Amor y odio

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-¿Me puedes explicar otra vez por que no puedo ir a mi casa?-le pregunté a Patrick.

Estaba nervioso, estar en aquel cuarto donde había empezado todo lo físico entre nosotros siempre me ponía nervioso, auque la verdad hacía mucho tiempo que no entraba allí.

-Rever tuvo que decirle que te habías marchado a Tucson por que estabas enfadado conmigo, la gente empezaría a sospechar si le hubiéramos dicho que te habían secuestrado por tercera vez.

Asentí y dejé que el chico terminara de descamisarse, mientras yo me volvía hacia la ventana y miraba hacia fuera por ella. Me dolía la cabeza, ya era de noche y a pesar de que no estaba cansado por haber estado dormido casi todo el día, tampoco me encontraba realmente bien. El chico se acercó por detrás y me rodeó el cuerpo con sus brazos, agradecí el calor de su pecho desnudo contra mi espalda, el chico apoyó dulcemente la cabeza sobre mi hombro.

-¿En que piensas?

-En todo-contesté.-En nada.

Patrick no habló, se limitó a suspirar bajó mi oreja y allí pasamos unos minutos. Me encantaba que me recordara que estaba allí en todo momento y que lo estaría pasara lo que pasara.

-¿Crees que habrá muerto?-inquirí sabiendo que no había modo de que el chico pudiera saberlo, esperaba que me tranquilizase diciéndome que no.

-No ha sido culpa tuya, si no suya-me contestó conciso.-Ha sido ella quien ha disparado la pistola, tú solo me has salvado.

Parpadeé varias veces antes de intentar recordar todo lo ocurrido y fracasé, solo se venía a mi mente la imagen de la chica cayendo al suelo, había matado a alguien, yo, que jamás había levantado la mano contra nadie.

-¿Te arrepientes de haberme salvado?

Me volví de repente e hice una mueca a la que el chico puso mala cara.

-Nunca, tú eres lo más importante de mi vida, si te hubiera pasado algo yo me hubiera muerto contigo. Nunca podría arrepentirme de intentar mantener tu vida a salvo por encima de la mía.

El chico presionó sus labios contra los míos a modo de disculpa por la pregunta tan tonta que acababa de hacerme.

-Voy a darme una ducha y a cambiarme de ropa y prepárate por que después vas tú.

-No tengo ropa aquí.

-Coge lo que quieras de mi ropa.

-Tu ropa me está grande-disentí.-No quiero ir haciendo el ridículo.

-Solo será por esta noche-me abrazó de nuevo y tiró de mi hasta que él quedó sentado en el borde de la cama y yo sentado sobre sus piernas.-Además me gusta que te pongas mi ropa, luego siempre huele a ti.

Puse los ojos en blanco y salí de allí.

-De acuerdo.

El chico salió como una bala de la habitación y se introdujo en el cuarto de baño. En cuanto se hubo ido me encaminé a registrar todos los cajones en busca de algo que me sentara medianamente bien.

-¿Estas bien?-la voz de Danny me sorprendió. El chico estaba mirándome desde el marco de la puerta con paciencia.

-Estoy bien-dejé el cajón abierto y me acerqué hasta él.

El chico suspiró y me dio un toquecito amable en el hombro.

-¿No puedes estar mas de tres mese seguidos sin que te secuestre nadie?-ironizó con un tono de sorna.

Pequeños TesorosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora