Delfos

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El vuelo fue largo y aburrido. Pasé casi todo el tiempo apoyado sobre el brazo derecho de Patrick. Como ya había dicho Reccelen y yo había leído en los pasajes, hicimos varias escalas antes del objetivo fijado.

El primer destino fue en la capital española, Madrid. La terminal dos del aeropuerto de Barajas nos recibió la madrugada del lunes. Recogimos las maletas sin ningún problema y nos acomodamos en una cafetería del aeropuerto.

-¿Estas bien?-me preguntó Reccelen en cuanto me vio recolocándome los huesos del cuello.

-Solo estoy cansado.

Danny le dio la vuelta a la cabeza por cuarta vez, para mirar a la chica rubia que se encontraba en la mesa de atrás del bar del aeropuerto. Esta vez la chica le guiñó un ojo, cosa que a su novio no le hizo mucha gracia, de acuerdo con la cara que puso.

-Córtate un poco-le reprimió Reccelen.- No hemos venido a ligar, y menos a ligar con la novia de nadie a expensas de que te dé un puñetazo.

-Está muy buena.

Mi brazo le lanzó un leve pescozón en la cabeza, haciendo que esta se inclinara ligeramente hacia delante.

-Céntrate, anda-le dije.

El camarero llegó poniéndonos enfrente cuatro tazas de café caliente, junto con tres cruasanes de chocolate. El primer trago calmó el frío de Europa que calaba más en lo huesos que el de America.

-¿Cuál es el plan?-preguntó Danny.

-El museo abre a las nueve-explicó Patrick.-He quedado allí con los Custodios españoles para hablar.

El plan estaba basado básicamente en poner en conocimiento de los Custodios más alejados lo que estaba sucediendo y esperar que como buenos guerreros se dignaran en participar en el asuntó dándonos un número más que considerable para poder defendernos.

Patrick había concertado con ello una cita en un lugar neutral, el museo del Prado. Lo que me hizo suponer la desconfianza de los Custodios españoles.

Nos pusimos en marcha hacia una pequeña y discreta pensión donde dejamos los macutos y las maletas, donde nos pudimos dar un baño y cambiarnos de ropa. Nos recostamos cada uno donde buenamente pudimos en el cuarto y esperamos a que se hiciera de día completamente.

***

Tan solamente por fuera, ya el museo era una auténtica maravilla. Patrick se había introducido en sus instalaciones en primer lugar.

-Es la primera vez que salgo del país, ¿sabes?-le dije a Reccelen.

La chica me miró con los brazos cruzados bajo el pecho. Los estábamos bajo la escalera principal de la entrada al museo, mientras Danny nos miraba atentamente en la distancia, sentado en un banco de piedra de color blanco.

-Es una pena que sea en estas circunstancias-susurró la chica.

-Sí, una pena.

En aquel momento Patrick asomó su cuerpo desde la parte superior de la escalera y nos hizo una señal para que entráramos en el museo.

-Algún día volverás por un motivo más prometedor, ya verás-la chica me empujó del brazo y junto con Danny nos introdujimos en el museo.

Era realmente una maravilla estar allí rodeado de semejantes obras de arte. A mi madre, que era una fanática de la pintura y pintores españoles, le habría dado algo al entrar allí. Había una gran escalinata nada más entrar. Bueno primero pasamos por un arco metálico donde tuvimos que depositar todo lo que llevábamos en los bolsillos, pero luego subimos hacia arriba sin ningún problema.

Pequeños TesorosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora