Tres días. Habían pasado tres días desde la fiesta.
—Mamá, voy a salir con Noah a dar una vuelta.
—Vale, no llegues tarde.
—Es Noah, no llegaremos tarde.
Escuché el timbre y le di un beso a mi madre. Fuera, Noah me esperaba sentado en su moto. Subí y me puse el casco. Rodeé a Noah por la cintura y apoyé mi cabeza en su espalda. Y así, viendo el paisaje pasar empecé a darle vueltas a lo que había pasado.
Tras la fiesta, no había vuelto a hablar con Violet ni con Daia. Ellas sabían que los había visto, sabían que había visto a Violet con su verdadera apariencia. Aunque yo no sabía nada. No sabía qué eran, si eran malos, si estaban aquí para protegernos, ni siquiera sabía si los que me habían dicho eran sus verdaderos nombre. Parecían tan humanos... vivían la vida de un adolescente cualquiera. Iban al instituto, salían con sus amigos y hasta se enamoraban. O eso creía yo. Es decir, tal vez fingían sus sentimientos. Tal vez nos odiaban. O tal vez ni siquiera sentían.
Noah frenó ante una casa de campo. Estaba en la orilla de un lago y era completamente de madera. En la puerta estaba Julem esperándonos.
Entramos y Noah se dejó caer en el sofá. Julem fue hasta la cocina y trajo dos cervezas y una soda. Y yo me quedé allí, parada, sin saber que hacer.
—Astrid, relájate... estás entre amigos.
—Qué irónico, ¿no? Antes ellos eran mis amigos.
—Mira, Astrid. Yo no tengo la paciencia que tiene Noah o su simpatía. Pero sí que cuando juro algo lo cumplo y te juro que si prefieres irte con aquellos, que te ocultaron su apariencia, adelante, pero no volverás y te convertirás de forma definitiva en nuestro blanco. Igual que ellos.
Tragué la bilis que había subido a mi garganta. Su forma de hablar, tan fría, tan distante a ellos.
Me senté en el sofá, lo más pegada a Noah posible. Me rodeó con su brazo y me acercó hacia él. Julem me pasó la soda de la cual empecé a beber.
Tras eso, Jul empezó a sacar armas de un cofre. Sacó una escopeta, varias navajas y algunas pistolas.
Tiró una al lado de donde yo estaba y luego dejó allí varios cuchillos.
—¿Y esto?
—Por si alguno te ataca, pequeña- murmuró Noah.
—¿Por...
—No sabemos como actúan, Astrid. Hay que estar alerta. Voy a practicar fuera.
Noah sonrió y asintió. Yo solo miré como salía.
Noah empezó a acariciarme el pelo. Lo enrollaba entre sus dedos, generando pequeños tirabuzones. Acariciaba mi brazo y mi cintura. Lo miré a los ojos y sonreí. Me volví a acurrucar en su pecho hasta que oí un grito que me taladró los tímpanos.
Y después un disparo.
ESTÁS LEYENDO
Aliena
Ficção CientíficaThe aliens live among us La hermosa portada fue hecha por @ana_castell8