedo ver perfectamente su reflejo en mi espejo-. Ni si quiera yo lo tengo claro- cierra la puerta a sus espaldas.

-Pues si no lo sabes tú... mira, por si no te has dado cuenta, no llevo el vestido y el peinado por gusto y no ten...-me corta.

-Lo siento.

-¿Qué?.

-¡Que lo siento! Joder Annet, lo siento ¿vale? ¡No se porque lo hice! Me siento la persona más estúpida del mundo y yo no quiero que... -ahora la que lo corta soy yo.

-Cállate.

-No me voy a callar Annet, esta vez no lo voy a hacer, pienso decirte...

-¡QUE TE CALLES JODER! -empiezo a notar como las lagrimas se amontonan una detrás de otra sobre mis pestañas.

-No llores... -no sé cómo me ha visto, pero lo ha hecho y ahora noto como ha apoyado una de sus manos sobre mi hombro derecho-. Yo... yo se que te hice mucho daño, que acabé con toda tu ilusión, pero... dicen que mejor tarde que nunca ¿no?

Decido levantarme del tocador, si no se va, lo echare yo con mis propias manitas. Cuando me levanto y me giro para quedarme frente a frente, me viene una oleada de recuerdos. Él, yo... como siempre, me he quedado a la altura de su pecho, ese pecho sobre el que estuve tantas veces...

-Eso es lo que dicen, pero esta vez es diferente... el nunca ya ha llegado.

-No... el nunca no ha llegado, que tu quieras que esto se convierta en nunca es otra cosa.

-Me voy a casar...

-No tienes porque hacerlo.

-Quiero a Edward.

-¿Más que a mí? -¡pero tendrá morro! Suelto un bufido y me limito a contestarle.

-Mira, si te sirve de algo, te recuerdo que con el que me caso es con él, no contigo.

-Pero eso no tiene nada que ver con lo que sientes.

-¿A no?

-No -me contesta demasiado seguro de si mismo, y eso hace que me asuste-, porque él no te hace sentir lo que te hago sentir yo.

-Mira, tú, ya, no me haces sentir nada.

-¿A no? -y sin previo aviso, me besa. Me ha agarrado por la cintura y me ha pegado a él. Al principio he opuesto resistencia a su abrazo, pero es imposible, tiene razón. Mientras que con una mano agarra mi cintura, con la otra acaricia mi mejilla para evitar que me separe de él. Y sigue besándome, lenta y cariñosamente. Como solo él sabe hacerlo. Sin poder evitarlo, subo mis manos hasta su cuello y me dejo llevar un poco más. Lo peor de todo esto es que sigue siendo el día de mi boda, Ed me estará esperando en una hora en el altar, y yo estoy hecha un lio. De repente, para de besarme, pero eso no hace que quite su mirada de mis ojos.

-No te cases.

-No tienes ningún derecho a volver -remarco el volver-, y destrozarme la vida.

-Pero si tengo derecho a reclamar lo que es mío.

-¿Y se puede saber que es tuyo?.

-Tu corazón.

PLAS loseta de piedra en la cabeza, es como si me hubiesen tirado un cubo de agua fría, acaba de hacer que se despierte eso que me había conseguido tantísimo ocultar.

-Yo no... -es lo único que consigo decir.

-Nada. Mira Annet, voy a estar con el coche en el aparcamiento del restaurante. No pienso moverme de allí hasta que la boda termine. Solo quiero decirte que voy a estar esperándote, no quiero irme solo a casa esta noche, nunca más.

Vuelve a acariciar mi mejilla y me mira los labios. Otro beso, lento, muy lento, dejándome saborearlo como tanto me gusta hacer... ¿he dicho me gusta? ¿presente?.

-Adiós Annet, espero verte pronto -y me deja ahí, con toda la indumentaria puesta y echa un lio.

Vuelvo a sentarme en el tocador y me miro en el espejo. Los recuerdos vienen a mí como puñales, la forma en la que empezó todo... Creo que quizás deberíais saber un poco más antes de que yo decida que hacer con el día de mi boda.

Todo empezó más o menos el 14 de Marzo del 2011, cuando a mis 19 años y un poco desconcertada me tuve que "medio mudar" a la casa de mi tía, ella vive con su novio, que supongo que todos conocéis... con lo que, o más bien, con quien no contaba, era con la persona que al día siguiente saldría de una clínica de rehabilitación y cambiaría mi vida por completo.

No tienes que decir nada (McFly)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora