Capítulo 3

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Me miré en el espejo. Pantalones negros con un corte en las rodillas, una sudadera gris con un parche de un alien sobre mi pecho izquierdo y unas zapatillas negras.

Salí de casa y caminé hasta casa de Violet. Mi mejor amiga. Timbré y su hermano me abrió. Me miró de pies a cabeza y gritó.

—¡Violet! ¡La pelmazo de tu amiga ya llegó!— me volvió a mirar y sonrió con ironía. Le devolví la sonrisa y llegó Vio con su pelo violeta liso atado en una coleta alta

Empezamos a caminar hasta casa de Daia. Daia es otra de mis mejores amigas. Es un año mayor que nosotras pero es un amor. La encontramos en su casa con el pelo teñido de rojo.

Una vez estuvimos las tres juntas fuimos al parque que hay cerca del centro

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Una vez estuvimos las tres juntas fuimos al parque que hay cerca del centro. Nos sentamos en una mesa y nos pusimos a hablar. Mientras estábamos allí vimos a Jayden, un chico de pelo castaño claro y ojos verdes.

—Cuéntanos de tu vida, Astrid.

—Pues... mi padre trabaja en la Estación Kennedy— a Violet le dio un leve escalofrío—y... nos hemos mudado aquí.

—¿Qué?

—Lo que escuchasteis.

—¡Eso es genial!

—¡Ya no tendré que aguantar a los engreídos de mi instituto!

—¡Pero no olvidemos que tenemos un Julem en el insti!

—¡Mierda!

Las tres reímos y decidimos ir al centro comercial. Una vez allí dimos una vuelta en varias tiendas. Compramos unos batidos y seguimos paseando.

—Chicas, voy un momento a Pull and Bear. Me dejé el móvil en los casilleros con cargador que tienen.

—Vale.

Vi a Noah, el mejor amigo de Julem, subir en el ascensor y aprovechando subí con él. Hay que tener a tus amigos cerca y a tus enemigos más ¿no?

Subí al ascensor y Noah presionó el botón del primer piso. Lo miré de reojo. Llevaba su pelo castaño oscuro un tanto levantado en un tupé y sus ojos marrones se fijaban en la puerta.

Estábamos llegando al primer piso cuando el ascensor paró en seco y la luz se apagó.

—Mierda.

Noah miró hacia arriba con una mueca de preocupación. Empezó a hiperventilar. Estaba teniendo una ataque de pánico.

—Eh, eh. Tranquilízate... Noah, mírame...

Noah seguía hiperventilando. Tenía la mirada perdida y parecía que le costaba respirar. Así que hice lo que me parecía más estúpido. Lo más cliché del mundo. Y más si tenemos en cuenta que yo no sentía nada por él. Le besé.

Su respiración se normalizó. Nos separamos y me levanté dándole la espalda.

—Perdona, dicen que aguantar la respiración ayuda a parar los ataques de pánico. Y la has aguantado, ¿no?— dije riendo de forma seca.

—Sí, claro. Qué cliché...

—¿El qué? ¿El quedarnos atrapados en un ascensor?

—El beso durante un ataque pánico. Y lo del ascensor.

—Bueno, intenta conseguir cobertura.

—Está bien...

Noah debió conseguir cobertura porque estaba llamando a alguien. Poco después escuchamos voces fuera.

—¡¿Noah?!— Julem.

—¡Sí!

—¿Con quién estás?

—¡Astrid!

—¡Joder, pensé que era una tía buena!

—¡Vete a la mierda, idiota!- grité en mi propia defensa. Ni que fuera un dios griego él.

—¡¿A qué ahora te dejo ahí?!

—¡Tu amigo está aquí también!

—Vale...

Julem se fue y veinte minutos después estábamos fuera. Noah me ayudó a salir y recibió una reprimenda por parte de su amigo. Al parecer tiene que odiarme.

—Gracias. Chao idiota. Chao Noah— dije sonriendo y recibiendo una sonrisa por parte de Noah. Si el chico era un amor, pero que fuese el mejor amigo de tu ''enemigo'' restaba.

Daia y Violet me acompañaron a por mi móvil y me dijeron que el miércoles habría una fiesta por el comienzo de las vacaciones.

Tenía piscina y todavía era de día, tenía que aprovechar. Mi madre se había pasado el día anterior limpiando la piscina.

Salí al jardín y estiré la toalla sobre el suelo. Escuché risas e instintivamente miré a la casa de al lado. Noah y Julem reían a carcajada limpia mientras entraban en la casa de los Kennedy.

Eso sonó como si fuese la Casa Blanca, ¿no? Okay.

Noah miró en mi dirección sonriendo y le sonreí de vuelta. Julem miró en mi dirección e hizo un gesto con la mano.

Me lancé al agua y estuve allí un rato, flotando.

Media hora más tarde, mientras me secaba escuché que llamaban al timbre. Fui con la toalla sobre mis hombros y miré por la mirilla. Abrí de golpe la puerta y si no fuera porque la tenía agarrada estaba segura de que golpearía la pared.

AlienaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora