Capítulo 20

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Habíamos mandado un grupo de seguridad al bosque, a la zona donde nos habían atacado. Mientras, yo debía hacer un extraño proceso de purificación para mostrarme ante todos como la reina que en verdad era. 

Me guiaron hasta el lago donde debía introducirme. Allí, me dejaron con Noah, que me observaba. Yo llevaba un simple albornoz de seda, aunque no era exactamente eso. Pesaba lo mismo que dicha tela, pero no tenía el mismo tacto y era mucho más opaca que la seda.

Dejé el albornoz sobre una roca y, tras comprobar que la mirada de Noah no estaba sobre mi piel desnuda, me introduje poco a poco en el lago. El agua era cristalina y cálida. Las piedras bajo mis pies tenían forma de escalera y cuando pisé el último peldaño, el agua me llegaba por los hombros. Por lo que me había contado Donna, debía introducirme con cuidado y una vez dentro, hundirme. Tenía que permitir que el agua me envolviese por completo.

Hice lo que me habían ordenado y salí del agua. Noah me esperaba en la piedra, donde había dejado mi albornoz, con la prenda en sus manos. Se levantó y se acercó a mí para envolverme con la tela. Sentía el calor de sus manos a través de la tela.

Llegamos al campamento donde Julem esperaba con ansia. 

—Han encontrado su escondite.

Aceleré el paso hasta acabar a su lado y me guió hasta la tienda de campaña en la que se encontraban los soldados.

—Su majestad.

—Habla.

—Se oculta en una cueva. Cerca de la zona donde los atacaron.

—Mañana, saldremos temprano para atacar. Quiero matar a quién sea que mató a Damon.

Él, apoyado en la mesa, levantó la mirada y sonrió. Se acercó a mí y pasó un brazo por mis hombros.

—Gracias, tontita.

AlienaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora