Estaba tan furioso que casi se descuelga la puerta de la casa, cuando llegué dando un fuerte portazo. Después de aquello solo le dí un solo puñetazo más a la mesita de la entrada. Esta crujió y se desmoronó en pocos segundos.
-Maldito Ben-maldije.-Así te estés pudriendo en el mismísimo infierno hijo de puta.
Mi hermano salió medio desnudo al pasillo, mientras se pasaba una camiseta de tirantes por el cuello y se restregaba los ojos. En reloj de la entrada marcaba las dos de la madrugada del sábado veintiuno de Diciembre.
-Has ido a verle, ¿verdad?-inquirió mi hermano casi abatido.
-Siempre voy a verle-admití.-Pero no sirve de nada, él no me recuerda y yo me estoy volviendo loco.
-Tranquilo lo solucionaremos-me dijo el chico apoyándose en el marco de la puerta de mi vieja cocina.
-Es muy fácil para ti decirlo-me quejé.
-No eres el único a quien ha olvidado-replicó mi hermano.-Creo que Ben hizo que olvidara todo lo relacionado con las llaves de Pandora, a si que ahora mismo no es un Buscador, es una persona normal.
-¿Sabes que Danny?, ahora no quiero hablar, voy a dormir-le dije.
-¿Te ha visto?, por que si te ha visto...-comenzó de nuevo mientras yo ya me dirigía hacia la puerta de mi cuarto.
-No, no me ha visto, no soy idiota.
-Bien, duerme un poco, yo..., yo recogeré esto.
Después de aquellas palabras cerré la puerta tras de mí con un leve portazo esta vez. Apenas me costó llegar hasta la cama y dejarme caer encima de esta. El cuarto seguía exactamente igual a como la había dejado hacía más de un año, bueno todo estaba igual, la habitación de color azul, la cama sin colcha, la ventana sin cortinas, el escritorio lleno de libros amontonado, lo único que faltaba era el portátil que ya no estaba allí, me lo había llevado conmigo cuando me fui de allí. Empecé a sentir el frío en mis huesos. Ya casi se me había olvidado del tiempo tan triste y gris que hacía siempre en Seattle.
Hacía ya más de una semana que a Riley le habían dado las vacaciones de Navidad en la universidad y había decidido venir a pasar las fiestas con su padre y su hermano y el chico que supuestamente había adoptado Peter, el tal Víctor al que yo todavía no había visto siquiera. Danny y Reccelen también habían viajado conmigo, intentando no solo proteger a Riley ya que aún con Ben fuera de combate seguíamos estando en guerra, si no también buscando la manera desesperada de que se acordara de que yo era el amor de su vida.
Desde que habíamos aterrizado allí, no había podido acercarme a él, auque mi desesperación por hacerlo estaba haciendo que perdiera la cabeza. Reccelen y Danny me habían aconsejado que no era buena idea que el chico se sintiera acosado. Ya en la universidad había intentado que me recordara un par de veces, sin ningún éxito. Me había acercado a coquetear con él con la intención de que recordara algo de lo que habíamos pasado juntos, pero no fue así, solo me dio calabazas amablemente. Tenía que reconocerlo y hacerlo me profería un gran dolor en el medio del pecho que casi me hacía llorar, yo no era su tipo de chico, lo había sabido desde siempre, si no hubiéramos estado involucrados en aquella surrealista historia, jamás se habría fijado en alguien como yo. Yo no era su tipo de chico y jamás lo sería. No podía conquistarle, yo no sabía como hacerlo, ser cariñoso, piropeador y todas esas cosas cursis que hacen los enamorados no eran para mí, yo no sabía hacer esas cosas. Yo era bruto, hostil y de arrebatos. Le amaba con toda mi alma, como jamás había amado antes a ninguna mujer y necesitaba que se acordara de mí para poder seguir viviendo. Le necesitaba.
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Pequeños Tesoros
Ficção AdolescenteHa estallado una guerra, una carrera a vida o muerte entre los Custodios y los Hijos de Epimeteo por conseguir la ansiada caja de pandora. La clave para conseguir su objetivo es un buscador que no recuerda que es buscador. Ultima parte de la trilogí...