Fue Danny quien me llevó hasta el aeropuerto y quien se había quedado hasta que había embarcado en mi vuelo y me había perdido de vista. Él paseo en coche hasta llegar allí ya me había costado lo mío, pese a que hice todo esfuerzo por no derrumbarme frente a él. Ahora, cuando el avión ya surcaba el cielo y no había nadie a quien incomodar con mi llanto podía hacerlo cuanto quisiera. Y lo hice, sobre la tapa bajada del retrete del cuarto de baño del avión, una hora después de despegar. Estaba más que claro que por mucho que nos quisiéramos, Patrick y yo no estábamos hechos el uno para el otro, el destino no cesaba en recordárnoslo. Cuando creíamos haber sorteado un obstáculo, nos encontrábamos otro impidiéndonos ser felices. El toc toc de alguien llamando a la puerta me hizo alzar la cabeza y separarla de mis manos húmedas. Me paré de golpe y me rocíe la cara con agua fresca del lavabo. Tenía un aspecto horrible, ni siquiera recordaba la última vez que me había visto yo mismo con buen aspecto. Me pasé los dedos por el pelo para peinarlo un poco y abrí la puerta.
-Perdone-le dije a una mujer bajita, regordeta y pelirroja, con la piel casi traslúcida y llena de pecas.
-¿Te encuentras bien cariño?, no tienes buen aspecto-dijo la mujer parándose en mirarme de arriba abajo.
-Las turbulencias-mentí.-Pero ya estoy mejor, gracias.
Me ladeé para dejarle paso a la señora y me encaminé de nuevo a mi asiento. Abrí los ojos como platos al llegar a él y descubrir que el asiento de al lado que antes de entrar yo en el aseo estaba vacío, ahora estaba ocupado. Por Patrick.
-No tienes buen aspecto-dijo preocupado, mientras me taladraba con su cálida mirada.
-¿Qué haces aquí Patrick?-le pregunté mientras le daba la espalda e intentaba pasar entre el pequeño hueco que quedaba entre sus piernas y el asiento de adelante, para poder llegar hasta el mío. En un momento me tambaleé y el chico me cogió de las caderas para evitar que cayera encima de él. Sus manos contra mi cuerpo me produjeron escalofríos y deseos que en aquel momento no quería sentir.
-¿Estas bien?-inquirió.
Me deshice de sus manos y me dejé caer en el asiento de al lado con un fuerte suspiro.
-¿Qué haces aquí?-repetí.
Esbozó una sonrisita fugaz y triste.
-Me voy contigo-declaró.-Sé que ahora prefieres estar alejado de mí, pero yo no puedo estar lejos de ti. No voy a perderte otra vez y haré lo que haga falta para que me perdones.
-Patrick...
-No hablaré, te lo prometo, no pronunciaré ni una sola palabra a menos que tú quieras hablar conmigo. Ni siquiera te tocaré, ni por accidente, cerraré los brazos así...-dijo poniéndose tieso como un leño y bajando los brazos a los costados.- y ni te rozaré siquiera a menos que tú quieras que lo haga. Pero voy a seguirte aunque sea al fin del mundo, por que aunque tú puedas, y sé que si quisieras podrías, estar lejos de mí, yo ya no puedo mantenerme alejado de ti. Ya no puedo, no al menos sin morir en el intento.
Sacudí la cabeza y aunque estaba deseando echarme en sus brazos me mantuve firme.
-Sigues teniendo el mismo discurso, sigues pensando igual-reclamé en un suspiro.- ¡Sé que puedes vivir alejado de mí!-repetí con ironía.-Sigues teniendo dudas acerca de mí, de que yo te quiera.
-Claro que no-dijo de repente seguro.
-Sé que puedes vivir alejado de mí, significa, yo te amo tanto que me muero si tú no estas, pero tú solo me quieres. Y ya no sé como demostrarte lo contrarío, ya no puedo ni quiero seguir luchando contra tus inseguridades.
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Pequeños Tesoros
Teen FictionHa estallado una guerra, una carrera a vida o muerte entre los Custodios y los Hijos de Epimeteo por conseguir la ansiada caja de pandora. La clave para conseguir su objetivo es un buscador que no recuerda que es buscador. Ultima parte de la trilogí...