Sentí los dedos del chico enlazarse entre la parte superior de mi pelo y el dolor que esto me produjo cuando el chico tiró de mí fuera del coche. Caí de espaldas sobre un charco de barro. El cielo que estallaba en rayos no dejaba que el aguacero cesara en ningún momento.
-Suéltame-le grité dolorido por el incesante tirón del pelo y la caída que me había dejado las manos rasposas.
Después de que el chico confesara que no tenía intención de hacerme nada sexual puesto que no era gay, empecé a preguntarme por que me había estado increpando entonces durante toda la noche y la peor de las respuestas llegó enseguida a mi mente. Era un asesino e iba a matarme. Él chico me llevó a rastras hasta el inicio de un extenso césped verde mientras yo pataleaba por que me soltara y poder así levantarme del suelo.
-Deja de resistirte-gritó el chico.
El arrastre dejó de serlo unos pocos minutos después. El chico me soltó y yo me puse en pié de inmediato con la intención de echar a correr. Cuando le vi apuntándome con una pistola tan negra como la noche me quedé más quieto que una vara de hierro. El miedo más atroz que había sentido en toda mi vida me dejó paralizado. Pese a que me temblaban las rodillas con violencia era incapaz de dar un paso. Cerré los ojos y esperé el impacto.
-Tengo que hacerte unas preguntas-dijo en tono gentil.-Espero que no te moleste, se que este no es el mejor modo de hacer las cosas, pero es mi modo.
Abrí los ojos y le miré a la cara. Su tez de chico agradable había dejado paso a una fría expresión de odio. O a lo mejor y más probable era que la cara fuera la misma y lo que cambió fue mi modo de mirarle.
-No comprendo-susurré.
Miré a mí alrededor para ver a donde me había traído el chico. Era el patio trasero de una casa de campo color verde. Justo detrás de mí había una gran piscina llena de agua y justo delante unas cuantas personas se asomaban a las ventanas de la parte superior de la casa con sumo interés. Quise pedirles ayuda, pero el gesto de sus caras me indicó que no iban a ayudarme, de hecho supuse que estarían allí fuera junto a Andrew, disfrutando del espectáculo de no haber estado diluviando.
-¿No sabes quien soy?, ¿De verdad no te acuerdas de mí?-preguntó en tono divertido.
-¿Debería?-inquirí verdaderamente curioso.
El chico esperó con impaciencia y con la pistola apuntando al centro de mi pecho. Avanzó unos pasos y yo retrocedí.
-No, no se quien eres-respondí justo después.
-A si que el estúpido de Ben se salió con la suya-sus ojos claros y malvados se clavaron en mí como una espada.-Le habría matado yo de no haberlo echo ese amigo tuyo. Lo ha estropeado todo.
-No se quien es Ben, ni de lo que estás hablando.
Bajó la pistola y cruzó los brazos a la altura del pecho. Me relajé un poco aliviado. A lo mejor si comprendía que yo no sabía nada, que se había equivocado me dejaba irme.
-No lo dudo-aventuró acercándose unos pasos más hacia mí. No pude retroceder más, la orilla de piscina me lo impedía.
-Y supongo que tampoco recordaras nada acerca de los Custodios, La Orden, La llaves de Pandora, Los amuletos, ni de que eres un Buscador-añadió, dejándome tan confuso como si hubiera hablado en chino.
Negué con la cabeza.
-No, tuve un accidente hace tres mese y perdí la memoria-le conté.-A si que si te debo dinero o algo no le recuerdo, pero podemos llegar a un acuerdo.
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Pequeños Tesoros
Teen FictionHa estallado una guerra, una carrera a vida o muerte entre los Custodios y los Hijos de Epimeteo por conseguir la ansiada caja de pandora. La clave para conseguir su objetivo es un buscador que no recuerda que es buscador. Ultima parte de la trilogí...